8- NO SE APRENDE CON CABEZA AJENA

La segunda consecuencia de “comenzar la casa por el tejado” como hablaba en el capítulo 6 es que los hijos de creyentes caen muy fácilmente en el legalismo.

Haré una breve introducción al legalismo para que me entiendas. Un día vino una señora por primera vez a nuestra iglesia y nos comentó que acababa llegar de un país latinoamericano y que estaba buscando Iglesia. La señora venía espantada porque había visitado otra Iglesia en Orense y habían hecho una merienda y comido algo dentro del local de la Iglesia. Por supuesto le preguntamos por qué aquello le pareció tan horrible, y nos dijo que en su Iglesia de origen le habían enseñado que aquello no estaba bien, y que era pecado. Indagando en el asunto nos contó que en su Iglesia de origen había un comedor, y que allí sí se podía comer. Mi pastora muy aguda le preguntó “¿acaso el comedor no es parte de la Iglesia?”. Para mí, éste es un ejemplo muy claro de cómo funciona el legalismo. Un día, en aquella Iglesia alguien dijo: “ya que tenemos comedor, es allí donde se va a comer. No coman en el salón de culto porque se ensucia”. Bien. Es una simple norma de orden. Pero en algún momento alguien lo espiritualizó. Hizo una ley espiritual de una norma de orden. Quizá dijo desde el púlpito algo como “la casa de Dios es santa. No la contaminen con comida” o quizá lo llamó directamente pecado. Una cuestión de orden pasó a ser una ley espiritual en aquel lugar.

A esto llamamos legalismo. Al hecho de añadir leyes que no están en la palabra de Dios. Esto es lo que hacían los fariseos: se ocupaban de que su apariencia fuese de santidad impoluta sin preocuparse por lo verdaderamente importante, lo que hay en el corazón. (1) El legalismo surge cuando alguien, en vez de entender el porqué, el corazón de una recomendación o norma, la establece como ley, como en el ejemplo que he puesto antes. El legalismo es convertir en ley espiritual aquello que bíblicamente no lo es.

  • Tener un devocional diario es necesario, imprescindible, vital para nuestra vida, pero no hacerlo no es pecado.
  • Bendecir los alimentos es una buena costumbre, pero no hacerlo no es pecado.
  • En internet hay mucho contenido pecaminoso, pero usar internet como herramienta no es pecado.
  • En el cine hay películas que un cristiano no debería ver, pero ir al cine no es pecado.
  • Emborracharse sí está mal, pero tomar bebidas con alcohol con moderación no es pecado.
  • Travestirse sí es pecado, pero que una mujer lleve pantalones de mujer no es pecado. Dios vistió al hombre y a la mujer con sendas túnicas. (2) ¿Por qué no pueden el hombre y la mujer llevar sendos pantalones?

¿Sigo?

Una pausa para especificar algo relacionado. Hay cosas que se convierten en pecado según nuestras debilidades. Ejemplo: Juan tiene debilidad en el área de la pornografía. Suele verla en internet cuando todos se han ido a dormir. Juan está luchando contra ese pecado y quiere evitarlo. Para otra persona, navegar en internet por la noche no es pecado (aunque no es muy recomendable). Pero para Juan sí es pecado, porque está caminando por el camino que le lleva a pecar, SABIENDO lo que hay al final de ese camino.

Volviendo a los hijos de cristianos, somos propensos al legalismo. Desde pequeños hemos escuchado recomendaciones, normas, reglas y leyes; y cuando aún no conocemos a Cristo eso es todo lo que tenemos, normas, así que nos aferramos a ello como forma de acercarnos a Dios y hacer lo correcto. Aún después de conocer a Cristo todas esas normas siguen teniendo un gran peso en la mente. Además, a veces cristianos legalistas discipulan a su vez nuevos creyentes legalistas.

Los legalistas pueden caer en dos extremos.

