12- EL HIJO PRÓDIGO SE QUEDA EN CASA (parte 1)

Hoy os quiero compartir algo muy especial que Dios ha hecho en mi familia. Es el testimonio de conversión de mi primo. Nadie mejor que él para relatarlo asi que aquí os dejo su historia. Os advierto que es impactante.

31 de Octubre de 2016, noche de Halloween.

Salgo con un amigo a pasarlo bien como tantas otras veces. El plan: simple, beber una aquí, otra allí…el de la mayoría de la gente. Así está montado. Vuelve a suceder algo que me venía molestando desde hace tiempo, y es que, siempre que salía lo primero que oía por un lado u otro era algo sobre mi exnovia, una chica maravillosa a la que me estaba costando olvidar más de lo que imaginé. Y ese algo siempre era dañino. Para mí esto dejó de ser más tarde una mera casualidad. Sobre todo porque yo nunca preguntaba por ella. Solo quería olvidarla.

El caso es que empiezo la noche contento, pero este asunto me la agría al poco de empezar. Acaba siendo una noche de excesos en la que bebo mucho y consumo cocaína, ketamina y speed. Nada de lo que me sintiese orgulloso luego. Los acontecimientos que se suceden esa noche-mañana no son todos positivos, no entraré en detalles.

El caso es que acabo sobre las doce del mediodía en casa de otro amigo consumiendo speed, aunque lo aborrezco, no queda cocaína. Esta última era la droga a la que siempre volvía y que no era capaz de apartar de mi vida, incluso sabiendo que me estaba destrozando física y mentalmente. (Quiero aclarar que yo no era consumidor diario. La droga si había formado parte de mi vida desde los 17 años. Con etapas de grandes consumos y otras muy tranquilas. Tengo 34 en el momento en que escribo esto).

Sobre las cuatro de la tarde vuelvo a mi casa en “buenas condiciones”, un poco tocado obviamente después de los excesos, pero bien. A esas alturas, en mi cuerpo ya no queda ninguna sustancia salvo anfetamina. Suficiente como para no dormir en un par de días.
Los colegas me han llamado loco muchas veces. Y yo siempre reía para mis adentros y contestaba: que tenía una cabeza dura como el acero, que para verme perder el juicio a mí hacían falta un par de kilos y estupideces así. La verdad es que tenía un cerebro duro, los hechos hasta ese día así lo habían demostrado. A lo largo de los años vi a mucha gente perder el juicio durante juergas interminables. Si, tenía un cerebro duro. Hasta ese día.

Mientras espero a mi madre para cenar, en algún momento de la tarde le doy unas caladas a un porro de marihuana porque se me ha acabado el tabaco y no tengo ninguna moneda para comprar. (Me había regalado el colega unos canutos porque sabía que no me iba a poder dormir). Mantengo contacto por teléfono con algún amigo porque me aburro tremendamente y no puedo dormir. Una de las personas con las que hablo es con mi ex. Es ahí cuando empiezo a notar la marihuana haciendo daño en mi cabeza. No puedo hablar ni expresarme correctamente, no me salen las palabras, me pongo extremadamente nervioso, y me doy cuenta que esa basura está haciendo su trabajo. Aquel por el que la dejé años atrás. (Yo fui consumidor habitual de esa planta hasta que sentí claramente que o la dejaba, o me iba a quedar loco. Tal cual. Los efectos y pensamientos en mi cabeza después de consumirla empezaban a ser enfermizos, siniestros, algunos realmente turbios. También quiero apuntar con esto que conozco de sobra los malos viajes que puede provocar. Solo para matizar antes de lo que voy a contar).

Al fin mi madre llega, hablamos un poco y ceno con ella, se da cuenta que la noche ha sido larga pero como tantas otras veces. No nota nada especial. Después de ver un rato la tele se va a la cama. Me quedo solo y viendo que no me voy a dormir me termino el porro, al menos para relajarme, dormir va a ser complicado. Ese porro no tarda en hacer efecto y me acaba mandando al baño a vomitar. Creo que entre otras cosas me provocó un bajón de tensión como nunca antes había sufrido. Voy en busca de azúcar, me meto una cucharada entera en la boca y la trago como puedo (me doy cuenta de la tontería que acabo de hacer) pero nada. No va a haber mejora.

Empiezo vomitando en el lavabo, continúo en la taza y cuando ya la he dejado suficientemente fea paso a vomitar en la ducha. Ya no queda nada en el estómago y aun así sigo vomitando. Pasa el rato, y no dejo de vomitar. Me voy quedando sin fuerzas poco a poco, por minutos, hasta que acabo completamente incapacitado para moverme. Es ahí cuando pienso: “como aparezca tu madre y te vea así….vaya cuadro, pobrecita”. El hijo tirado en el suelo medio desnudo, sudado, todo el baño potado…debía ser una bella estampa. Un Van Gogh.

Pero la cosa se va torciendo, pasa el rato y sigue sin haber ningún indicio de mejora, eso me preocupa, empiezo a encontrarme realmente mal. Deja de hacerme gracia la situación. Empiezo a pensar que necesito una ambulancia, o que ojalá mi madre me haya oído tirar de la cadena, encender la ducha o algo y aparezca. Sigo empeorando, llega el momento en que pienso que si viene la diría que le pida a Dios por mí. Pero hay un problema y es que no tengo fuerzas para moverme, y ya tampoco para hablar, ni pedir ayuda claro. Ahí me doy cuenta realmente de mi situación. De que esa vez es distinta a otras.

Entonces en mi interior siento y pienso: “así es como me querías ver ¡eh! Teníamos que llegar a esto ¿no? Hacía falta llegar a esto” – Le estoy hablando a Dios.
(Aproximadamente dos años atrás había empezado a pedirle ayuda a Dios cuando volvía a casa después de fines de semana de gran consumo de alcohol y cocaína. Me sentía tan tremendamente mal que me ponía de rodillas delante de mi cama y le pedía ayuda, le decía que quería cambiar. Pero solo una vez noté respuesta. Fue tan inmediata, empezó como un torbellino, tan dentro, que me asusté y paré la oración. Ya no volvió a suceder. Le seguí buscando un tiempo hasta que me cansé. Sentía que si estaba, ya no estaba para mí. Me había dado una oportunidad y la rechacé).

Mi situación continúa empeorando. Noto que en mi cerebro algo malo está sucediendo, ya no solo es físico el tema. Hay algo más peligroso y está sucediendo dentro de mi cabeza. Entonces empiezo a pedir ayuda a Dios. Como no puedo hablar solo soy capaz de decir: “ A, Ú, A, E ”. Una y otra vez, una y otra vez. De pronto cuando parece que me vuelve un rayito de energía entonces soy capaz de encadenar: “AYUDA E”.

