8- NO SE APRENDE CON CABEZA AJENA

La segunda consecuencia de “comenzar la casa por el tejado” como hablaba en el capítulo 6 es que los hijos de creyentes caen muy fácilmente en el legalismo.

Haré una breve introducción al legalismo para que me entiendas. Un día vino una señora por primera vez a nuestra iglesia y nos comentó que acababa llegar de un país latinoamericano y que estaba buscando Iglesia. La señora venía espantada porque había visitado otra Iglesia en Orense y habían hecho una merienda y comido algo dentro del local de la Iglesia. Por supuesto le preguntamos por qué aquello le pareció tan horrible, y nos dijo que en su Iglesia de origen le habían enseñado que aquello no estaba bien, y que era pecado. Indagando en el asunto nos contó que en su Iglesia de origen había un comedor, y que allí sí se podía comer. Mi pastora muy aguda le preguntó “¿acaso el comedor no es parte de la Iglesia?”. Para mí, éste es un ejemplo muy claro de cómo funciona el legalismo. Un día, en aquella Iglesia alguien dijo: “ya que tenemos comedor, es allí donde se va a comer. No coman en el salón de culto porque se ensucia”. Bien. Es una simple norma de orden. Pero en algún momento alguien lo espiritualizó. Hizo una ley espiritual de una norma de orden. Quizá dijo desde el púlpito algo como “la casa de Dios es santa. No la contaminen con comida” o quizá lo llamó directamente pecado. Una cuestión de orden pasó a ser una ley espiritual en aquel lugar.

A esto llamamos legalismo. Al hecho de añadir leyes que no están en la palabra de Dios. Esto es lo que hacían los fariseos: se ocupaban de que su apariencia fuese de santidad impoluta sin preocuparse por lo verdaderamente importante, lo que hay en el corazón. (1) El legalismo surge cuando alguien, en vez de entender el porqué, el corazón de una recomendación o norma, la establece como ley, como en el ejemplo que he puesto antes. El legalismo es convertir en ley espiritual aquello que bíblicamente no lo es.

  • Tener un devocional diario es necesario, imprescindible, vital para nuestra vida, pero no hacerlo no es pecado.
  • Bendecir los alimentos es una buena costumbre, pero no hacerlo no es pecado.
  • En internet hay mucho contenido pecaminoso, pero usar internet como herramienta no es pecado.
  • En el cine hay películas que un cristiano no debería ver, pero ir al cine no es pecado.
  • Emborracharse sí está mal, pero tomar bebidas con alcohol con moderación no es pecado.
  • Travestirse sí es pecado, pero que una mujer lleve pantalones de mujer no es pecado. Dios vistió al hombre y a la mujer con sendas túnicas. (2) ¿Por qué no pueden el hombre y la mujer llevar sendos pantalones?

¿Sigo?

Una pausa para especificar algo relacionado. Hay cosas que se convierten en pecado según nuestras debilidades. Ejemplo: Juan tiene debilidad en el área de la pornografía. Suele verla en internet cuando todos se han ido a dormir. Juan está luchando contra ese pecado y quiere evitarlo. Para otra persona, navegar en internet por la noche no es pecado (aunque no es muy recomendable). Pero para Juan sí es pecado, porque está caminando por el camino que le lleva a pecar, SABIENDO lo que hay al final de ese camino.

Volviendo a los hijos de cristianos, somos propensos al legalismo. Desde pequeños hemos escuchado recomendaciones, normas, reglas y leyes; y cuando aún no conocemos a Cristo eso es todo lo que tenemos, normas, así que nos aferramos a ello como forma de acercarnos a Dios y hacer lo correcto. Aún después de conocer a Cristo todas esas normas siguen teniendo un gran peso en la mente. Además, a veces cristianos legalistas discipulan a su vez nuevos creyentes legalistas.

Los legalistas pueden caer en dos extremos.

El primer extremo es en el que comienzan a exigir (a ellos mismos y a los demás) el cumplimiento de todas las normas y leyes, como hacían los fariseos. Las personas que caen en este extremo se sienten fácilmente condenados, y tienen una conciencia muy sensible. Les cuesta sentirse perdonados y aceptados. Saben que Dios perdona, pero no ha llegado a hacerse carne en su corazón. No se sienten perdonados mas que a ratos. Han escuchado normas y consejos, y creen que para agradar a Dios deben cumplir todo eso. Por ejemplo, escuchan que en la Iglesia se dice “es recomendable tener un devocional diario”, e intentan cumplirlo con todas sus fuerzas, y cuando no pueden sienten que han fallado, que son los mayores pecadores y están alejados de Dios. Cuantas más normas, ¡¡más fallamos!! (3)