El primer extremo es en el que comienzan a exigir (a ellos mismos y a los demás) el cumplimiento de todas las normas y leyes, como hacían los fariseos. Las personas que caen en este extremo se sienten fácilmente condenados, y tienen una conciencia muy sensible. Les cuesta sentirse perdonados y aceptados. Saben que Dios perdona, pero no ha llegado a hacerse carne en su corazón. No se sienten perdonados mas que a ratos. Han escuchado normas y consejos, y creen que para agradar a Dios deben cumplir todo eso. Por ejemplo, escuchan que en la Iglesia se dice “es recomendable tener un devocional diario”, e intentan cumplirlo con todas sus fuerzas, y cuando no pueden sienten que han fallado, que son los mayores pecadores y están alejados de Dios. Cuantas más normas, ¡¡más fallamos!! (3)

Somos seres humanos y es inevitable fallar, pero a los legalistas les cuesta aceptar eso. Quieren agradar a Dios sinceramente, y no admiten el fracaso ni en si mismos ni en otros, así que constantemente se sienten culpables, enojados, fracasados, desechados por Dios e incapaces de vencer a su debilidad. Esto crea un círculo vicioso del que es difícil salir: “Me siento mal porque no cumplo “las normas” y no las cumplo porque me siento mal (porque creo que he fallado ante Dios y no me atrevo a acercarme a Él)”. Pueden estar en ese círculo por años si no descubren la gracia, la verdad de que Dios les ama aunque no sean perfectos. La ley condena a muerte, pero el Espíritu de Dios da vida (4). La ley es ciertamente el ayo (maestro-yugo-guia) que  lleva a Cristo, pero el sacrificio de Cristo trae libertad del pecado y ¡del ayo también! (5). Ya no estamos bajo el peso de la ley. Cristo nos ha hecho libres.

En el segundo extremo, las normas llevan a algunos a la rebeldía y a apartarse de la fuente de esas normas. Como hay tantas normas que no comprenden, ni aceptan, ni son capaces de cumplir, se rebelan  y pasan de todo. Ésta es la razón de que muchos hijos de cristianos no quieran saber nada de Dios ni de la Iglesia. Del primer extremo pueden pasar al segundo cuando llegan a la conclusión de que no pueden cumplir la ley y deciden no seguir intentándolo.

Cuando los apóstoles tuvieron que decidir qué normas pondrían a los gentiles que se convertían, las redujeron únicamente a cuatro (6), y Jesús puso como más importantes únicamente a dos (7). Igual que los mandamientos para el pueblo de Dios eran 10, y los fariseos añadieron sobre ellos cientos de “leyes”, en la actualidad más y más normas “evangélicas” se acumulan sobre nosotros aplastándonos bajo el peso de la nueva ley. Si nos pusiéramos a analizarlas de una en una tardaríamos una eternidad, pero el punto que quiero recalcar es, ¿Cuántas de esas normas realmente son bíblicas?. La verdad nos hace libres (8), Cristo nos llamó a libertad, desea que caminemos en libertad. No debemos hacernos otra vez esclavos de la ley (9), no es voluntad de Dios.

Como padre/madre, debes ser sabio al poner normas y enseñar qué es pecado y qué no. Demasiadas normas pueden crear rebeldía, y demasiado pocas pueden llevar a que tus hijos se descarríen. Creo que debes orar mucho, muchísimo, y pedir a Dios que te enseñe dónde trazar la línea. Cómo enseñar correctamente aquello de “todo me es lícito, pero no todo conviene” (10). No basta solo con enseñar la norma. Ellos deben entender la razón por la que la pones (sobretodo niños mayores de 8 años, cuando son mas pequeños no necesitan tanta explicación). Deben conocer que hay consecuencias por pasar los límites y entender que no se debe jugar con fuego. Poner normas no es un tema que se deba tomar a la ligera. No solo debes ponerlas, sino mantenerlas en el tiempo también. Por eso más vale que tengas bien claras que normas vas a implantar.

Mi pastora (que es mi suegra también) siempre dice “no se aprende con cabeza ajena”. Y es totalmente cierto. Por mucho que uno recomiende y aconseje o incluso imponga, algunos hijos son tan cabezotas, que hasta que no experimenten en su propia carne que “si metes el dedo en el enchufe, te electrocutarás” o cosas así, no lo creerán. Afortunadamente otros toman el consejo y aprenden de la reprensión. Sin embargo, siempre habrá aquellos que necesiten comprobarlo por sí mismos. Con algunos hijos vale aquello de “un bofetón a tiempo”, pero con otros no. Ellos necesitan “un tropezón a tiempo”. Hacer su propia voluntad, tropezar, y darse cuenta de que sus padres tenían razón. Debes conocer a tus hijos y poner normas según lo que ellos necesitan, y para ello no hay fórmulas mágicas ni atajos, necesitas muchísima sabiduría de parte de Dios.

Sólo te pido una cosa, examina las enseñanzas que has recibido a la luz de la palabra de Dios, y pídele a su Espíritu Santo que te ilumine, te lleve a toda verdad y te haga libre.