No sé si llegué a pronunciar AYÚDAME por completo y bien ni una sola vez. La otra cosa que recuerdo suplicarle es: “Sácame de aquí, sácame de aquí” Eso fue todo. Después de estar pidiéndole auxilio unos minutos, no sé cuántos exactamente, tuve la certeza que algo
cambiaba. No se cómo explicarlo muy bien. De toda la experiencia es en este tramo en el que me encontraba más confuso y débil. Pero sentí de pronto que algo o alguien estaba conmigo ahí, había entrado en escena.

Fue un breve momento de calma antes de lo que iba a venir.

No pude ver ninguna imagen clara. Mi cabeza solo era un desagüe de caos. Sentía que se estaba destrozando poco a poco mi cerebro. Veo figuras transformándose, colores: negro, marrones, oscuridad. Formas moviéndose rápidamente. Todo muy abstracto. Locura podría ser el resumen.Entonces todo eso se va transformando en un mar de sensaciones: mucho sufrimiento, dolor, angustia, desesperación y desamparo absolutos. Era tan brutal que no tardé en comprender que estaba en el infierno.

No recuerdo cuanto tiempo estuve ahí, pero sí que fue horrible. Entonces empieza a cambiar elescenario, la agonía absoluta, los colores oscuros y el torbellino esquizofrénico de movimientos y formas se va transformando en luz, en claridad, veo blanco, siento paz, gozo, cosas que no me es posible explicar con palabras de éste mundo. No existen adjetivos para describir como me sentía allí.

Es breve pero increíblemente intenso.

Me di cuenta que Dios me estaba mostrando dónde me dirigía irremediablemente y qué es lo que había esperándome al otro lado. La otra cara de la moneda. La salida. Empiezo a ver su Poder. Cómo de algo feo, sucio, corrompido como es la droga en mi cerebro, Él puede, manejándolo a su antojo, convertirlo en algo precioso.

No sé cuánto tiempo transcurrió. Había perdido la noción total del paso del tiempo. Digamos que vuelvo a la realidad después de este “viaje” y me doy cuenta que sigo tirado en el suelo. Siento que ahora es momento de levantarse. Intento incorporarme pero no me quedan fuerzas. Entonces siento como Dios me pone, literal, como unos bastones o barras de energía en los gemelos. Así que consigo apoyar por fin los pies en el suelo. Sigo agarrado a la bañera. Pero ahora al menos con mis pies apoyados y firmes. Intento incorporarme y lo consigo un poco. Pero me siguen faltando fuerzas. Entonces siento que me vuelve a poner esos “bastones”. Yo lo siento como barras de energía. Tal cual. Esta vez en el los muslos. Consigo incorporarme un poco más. Mientras lo estoy haciendo Dios me permite ver algo como desde el exterior, como en tercera persona: Veo como fuerzas ocultas me agarran desde abajo arrastrándome, tirando de mí hacia al suelo. Para que no me levante. Para que me mantenga ahí postrado, miserable. Entiendo que Dios aquí me está revelando la lucha que existe, real en este mundo y en cada uno de nosotros. Va a ser una noche de  revelaciones.

Estas fuerzas pesan, creo que llegan incluso a bajarme. Pero entonces Él entra en acción. No lo veo en ningún momento. Pero sé perfectamente que es Él. Tengo una certeza inexplicable que es Él el que tira de mí. Desde abajo tiran con fuerza pero dos o tres intervenciones suyas vencen esta resistencia y me ponen totalmente de pie. Debo decir que de pie sí, pero no erguido. Estoy un poco encorvado y tengo un poco de frío. Empiezo a
sentirme bien. Hacía no mucho rato no podía ni soñar con encontrarme en esa situación.
Este gesto que tan sencillo parece, el de incorporarse, no sé cuánto tiempo me llevó. Pero fue una ardua tarea. Solo puedo describirlo así. Una absoluta pelea.

El caso es que ya estoy ahí. De pie, encorvado, débil, pero feliz. Empiezo a sentir felicidad. Siento claramente que hay algo sobrenatural, una fuerza que me está soportando. No es mi energía, esa estaba absolutamente agotada. Me quedo ahí de pie un breve tiempo intentando asimilar eso que acaba de ocurrir. Entonces una voz me habla y me dice vete a ver a tu madre. Y de pronto quería ir corriendo ¡donde ella! Había pasado por tres fases ya. ¡Que no venga por favor!, ¡que venga a socorrerme! y ahora era yo el que iba a ir ¡a buscarla. Intento moverme pero no puedo. Como ya he visto perfectamente lo que ha hecho conmigo le digo: “Señor, no puedo moverme”. Entonces Él me da un poquito de energía.

Me muevo; justo consigo salir del baño y entrar en la cocina. Entonces me vuelven a fallar las fuerzas, me quedo seco, quieto. Vuelvo a hablarle: “Señor, no me quedan fuerzas, un poco más” le pido. El deseo es concedido. Con otro poquito de energía consigo llegar a mitad del pasillo. Se repite la historia. Me vuelvo a quedar sin fuerza. Le pido: “otro poquito más por favor Señor”. Y así 4 o 5 veces en total hasta que consigo entrar en la habitación de mi madre. Luego entendería que aquí Dios me estaba mostrando claramente, como a un niño, que pida y se me dará. Así lo promete Él en la Biblia. Tan sencillo como eso. Me podría haber dado energía de una vez para tal “gran” travesía. Del baño al dormitorio. Pero no. Él quería que fuera así.

Entro en la habitación de mi madre y cierro la puerta tras de mí. (Esto me lo recuerda ella). Dice que ve una forma tambaleante entrar y se asusta. (Son alrededor de las cuatro de la madrugada). Me tiro de rodillas al pie de su cama y entonces digo: “mama. He visto el infierno. Y el cielo. Pero tranquila, Él está haciendo algo muy bonito ahora en mí”. “Lo que he vivido ha sido muy duro, muy horrible, muy angustioso. Pero eso ya pasó. A ti te ha tocado ver lo bueno, lo malo lo he pasado solo”.

Aquí empieza una serie de acontecimientos que soy completamente incapaz de ordenar
cronológicamente. Solo sé que estoy en sus manos y que Él está empezando a hacer su obra, a transformarme, a cambiarme, a limpiarme. Siento que toda la sustancia que queda en mí sale de mi sangre. Lo siento tal cual. Sale. Es entonces cuando le digo a mi madre: “ya estoy limpio, ya no queda nada en mí”.