Somos seres humanos y es inevitable fallar, pero a los legalistas les cuesta aceptar eso. Quieren agradar a Dios sinceramente, y no admiten el fracaso ni en si mismos ni en otros, así que constantemente se sienten culpables, enojados, fracasados, desechados por Dios e incapaces de vencer a su debilidad. Esto crea un círculo vicioso del que es difícil salir: “Me siento mal porque no cumplo “las normas” y no las cumplo porque me siento mal (porque creo que he fallado ante Dios y no me atrevo a acercarme a Él)”. Pueden estar en ese círculo por años si no descubren la gracia, la verdad de que Dios les ama aunque no sean perfectos. La ley condena a muerte, pero el Espíritu de Dios da vida (4). La ley es ciertamente el ayo (maestro-yugo-guia) que  lleva a Cristo, pero el sacrificio de Cristo trae libertad del pecado y ¡del ayo también! (5). Ya no estamos bajo el peso de la ley. Cristo nos ha hecho libres.

En el segundo extremo, las normas llevan a algunos a la rebeldía y a apartarse de la fuente de esas normas. Como hay tantas normas que no comprenden, ni aceptan, ni son capaces de cumplir, se rebelan  y pasan de todo. Ésta es la razón de que muchos hijos de cristianos no quieran saber nada de Dios ni de la Iglesia. Del primer extremo pueden pasar al segundo cuando llegan a la conclusión de que no pueden cumplir la ley y deciden no seguir intentándolo.

Cuando los apóstoles tuvieron que decidir qué normas pondrían a los gentiles que se convertían, las redujeron únicamente a cuatro (6), y Jesús puso como más importantes únicamente a dos (7). Igual que los mandamientos para el pueblo de Dios eran 10, y los fariseos añadieron sobre ellos cientos de “leyes”, en la actualidad más y más normas “evangélicas” se acumulan sobre nosotros aplastándonos bajo el peso de la nueva ley. Si nos pusiéramos a analizarlas de una en una tardaríamos una eternidad, pero el punto que quiero recalcar es, ¿Cuántas de esas normas realmente son bíblicas?. La verdad nos hace libres (8), Cristo nos llamó a libertad, desea que caminemos en libertad. No debemos hacernos otra vez esclavos de la ley (9), no es voluntad de Dios.

Como padre/madre, debes ser sabio al poner normas y enseñar qué es pecado y qué no. Demasiadas normas pueden crear rebeldía, y demasiado pocas pueden llevar a que tus hijos se descarríen. Creo que debes orar mucho, muchísimo, y pedir a Dios que te enseñe dónde trazar la línea. Cómo enseñar correctamente aquello de “todo me es lícito, pero no todo conviene” (10). No basta solo con enseñar la norma. Ellos deben entender la razón por la que la pones (sobretodo niños mayores de 8 años, cuando son mas pequeños no necesitan tanta explicación). Deben conocer que hay consecuencias por pasar los límites y entender que no se debe jugar con fuego. Poner normas no es un tema que se deba tomar a la ligera. No solo debes ponerlas, sino mantenerlas en el tiempo también. Por eso más vale que tengas bien claras que normas vas a implantar.

Mi pastora (que es mi suegra también) siempre dice “no se aprende con cabeza ajena”. Y es totalmente cierto. Por mucho que uno recomiende y aconseje o incluso imponga, algunos hijos son tan cabezotas, que hasta que no experimenten en su propia carne que “si metes el dedo en el enchufe, te electrocutarás” o cosas así, no lo creerán. Afortunadamente otros toman el consejo y aprenden de la reprensión. Sin embargo, siempre habrá aquellos que necesiten comprobarlo por sí mismos. Con algunos hijos vale aquello de “un bofetón a tiempo”, pero con otros no. Ellos necesitan “un tropezón a tiempo”. Hacer su propia voluntad, tropezar, y darse cuenta de que sus padres tenían razón. Debes conocer a tus hijos y poner normas según lo que ellos necesitan, y para ello no hay fórmulas mágicas ni atajos, necesitas muchísima sabiduría de parte de Dios.

Sólo te pido una cosa, examina las enseñanzas que has recibido a la luz de la palabra de Dios, y pídele a su Espíritu Santo que te ilumine, te lleve a toda verdad y te haga libre.

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  1. Mateo 23:27
  2. Deuteronomio 22:5 Génesis 3:21
  3. Romanos 5:20
  4. 2ª Corintios 3:6 DHH
  5. Gálatas 3:24-25
  6. Hechos 15:28-29
  7. Mateo 22:37-40
  8. Juan 8:32
  9. Gálatas 5:1
  10. 1 Corintios 10:23.

Creo que todos los cristianos que llevamos mucho años en el evangelio vivimos a veces o nos vemos tentados a vivir de formas legalistas. Si te has sentido identificado con el legalismo de alguna forma o quieres asegurarte de no serlo te recomiendo encarecidamente el libro de Scott Smith “Vivimos por fe”. Todas las formas de conseguirlo aquí:  http://scottmarisa.com/vivimos-por-fe/

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