______________________________________________________

  1. Mateo 23:27
  2. Deuteronomio 22:5 Génesis 3:21
  3. Romanos 5:20
  4. 2ª Corintios 3:6 DHH
  5. Gálatas 3:24-25
  6. Hechos 15:28-29
  7. Mateo 22:37-40
  8. Juan 8:32
  9. Gálatas 5:1
  10. 1 Corintios 10:23.

Creo que todos los cristianos que llevamos mucho años en el evangelio vivimos a veces o nos vemos tentados a vivir de formas legalistas. Si te has sentido identificado con el legalismo de alguna forma o quieres asegurarte de no serlo te recomiendo encarecidamente el libro de Scott Smith “Vivimos por fe”. Todas las formas de conseguirlo aquí:  http://scottmarisa.com/vivimos-por-fe/

7- EL HIJO PRÓDIGO SE VA DE CASA

7- EL HIJO PRÓDIGO SE VA DE CASA

Creo que cuando se habla del hijo pródigo a la mayoría de padres se les ponen los pelos de punta. Nadie quiere un hijo pródigo. Nadie quiere un hijo que se vaya de casa con sus cosas y malgaste su vida alejado de Dios y su familia. Pero la verdad es que aunque no se vayan de casa de sus padres, todos los hijos son pródigos (alejados de Dios) hasta que se vuelven personalmente a él. Unos hijos se alejan más de Dios que otros, pero todos necesitan volverse a él de todo su corazón y todas sus fuerzas.

Ahora bien, ¿qué hago si mi hijo no quiere saber nada de Dios?. ¿Cómo afrontarlo, cómo tratarlo?. ¿Qué solución, qué esperanza tengo?

Quisiera compartiros el testimonio de mi padre, Joel Viljanen, escrito por él mismo. Ese testimonio que tanto me impactó en la adolescencia.

Lee como me impactó aquí: https://yoymicasablog.wordpress.com/2017/01/02/3-el-ejemplo/

“La verdad es que viví una infancia interesante y feliz hasta donde yo recuerdo. De todos modos ser el hijo mayor de un misionero al que algunos llaman apóstol, te marca quieras o no. Desde siempre, me sentí también muy responsable de mis otros 6 hermanos porque vivíamos en un país, Uruguay, y en su capital, Montevideo, donde se nos consideraba «gringos» y por lo tanto, gente a la que muchos podían odiar y envidiar libremente aunque creo que no habían razones ni para lo uno ni para lo otro. Fuimos apedreados alguna que otra vez, e insultados muchas veces. Siempre consideré a mi padre, Altti Viljanen, como un hombre valiente, trabajador y al que movía «una sola causa»: La del Evangelio de Jesucristo. Estaba con nosotros cuando podía, pero su tiempo y sus fuerzas eran casi todas para la Obra del Señor. Dios le usó en muchas ocasiones poderosamente y – si mal no recuerdo – puedo haberme sentido incluso orgulloso por ser su primogénito. Pensándolo ahora quizás mi padre y la Iglesia esperaban de mí demasiado. No lo sé. Mi madre, Hely, siempre fue mas cercana para mí. De todos modos pude tomar mis decisiones libremente y cargué con las consecuencias también, como todo el mundo. Hoy en día aprecio y quiero mucho a mi padre ¡pero no siempre fue así!

 A los 16 años volvimos a Finlandia por unos meses y mis padres volvieron pronto a Uruguay, yo me quedé a vivir sólo por decisión propia. Creía que podía con todo pero me equivoqué. Entré en el servicio militar obligatorio con 17 años y ahí comenzaron los años en los que comencé a pensar que ya no necesitaba ni de Dios ni de mi familia. Durante el servicio militar me descarrié bastante y ya no quise aparentar más. Me alejé de Dios y de la Iglesia tanto, que pensé que jamás volvería a ser cristiano. Mi crisis llegó cuando me vi sólo en la vida y con un vacío descomunal. Esto me llevó a una depresión “de caballo” que me dejó con la autoestima y las fuerzas por los suelos. No me suicidé porque Dios no lo quiso, pues estuve a punto de hacerlo.