Siento cómo cosas que tenía agarradas en mi interior salen. Tengo un sentimiento físico de ello. Noto el arrastre al salir. Este proceso lo recuerdo bastante largo, cosa que sólo probaría algo que yo ya sabía, que estaba enterrado hasta el cuello de basura. Mientras van saliendo todas las cosas malas, sucias. Me muestra en una secuencia de imágenes toda
mi vida con todos esos momentos cruciales en los que ocurrían cosas que aparentemente no tenían sentido y que yo no entendía. Entonces Él va atando todos los cabos, mostrándome cómo nada había sido fruto del azar. Las piezas encajaban como un puzle perfecto. Una demostración absoluta de su Poder y Control. Yo solo podía alucinar. ¡Todo cobraba sentido! ¡Mi vida cobraba sentido! Comprendí que Él es Arquitecto Perfecto. Vi como hace y deshace. Cómo mueve los hilos. Vi su Poder de una manera increíble. No sólo en esto. En absolutamente todo lo que ya me había ocurrido, me estaba ocurriendo y en lo que quedaba por suceder.

En algún momento Él me dice que tiene un mensaje para mi madre. La digo: “mama. Dios me dice que tiene aquí preparado, esperándote, un sitio especial para ti”. Ella rompe a llorar. La abrazo y es entonces que siento que ahora conozco realmente a mi madre. Es una sensación preciosa de vínculo.
Difícil de explicar.
Y así se lo digo: ahora te conozco mamá. (Aquí quiero apuntar que más de una vez ella me había dicho llorando que pensaba que la odiaba).

En algún momento sentado en la cama empiezo a sentir oleadas de algo que no tengo palabras para describir. Algo como eléctrico, algo que vibra y se transmite por todo mi ser. La sensación más indescriptible e impresionante que he sentido en mi vida. Es tan fuerte que en estos momentos no puedo hablar. Me limito a resistir las sacudidas. Creo que intento gritar de agradecimiento pero solo soy capaz de abrir la boca sin pronunciar sonido alguno, y cuando parece que se está apagando la sensación viene más y más fuerte. Con tal intensidad que me siento insignificante, me siento totalmente inmerecedor de eso que me está regalando. Algo tan bueno y tan bonito.

Así estoy un tiempo. No sé cuánto. Pero es sin duda lo más espectacular que me ha pasado en la vida.Sin ningún tipo de duda. Ahí es cuando comprendo perfectamente de quien se trata. Del Dios Todopoderoso. De un Dios infinitamente increíble. Para el que no existen palabras que lo puedan describir. Un Dios que no hace oídos sordos. Un Dios de amor. Incluso en tu momento más vergonzoso Él te ama.

En estos momentos recuerdo perfectamente que ya nada me importa. Que todo aquello que hasta esemomento me preocupaba o inquietaba, ya no significaba nada para mí. Había comprendido quien era el Jefe y que Él, mi Señor, era absolutamente maravilloso. Que si estaba con Él ya nada me debía preocupar.

Esa sensación es tan fuerte que creo que si me acerco a mi madre ella va a notar ese torbellino que me está estremeciendo por dentro. Me acerco a ella y le pongo la mano en la espalda y le pido a Dios que la deje sentir a ella un poco de eso. Pero me temo que no estaba en sus planes. La pregunto: “mama ¿sientes algo?” Y me dice: no hijo. Luego entiendo que esa era una obra que estaba haciendo en mi vida. No eran 10.000 voltios de electricidad que fueran a dar calambre a mi madre por mucho que a mí me hubiera gustado.

Cuando creo que voy a morir de gozo, alegría, no sé qué palabra utilizar, descubro que tiene más sorpresas para mí. Yo padecía desde hace 10 años un problema poco conocido para la gente y que había ido degenerando con el tiempo. Sé que el causante en gran parte era la droga. Es uno de sus factores desencadenantes demostrados. Se llama síndrome de ojo seco. No tiene cura a día de hoy. Como el propio nombre indica afecta a los ojos dejándolos sin la lágrima natural que los lubrica, cuida y protege. Los efectos son varios y enormemente desagradables. Yo no tenía lágrima ninguna ya. Estaba en la fase que se denomina severa. Todo el día con molestias, ojos hinchados, muy a menudo rojos. Había afectado completamente a mi calidad de vida. Dejaba de hacer muchos planes por este tema. Me había creado una inseguridad que yo nunca había tenido. Había llegado la fecha en que simplemente hablar con una chica que me atrajese, mirándola a los ojos, me costaba enormemente por el hecho de que no sabía cómo los tendría. Porque eran como un semáforo.

Bueno, pues Dios me dice: Ya no tienes ojo seco. E inmediatamente noto un torrente de lágrimas que recorren mis párpados humedeciéndolos y dándome una sensación olvidada ya. Tan básica y tan olvidada. Poder abrir y cerrar los ojos sin trabajo ni molestia, notarlos ¡sanos! No puedo creerlo. Le digo: ¡mamá! ¡¡Tengo lágrima!! La miro y digo: ¡¡A que tengo los ojos blancos!! (Recordar que venía de fumarme un buen canuto y llevaba más de 40 horas despierto, lo normal a esas alturas es que los tuviese ya bastante rojos). Me dice: si, los tienes blancos hijo. Yo no tenía ninguna duda.

Pero todavía tenía más sorpresas. Yo padecía de insomnio, hecho que también achaco mucho a la droga, y que me torturaba. Había provocado que fuese sin dormir a multitud de citas, entrevistas importantes. Empezar cientos de días de mal humor que luego transmitía a mis parejas, familia, amigos, a cualquiera que se cruzase. Ese tema quedó solucionado como he podido comprobar hasta el día de hoy. Me dijo: “Ya no tienes
insomnio”.

No sé si realmente oía una voz, o simplemente Él mandaba un mensaje a mi cerebro. Pero yo tenía la certeza absoluta de que eso ocurría. Recibía claro el mensaje. Y según ocurría, en voz alta se lo relataba a mi madre.

Aquí no hace falta que explique cómo me podía sentir ya. Sentía que Dios era maravilloso. Que grande era Él, que inmenso era Él.Había un último regalo preparado. Con los temas que a mí más me amargaban, Él hacía preciosos regalos.

Yo tenía indicios ya de que los excesos de mi vida empezaban a manifestarse y pasar factura a mi cerebro. Como ejemplo un ligero tartamudeo que nunca había padecido y apareció como a los 32 años. Hay más. El caso es que llevaba 2 años trabajando hasta 14 horas diarias en un proyecto. Creando lo que iba a ser mi empresa, mi sueño, con suerte mi ocupación profesional para el resto de mi vida. El hecho de ver cómo siempre acababa tropezando en lo mismo y destrozando mi cabeza con droga; siendo consciente que la tarea que me ocupaba exigía el máximo rendimiento mental por mi parte; eso, eso me machacaba. Me hacía sentir impotente, un absoluto desecho, un desperdicio de hombre.
Débil.

Entonces viene el regalo. Siento cómo me escanea el cerebro por capas. Lo siento físicamente. Siento cómo repara aquellas zonas dañadas. Capa a capa. Lo puedo sentir tan claro que no voy a intentar ni describirlo. Simplemente lo vi.

Cuando yo ya creo que soy el tipo más feliz del mundo con mis regalos. Empieza la parte en la que Él me enseña qué es lo que tiene pensado para mí. Me muestra trayendo muchas almas a su presencia, apartando demonios con autoridad. Esto me lo muestra gráficamente. Miro a la gente a los ojos y se convierten. Hago un gesto con las manos y los
demonios se apartan. Son como gusanos rojos. Extiendo los brazos y simplemente se apartan.

También me muestra la chica que será mi mujer. Se lo digo a mi madre.
Por último me dice que el fin está cerca.
Recuerdo que sus revelaciones vienen a mi mente con una claridad pasmosa. Aparecen en mi cabeza como polaroids, como una imagen o una sucesión de ellas. Hablo un rato con ella. La digo que esto lo tengo que contar. ¡A todos! La digo que voy a traer a mis
hermanos a Dios, me acuerdo de mis tíos María y Samu, pienso en mis amigos también.
Y así estoy un buen rato, una hora quizá, dos. Disfrutando, saboreando el poso de esa experiencia tan maravillosa que me acaba de ocurrir.

En todo este tiempo siento una sensación increíble de hormigueo que me rodea por completo. Es como un aura. Me siento nuevo, absolutamente nuevo. No tengo ni rastro de hambre ni cansancio. Ese aura hace que me sienta como flotando. La paz y felicidad en mí es absoluta. Es algo sobrenatural. Otro regalo suyo.

Escribo a dos personas un whatsapp diciéndoles que tengo algo que contarles. Algo muy fuerte. Pasa un rato y siento que toca descansar. Pienso entonces en mi madre y me da penita. Hora de dormir. Entonces la digo: ¿sabes? tengo la sensación que aún me va a conceder un último regalo. Creo que voy a poder dormir. Cosa que a pesar de la falta de sueño se antojaba complicada. No me pasaban cosas así todos los días. Estaba bastante eufórico, me salía de mi cuerpo como se dice.

Pero como estoy convencido de ello, me tumbo, la doy las buenas noches y me caen los párpados como plomos. Empiezo a respirar fuerte. Paso las fases del sueño, la REM incluída, noto perfectamente la regeneración que produce el sueño. Sobre todo lo noto en los ojos y me despierto. Ya había dormido suficiente y tenía que contárselo a mis
amigos. ¡Me había olvidado de ellos!

Son las 7 de la mañana y empiezo a disparar whatsapps. Mi madre duda que llegase a dormir 5 minutos. Pero yo había descansado. Perfectamente. Era el primer día de mi nueva vida. Gracias mi Dios.

Hablando al día siguiente con mi madre llegamos a la conclusión por las referencias de tiempo que teníamos que toda la experiencia habría durado entre dos y tres horas.

También quiero matizar que han pasado 24 días desde aquello hasta el momento en que escribo esta línea y se ha ido todo tipo de ansiedad, ¡no necesito ninguna clase de sustancia! Me siento limpio, sano, duermo bien, ¡soy feliz! Tremendamente feliz. Y lo más importante. Él sigue conmigo.

Yo le amo con todo mi alma.

En unos días publicaré la otra cara de esta moneda, el testimonio de su madre, que vivió de cerca todo lo relatado en éste testimonio, lo bueno y lo malo. Sólo quiero añadir una cosa. Dios tiene nuestras vidasen sus manos, y Dios sabe CUÁNDO, DÓNDE y CÓMO revelarse a nosotros. Sigue orando. El día llegará.

 

9- NO DELEGUES TU RESPONSABILIDAD

9- NO DELEGUES TU RESPONSABILIDAD

TENDENCIAS INCORRECTAS DE LA EDUCACIÓN DE HOY EN DÍA 1ª PARTE

Soy profesora de clases extraescolares, y cada día me sorprende más cuánto tiempo y dinero invierten los padres en actividades infantiles. La variedad es infinita y los precios elevados. He calculado que algunas familias que conozco  gastan entre 60-200 euros por niño al mes, además de los materiales necesarios y el tiempo que supone llevarlos de una clase a otra. En algunos casos se percibe hasta una cierta competitividad, como si pensasen: “si mis hijos no van a todas las clases posibles, va a haber alguien  mejor que ellos en el cole”. Conozco un caso de una pareja de profesores cuyos hijos van a: ajedrez, inglés, teatro, pintura, gimnasia rítmica, natación sincronizada, música, fútbol y tenis! Nueve extraescolares para un niño de segundo de primaria y su hermana de primero. En muchas familias, aunque estén juntos en casa, simplemente la tecnología reina. No hay comunicación ni tiempo de calidad juntos. Otros casos que conozco simplemente contratan cuidadoras para los niños aunque podrían ocuparse ellos mismos, y los fines de semana los mandan a casa de los abuelos. También están los que directamente dejan los hijos viviendo con la abuela o la tía, o aunque estén presentes dejan que sus padres (los abuelos) se hagan cargo de la educación, porque ellos están demasiado ocupados con sus vidas.

Lo que me hace preguntarme esto es ¿Quién está realmente educando a esos hijos? Porque los padres no son, desde luego. ¿Cuándo ven a sus hijos? ¿Cuándo pasan tiempo con ellos disfrutando de estar juntos? ¿Cuándo tienen tiempo de enseñarles valores y principios, y de darles ejemplo con sus vidas? Educar a tus hijos no es contratar el mejor personal posible para que lo haga, ni apuntarlos a las mejores clases, ni asegurarte de que alguien los cuide. Educar a tus hijos es enseñarles a vivir, a comportarse, y enseñarles acerca de Dios. Son cosas que tienen que ser enseñadas  por ti. Esto es ejercer de padre/madre. Ser un mentor para la vida, ser un ejemplo, llevarlo de la mano al descubrimiento del mundo.No está mal que tengan aficiones y hagan deporte, es sano y natural. Ahora bien, si tienen tantas actividades que no hacemos nada con ellos, no hay un equilibrio sano.

¿Porqué hay padres/madres que prefieren pagar todo el dinero del mundo antes que pasar tiempo con sus hijos?. Creo que hay varios factores que llevan a esto.

1- MIEDO A NO HACERLO BIEN. Una persona con miedo al fracaso como progenitor enseguida está dispuesta a delegar las decisiones y el tiempo con sus hijos. Piensa: mejor que lo hagan otros, contrato profesionales porque yo no me siento capaz de ello.

El miedo no es de Dios. Si Dios te ha dado un hijo, conjuntamente te capacitará para educarlo. Si tienes temor, ya sea porque te hirieron y temes herirlos o porque estás inseguro de ti mismo, debes presentarle batalla al temor en el nombre de Jesús. El verdadero amor echa fuera el temor. (1)Todo lo puedes en Cristo que te fortalece (2). Dios no te ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder, amor y dominio propio(3).

Haces bien si temes equivocarte y por tanto piensas bien tus decisiones y  tratas de hacer lo mejor para tus hijos, pero cuando el miedo te paraliza no llegas a ninguna parte. Busca tu fuerza en la presencia de Dios y levántate contra el temor. No lo harás perfecto, pero si dejas que el temor te paralice no harás nada, lo cual es mucho peor. Nada hay imposible para Dios (4).

2- EGOÍSMO. Este es un gran mal en la era moderna. Las parejas tienen hijos pero quieren seguir manteniendo sus mismas aficiones, horarios, hábitos, salidas nocturnas, amistades, etc. que cuando no tenían hijos. Y los hijos no encajan en ese plan. Los hijos estorban así que contratamos a alguien que los cuide o van con alguien de la familia. En familias así los hijos parecen una “patata caliente” que nadie quiere y la pasa a otro.

Esto tampoco es bueno. Por supuesto que tienes derecho a tener tiempo libre y hacer cosas sólo o con tu pareja. No estoy diciendo que no puedas despegarte de tus hijos. Eso tampoco es sano, necesitas tener tiempo para otras cosas también, pero va a haber cosas que antes podías hacer y que ahora vas a tener que dejar atrás. Si tienes hijos has de hacerte responsable de ellos. Son personas, ven que no estás con ellos, sienten, y a la larga te echarán en cara tu ausencia.  Ahora que eres padre/madre eres una persona irreemplazable para tus hijos.

Es difícil renunciar a lo que te gusta por otra persona, pero eso se llama amor. Si sientes que pasar tiempo con tus hijos te cuesta demasiado, pidele a Dios amor por ellos. Dios puede cambiar tu corazón.  Puede que a ti no te apetezca ir al parque pero ellos necesitan salir a jugar. Puede que prefieras ir con tus amigos pero ellos necesitan que estés en casa cuando se van a la cama. Eclesiastés dice que hay un tiempo para cada cosa, así que si te organizas y mantienes el equilibrio, tendrás  tiempo de ocio independiente, y tiempo para ocuparte de tus hijos (5).

3- ESTRÉS Y ANSIEDAD. Otro mal moderno que nos persigue en esta era son las ocupaciones de la vida. Tenemos tal preocupación por el trabajo y los quehaceres que los niños estorban siempre. “¡Sal de aquí!” “ahora no” “papi está ocupado” “¡fuera!” “¡dejadme tranquila!” “¡acaba ya eso!” son frases comunes de  progenitores estresados.

Es normal que si los niños pelean mucho o están nerviosos digamos alguna de estas cosas de vez en cuando, pero si lo decimos constantemente es hora de evaluarnos. Quizá estamos viviendo en estrés y ansiedad. Si constantemente los estamos apurando para que hagan cosas o para ir a sitios y no les prestamos atención, porque siempre hay algo más importante que ellos, esto va a pasar factura a ellos y a nosotros.  Si el estrés en tu vida se vuelve crónico  puede generar muchas enfermedades físicas y psicológicas: como depresión y urticarias. También empeora el estado general de la persona, por ejemplo en estudios de laboratorio se ha comprobado que el estrés favorece el crecimiento de tumores.

Evalúa tu vida. ¿Vives estresado? Quizá sea hora de establecer prioridades y dejar de lado algunas cosas que te llevan al límite. Pide la dirección de Dios: el cambio de trabajo que necesitas para no estar tan estresado, dejar alguna actividad de la que puedes prescindir, no hacer horas extras, etc. son cosas que pueden cambiar tu vida en gran manera. El camino de Dios es camino de Paz.  Él te aconseja, “busca la paz, y síguela”(6). Es posible encontrar paz aún en medio de esta vida moderna, pero dejar todas nuestras cargas y preocupaciones ante Él requiere un esfuerzo deliberado.

Algunos síntomas del estrés crónico son:

– Estas ansioso sin haber ningún peligro o motivo de estrés inminente.

– Tienes un momento en el que podrías relajarte y descansar pero estás ansioso por lo que te tocará hacer después.

– Te preocupan cosas que aún están lejos en el futuro.

– Te angustian cosas que no dependen de ti y que no puedes cambiar.

En un punto de mi vida viví éste estrés crónico. Las situaciones nuevas que tenía que afrontar en mi trabajo y en el ámbito personal me estresaban hasta el punto de la angustia. Tenía que aprender a hacer «malabares con muchas pelotas» manejar muchas cosas simultáneamente y el estrés paso a ser parte de mi día a día. Aún cuando llegó el verano y las vacaciones no era capaz de relajarme. Sólo pensaba en preparar todo tipo de materiales y ayudas para el curso siguiente. Mi familia disfrutaba en la piscina y aunque fuese con ellos la angustia me perseguía. Entonces exploté. Acudí a una persona de confianza en la Iglesia y hablando con ella pude aliviar esa presión y ser libre. Dios me mostró que su gracia es nueva cada mañana (7) y el estrés fue sometido a la verdad de Dios.

Si estás en una situación así quizá necesites ayuda de alguien con quien hablar o que te ayude, alguien que te de un punto de vista externo y puedas aliviar esa presión acumulada. Los niños no tienen culpa de tu estrés y preocupación, pero si tu respuesta al estrés es hablarles mal siempre, ellos pueden pensar que son los culpables de la situación, lo cual les puede llevar a depresión y toda clase de problemáticas. Recuerda también que “basta para cada día su propio afán”(8). Preocuparte por el porvenir te impide hacer lo que sí podrías hacer hoy.

4- COMPETITIVIDAD.

Como describía al principio, creo que hay padres que simplemente quieren que sus hijos sean los mejores en todo, así que les presionan a pasar por todo tipo de clases para conseguir que sean los mejores y alcancen «grandes cosas». Otros pretenden que sus hijos alcancen las vocaciones de futbolista, cantante, etc. que ellos desearon pero no lograron.

No es malo querer que tus hijos aprendan y se desarrollen, pero si los estás presionando demasiado, quizás estás intentando meterlos en un molde en el que no encajan, como intentando meter una soga por el ojo de una aguja, o un bloque cuadrado por una abertura redonda. Ésta presión puede dañarlos.

Como padres, tenemos que tener sabiduría y darnos cuenta de que ellos tienen que descubrir quien son, que saben hacer y que quieren hacer. En ocasiones nos tocará presionarlos para que aprendan constancia y perseveren, porque vemos en ellos la capacidad de alcanzar una meta. En otras ocasiones, tendremos que dar un paso atrás y dejarles escoger sus puntos de interés y su camino. Más de éste tema otro día.

En conclusión, no deleguemos el tesoro más valioso que Dios nos ha dado. No enterremos la mina que se nos entregó. Dios nos capacita si dependemos de él.

_________________________________________________________________________

  1. 1 Juan 4:18
  2. Filipenses 4:13
  3. 2ª Timoteo 1:7
  4. Lucas 1:37
  5. Eclesiastés 3:1
  6. Salmos 34:14
  7. Lamentaciones 3:22-23
  8. Mateo 6:34

7- EL HIJO PRÓDIGO SE VA DE CASA

7- EL HIJO PRÓDIGO SE VA DE CASA

Creo que cuando se habla del hijo pródigo a la mayoría de padres se les ponen los pelos de punta. Nadie quiere un hijo pródigo. Nadie quiere un hijo que se vaya de casa con sus cosas y malgaste su vida alejado de Dios y su familia. Pero la verdad es que aunque no se vayan de casa de sus padres, todos los hijos son pródigos (alejados de Dios) hasta que se vuelven personalmente a él. Unos hijos se alejan más de Dios que otros, pero todos necesitan volverse a él de todo su corazón y todas sus fuerzas.

Ahora bien, ¿qué hago si mi hijo no quiere saber nada de Dios?. ¿Cómo afrontarlo, cómo tratarlo?. ¿Qué solución, qué esperanza tengo?

Quisiera compartiros el testimonio de mi padre, Joel Viljanen, escrito por él mismo. Ese testimonio que tanto me impactó en la adolescencia.

Lee como me impactó aquí: https://yoymicasablog.wordpress.com/2017/01/02/3-el-ejemplo/

“La verdad es que viví una infancia interesante y feliz hasta donde yo recuerdo. De todos modos ser el hijo mayor de un misionero al que algunos llaman apóstol, te marca quieras o no. Desde siempre, me sentí también muy responsable de mis otros 6 hermanos porque vivíamos en un país, Uruguay, y en su capital, Montevideo, donde se nos consideraba «gringos» y por lo tanto, gente a la que muchos podían odiar y envidiar libremente aunque creo que no habían razones ni para lo uno ni para lo otro. Fuimos apedreados alguna que otra vez, e insultados muchas veces. Siempre consideré a mi padre, Altti Viljanen, como un hombre valiente, trabajador y al que movía «una sola causa»: La del Evangelio de Jesucristo. Estaba con nosotros cuando podía, pero su tiempo y sus fuerzas eran casi todas para la Obra del Señor. Dios le usó en muchas ocasiones poderosamente y – si mal no recuerdo – puedo haberme sentido incluso orgulloso por ser su primogénito. Pensándolo ahora quizás mi padre y la Iglesia esperaban de mí demasiado. No lo sé. Mi madre, Hely, siempre fue mas cercana para mí. De todos modos pude tomar mis decisiones libremente y cargué con las consecuencias también, como todo el mundo. Hoy en día aprecio y quiero mucho a mi padre ¡pero no siempre fue así!

 A los 16 años volvimos a Finlandia por unos meses y mis padres volvieron pronto a Uruguay, yo me quedé a vivir sólo por decisión propia. Creía que podía con todo pero me equivoqué. Entré en el servicio militar obligatorio con 17 años y ahí comenzaron los años en los que comencé a pensar que ya no necesitaba ni de Dios ni de mi familia. Durante el servicio militar me descarrié bastante y ya no quise aparentar más. Me alejé de Dios y de la Iglesia tanto, que pensé que jamás volvería a ser cristiano. Mi crisis llegó cuando me vi sólo en la vida y con un vacío descomunal. Esto me llevó a una depresión “de caballo” que me dejó con la autoestima y las fuerzas por los suelos. No me suicidé porque Dios no lo quiso, pues estuve a punto de hacerlo.

 Llevaba 7 años sin ver a mi familia y sin hablar con mis padres. Mi madre era la única que me escribía muy de cuando en cuando. No sé porque no me escribían más (las cartas tardaban un mes en llegar), puede que haya sido porque no sabían lo que decirme, pero esto sólo es una suposición mía. Esta situación con mi familia me había resentido mucho. Cuando oí que mi familia volvía a Finlandia, intenté mudarme a Suecia, no lo conseguí y tuve que ver a mi padre sí o sí. Después de tantos años le vi muy envejecido, y cuando me preguntó si había “huido de ellos”, algo se derritió en mis adentros. Lo supe más tarde pero mi familia tomó en esos días la decisión de NO hablarme nada de Dios ni de la Biblia sino tan solo demostrarme amor. Y eso comenzó a “amansar” a la fiera que llevaba adentro. Lo llamaron “la estrategia del amor”. ¡Sus oraciones comenzaron a surtir un efecto que – ahora lo comprendo – no lo puede hacer ninguna otra cosa en el ser humano! Sentía que me querían tal como yo era y ¡eso me “confundía” mucho! No existen armas contra la Fuerza más Grande del Universo – ¡El Amor Incondicional de Dios que obra a través de personas falibles!

 Dios me dio una inesperada oportunidad cuando me invitaron a un campamento de hijos de misioneros y quise ver a muchos amigos de infancia después de mucho tiempo. Allí vi cómo yo no era el único que estaba bastante perdido y vacío. Volví a entregarle mi vida al Señor “casi sin querer”. Dicen que “por la boca muere el pez” y exactamente eso fue lo que me pasó a mí. No entraba en mis planes, pero es que tuve que reconocer que mi orgullo me había llevado a una vida sin ningún propósito más que el de vagar sin rumbo ni sentido. Tenía un trabajo humanamente inmejorable pero me faltaba algo. Al final del campamento reconocí públicamente que había perdido “el tren de la vida abundante” y ¡estallé a llorar!, entregando mi vida de nuevo a Cristo para gran asombro de todos los asistentes.

 Conocí a mi Seija en la escuela bíblica y formamos una familia basada en el amor. Ser padre es lo más maravilloso que me ha pasado aparte de volver al Camino de la Vida Eterna. Aunque somos de trasfondos muy diferentes, y tenemos formas de ver la educación y las relaciones a veces muy opuestas, ha sido una bendición casarme con la mujer de mi vida. Las diferencias crean siempre algunas tensiones pero siempre podemos llegar a entendernos si hay voluntad y cariño. Lo más importante es tener metas en común y encontrar una solución común. No mi manera de hacer las cosas, ni la tuya, sino crear la nuestra. Creo que muchos padres pensamos que nunca haremos los mismos errores que han hecho (a nuestro juicio) con nosotros, pero si no hacemos los mismos haremos otros “errores u horrores» ¡quizás aún peores!. En mi caso por lo menos ha sido en parte así.   Sólo la Inmensa Gracia de Dios nos ayuda a mantener o recuperar el buen juicio y pedirle sabiduría en ciertos momentos de tensión y crisis.

 Pienso que no existen padres que no cometan errores, pero el reto de aprender «a la par» y crecer con ellos es algo muy valioso y enriquecedor que no cambiaría por nada. La sinceridad es algo que no es sustituible por ninguna otra cualidad espiritual o humana. Creo que no hay mayor veneno para la relación con nuestros hijos que la hipocresía. Si somos una cosa en la Iglesia y otra en casa ya podemos explicarlo como queramos que ¡no va a colar! Confesar, pedir perdón e intentar mejorar lo mejorable es indispensable para una relación amorosa con los hijos. Yo no he sido perfecto ni en esto ni en nada, pero he intentado ser lo más transparente posible! Pensaba que nunca haría los errores que me parecen “de cajón”, pero los he cometido y tenido que confesarlo e intentar de enmendarlos en lo posible.

 Ahora que ya soy abuelo, pienso que podría haber hecho las cosas mucho mejor pero seguramente también lo podría haber hecho mucho peor! Cuando se es joven se tiene muchos ideales de educación pero al llegar a viejo solo te quedan preguntas y pocas ideas fijas de cómo se deben hacer las cosas. ¡Cada niño es tan diferente! No puedes tratarles igual y al mismo tiempo no debes tener favoritos. Es difícil. El único consejo que me atrevo a dar es el de pedir mucha Sabiduría, Humildad y Gracia a Dios y de ser lo mas humildes y transparentes especialmente cuando «metemos la pata» hasta el fondo como yo lo he hecho varias veces!

 Para finalizar he de decir:

  1. a) que como padres tampoco debemos sentir culpabilidad de todas las decisiones erróneas que puedan hacer nuestros hijos porque al final «cada palo ha de aguantar su vela». ¡Si te sientes fracasado debes saber que no eres el único!. El Espíritu Santo te ha de consolar como nadie si le buscas. Y
  2. b) si Dios ha podido hacer de este “hijo pródigo” un padre dichoso como pocos y me ha dado por Gracia de tener la familia e hij@s que me ha dado, lo puede hacer en cualquier caso, por imposible que te parezca, si sólo te humillas cada día a apoyarte de todo corazón en Él y no en tu propia sabiduría, fuerza o experiencia por mucha que tengas! Dios bendiga cada padre y madre que sigue en “la bella escuela” de enseñar y aprender junto a los seres más queridos que existen sobre toda la faz de la tierra para ti! Y a los hij@s que lean esto que os voy a decir… nada que no sepáis! ¡Por lo menos eso me sigue diciendo mi hijo menor muchas veces! ¡LOL! ….

Quise incluir este testimonio al hablar de este tema, porque la estrategia que usó mi abuelo fue dada por Dios para ellos. Juntos oraron y se pusieron de acuerdo en que iban a mostrarle amor a mi papá. Aún estando en otro continente, y sin saber nada de su depresión, Dios les mostró la manera de llegar a él. Mi padre no necesitaba sermones, no necesitaba regaños o castigos. Necesitaba saber, que aunque era pródigo, aún era amado en casa. Y el amor cubrió, una vez más, multitud de faltas.

Si tienes un hijo pródigo, la estrategia para ganarlo de vuelta sólo te la puede dar el Espíritu Santo de Dios. En el caso de mi padre, Dios ya había estado obrando a través de las oraciones en su vida antes de que su familia volviera, y con el amor que le mostraron, el hijo pródigo volvió a casa. Pero cada hijo es diferente, por eso necesitas la dirección del Espíritu Santo.

Recuerdo una predicación de Yanina De Lorenzo, mi cuñada, que establecía la diferencia entre la oveja perdida y el hijo pródigo. Nos explicaba que en la parábola de la oveja perdida, la oveja simboliza las personas que nunca han conocido a Dios, y esas personas necesitan que vayamos a buscarlas y les hablemos de Cristo. Pero cuando habla del hijo pródigo, habla de alguien que ya conoce a Dios y se aparta de su camino, y esas personas necesitan arrepentirse y volver a casa, porque ya conocen el camino.

Por tanto, si tu hijo no ha escuchado el mensaje de salvación por la razón que sea, debes ir a buscarlo y hablarle sin temor. Plantar esa semilla de la fe en su corazón, y Dios, a su tiempo, traerá el crecimiento.

Asimismo, si tu hijo ya ha oído hablar toda su vida de Cristo, y aún así decide seguir otro camino, probablemente los sermones no funcionen con él. El padre del hijo pródigo lo dejó marchar, seguramente oró, y esperó. Y esperó. Y esperó. Siempre amándolo, siempre con esperanza mirando al horizonte imaginándolo venir. Siempre.

Una de las mayores pruebas que nos puede tocar en la vida es esperar por largo tiempo. Hasta los más fuertes se tambalean ante la espera prolongada. Pero debemos confiar en Dios, que es el único que puede hacer esa preciosa obra de salvación, y orar, amar y esperar. No desesperes. Dios está mucho más interesado que tú en que tu hijo le conozca porque lo ama mucho más que tú, porque su amor es perfecto. A su tiempo cosecharemos si no desmayamos. Confía en Él, y Él hará. Su paz puede acompañarte cada día en esta espera. Recuerda que tú también estuviste alejado de Dios en otro tiempo y ten esperanza.

6- LA CASA POR EL TEJADO

6- LA CASA POR EL TEJADO

Cuando entregué mi vida al Señor a los 16, descubrí que no sabía orar. Bueno, en realidad descubrí que no sabía nada de Dios. Me sentí totalmente perdida. A pesar de haber escuchado una media de dos predicaciones semanales durante toda mi vida hasta la fecha, descubrí que no tenía ni idea de cómo dirigirme a Dios. Sabía el padre nuestro, cómo orar delante de la gente haciendo que sonara bien, sabía toda la teoría y las cosas que no se deben decir… me habían enseñado mucho y muy bien, pero toda aquella información estaba hueca de significado para mí. Por primera vez en mi vida me encontré delante de un Dios vivo que se había cruzado en mi vida y no sabía qué decirle. Si me hubieran puesto delante un examen del seminario creo que lo hubiera aprobado sin problema, pero me hallaba ante algo nuevo y desconocido para mí: un Dios real fuera de toda aquella información que tenía.

Poco a poco, Dios me fue enseñando cómo caminar de su mano. Él fue abriendo mis ojos y pude decir como Job: “de oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (1). Y por la gran misericordia de Dios lo he podido decir muchas veces desde entonces, experimentando cada día más de su verdad.

A esto es lo que yo llamo tener “conceptos vacíos”. Es tener un conocimiento de algo, incluso poder definirlo o explicarlo, pero sin vivirlo ni experimentarlo, sin saber cómo se hace realidad en la vida de uno.  Es como saber toda la teoría de la conducción sin haber conducido un coche. Yo tenía toda la información del mundo, pero cada uno de esos conceptos estaba vacío. Sabía qué era la oración, pero no sabía orar. Sabía que Dios es amor, pero no lo experimentaba en mi vida. Y un larguísimo etcétera.

Éste es un mal común en los hijos de los creyentes. Es un hándicap (dificultad) con el que nacemos. Es como si hubiéramos comenzado a conocer a Dios al revés. Un creyente de primera generación conoce a Dios primeramente y después empieza a conocer la palabra, los mandamientos, las tradiciones de la Iglesia, etc.  Los hijos de cristianos comenzamos al revés. Primero conocemos la Iglesia, las leyes y las rutinas religiosas y después, en el mejor de los casos, un día conocemos a Cristo. Es como si comenzáramos la construcción de una casa por el tejado. El tejado es muy bonito y nos resguarda un poco y podemos sentirnos seguros durante un tiempo, pero si nos falta el cimiento que es Cristo, tarde o temprano todo caerá.

Para un hijo de cristianos es muy fácil creer que Dios es religión, que Dios es tradiciones, que Dios es  mandamientos: porque es lo que experimenta lo único que ve al principio. Así, hasta el día que conoce a Cristo. Eso es todo lo que Dios es para él: una estructura que nos puede satisfacer más o menos, pero sin cimientos, sin contenido, sin corazón, y sin vida.

Estos “conceptos vacíos” generan dos clases de respuestas extremas muy opuestas, pero igual de malas.

Por una parte están los que comienzan a servir a Dios súper jóvenes y se ofrecen como voluntarios a todo y hacen de ese “activismo” el centro de sus vidas. Algunos lo hacen porque les gusta la Iglesia y las cosas que se hacen en ella y por tanto se vuelven una parte muy activa de ésta. Otros lo hacen por ayudar a sus padres. Quizá te preguntas ¿Por qué esto puede ser muy malo? Porque si no  han tenido un encuentro personal con Cristo, lo hacen sin entender que debemos servir a Dios por amor y que no es por obras, sino por fe. Aman la Iglesia, la obra, pero no aman a Dios. Éste fue mi caso. Servía en la Iglesia desde los 15, y entregué mi vida al Señor con casi 17. Y aún después de eso, tardé mucho en darme cuenta que a Dios le importaba mucho más mi corazón y que le dejara a él obrar en mí, que el hecho de que yo no parara de hacer cosas “para Él”. Lo malo de este extremo es que puedes caer en un engaño. Puedes creer que estas bien delante de Dios, que lo amas y estás haciendo lo correcto porque haces todo lo que se supone que hay que hacer, pero sin conocer a Dios en realidad e incluso sin haber nacido de nuevo.

El otro extremo es el contrario. Estos hijos de creyentes están decepcionados con Dios por una de dos: o están decepcionados con sus padres y/o líderes o personas de referencia en la Iglesia, o están decepcionados con la iglesia como organización. Han mirado a las personas para encontrar a Dios porque no le conocen, pero como han salido decepcionados no quieren saber nada de Dios ni de la Iglesia. Lo malo de este extremo es que mientras no miren a Cristo, eso es todo lo que van a ver: decepción.

Me maravillo viendo que hay muchos hijos de creyentes que no caen en estos extremos, que ven más allá de la religión y las personas y encuentran a ese Dios poderoso que les ama. Dios llama a la puerta, y muchos abren. ¡¡¡Qué grande es la obra de Dios!!!. Nunca podré recalcar lo suficiente la importancia de enseñar a nuestros hijos a Cristo, a un Cristo vivo fuera de toda religiosidad.

Como progenitor debes intentar asegurarte de que tus hijos conocen al Dios que hay tras la obra, que lo experimenten, que lo amen. Para Dios lo que importa no es lo externo, lo que se ve por fuera, sino el corazón. Por tanto, tú tampoco debes dejarte engañar por el espejismo de que “si mi hijo se porta bien y asiste o participa en la iglesia, todo está bien”. Puede que así sea, pero puede que no.

Para conocer la situación espiritual de tus hijos, mira sus frutos. Busca el fundamento, el cimiento, la base: ¿hay una relación personal con Cristo? De nada sirve que la vida de nuestros hijos aparente ir bien. Un edificio bonito sin cimientos, tarde o temprano caerá.

Nota para hijos: Dios es un Dios personal. Has visto y oído muchas cosas, pero deja todo eso un poco a un lado y dirígete a Dios personalmente. A veces toda esa información que nos dan otras personas entorpece un poco a la hora de acercarse a Dios, porque esperas que tus experiencias sean como las de olos demás. Deja eso. Dios trató a Moisés con una zarza, a Elías con un huracán, a Jonás con una ballena, a David con un leones, osos y gigantes, y quién sabe cómo quiere tratar contigo. Saca a Dios de los moldes de la religión y de todo lo que otros te contaron. Dios quiere tener una relación personal contigo y va a ser única e irrepetible. Sólo acércate a Él sin expectativas y Él te mostrará quien es y  lo que quiere hacer contigo.

________________________________________________________

  1. Job 42:5