 Llevaba 7 años sin ver a mi familia y sin hablar con mis padres. Mi madre era la única que me escribía muy de cuando en cuando. No sé porque no me escribían más (las cartas tardaban un mes en llegar), puede que haya sido porque no sabían lo que decirme, pero esto sólo es una suposición mía. Esta situación con mi familia me había resentido mucho. Cuando oí que mi familia volvía a Finlandia, intenté mudarme a Suecia, no lo conseguí y tuve que ver a mi padre sí o sí. Después de tantos años le vi muy envejecido, y cuando me preguntó si había “huido de ellos”, algo se derritió en mis adentros. Lo supe más tarde pero mi familia tomó en esos días la decisión de NO hablarme nada de Dios ni de la Biblia sino tan solo demostrarme amor. Y eso comenzó a “amansar” a la fiera que llevaba adentro. Lo llamaron “la estrategia del amor”. ¡Sus oraciones comenzaron a surtir un efecto que – ahora lo comprendo – no lo puede hacer ninguna otra cosa en el ser humano! Sentía que me querían tal como yo era y ¡eso me “confundía” mucho! No existen armas contra la Fuerza más Grande del Universo – ¡El Amor Incondicional de Dios que obra a través de personas falibles!

 Dios me dio una inesperada oportunidad cuando me invitaron a un campamento de hijos de misioneros y quise ver a muchos amigos de infancia después de mucho tiempo. Allí vi cómo yo no era el único que estaba bastante perdido y vacío. Volví a entregarle mi vida al Señor “casi sin querer”. Dicen que “por la boca muere el pez” y exactamente eso fue lo que me pasó a mí. No entraba en mis planes, pero es que tuve que reconocer que mi orgullo me había llevado a una vida sin ningún propósito más que el de vagar sin rumbo ni sentido. Tenía un trabajo humanamente inmejorable pero me faltaba algo. Al final del campamento reconocí públicamente que había perdido “el tren de la vida abundante” y ¡estallé a llorar!, entregando mi vida de nuevo a Cristo para gran asombro de todos los asistentes.

 Conocí a mi Seija en la escuela bíblica y formamos una familia basada en el amor. Ser padre es lo más maravilloso que me ha pasado aparte de volver al Camino de la Vida Eterna. Aunque somos de trasfondos muy diferentes, y tenemos formas de ver la educación y las relaciones a veces muy opuestas, ha sido una bendición casarme con la mujer de mi vida. Las diferencias crean siempre algunas tensiones pero siempre podemos llegar a entendernos si hay voluntad y cariño. Lo más importante es tener metas en común y encontrar una solución común. No mi manera de hacer las cosas, ni la tuya, sino crear la nuestra. Creo que muchos padres pensamos que nunca haremos los mismos errores que han hecho (a nuestro juicio) con nosotros, pero si no hacemos los mismos haremos otros “errores u horrores» ¡quizás aún peores!. En mi caso por lo menos ha sido en parte así.   Sólo la Inmensa Gracia de Dios nos ayuda a mantener o recuperar el buen juicio y pedirle sabiduría en ciertos momentos de tensión y crisis.

 Pienso que no existen padres que no cometan errores, pero el reto de aprender «a la par» y crecer con ellos es algo muy valioso y enriquecedor que no cambiaría por nada. La sinceridad es algo que no es sustituible por ninguna otra cualidad espiritual o humana. Creo que no hay mayor veneno para la relación con nuestros hijos que la hipocresía. Si somos una cosa en la Iglesia y otra en casa ya podemos explicarlo como queramos que ¡no va a colar! Confesar, pedir perdón e intentar mejorar lo mejorable es indispensable para una relación amorosa con los hijos. Yo no he sido perfecto ni en esto ni en nada, pero he intentado ser lo más transparente posible! Pensaba que nunca haría los errores que me parecen “de cajón”, pero los he cometido y tenido que confesarlo e intentar de enmendarlos en lo posible.

 Ahora que ya soy abuelo, pienso que podría haber hecho las cosas mucho mejor pero seguramente también lo podría haber hecho mucho peor! Cuando se es joven se tiene muchos ideales de educación pero al llegar a viejo solo te quedan preguntas y pocas ideas fijas de cómo se deben hacer las cosas. ¡Cada niño es tan diferente! No puedes tratarles igual y al mismo tiempo no debes tener favoritos. Es difícil. El único consejo que me atrevo a dar es el de pedir mucha Sabiduría, Humildad y Gracia a Dios y de ser lo mas humildes y transparentes especialmente cuando «metemos la pata» hasta el fondo como yo lo he hecho varias veces!

 Para finalizar he de decir:

  1. a) que como padres tampoco debemos sentir culpabilidad de todas las decisiones erróneas que puedan hacer nuestros hijos porque al final «cada palo ha de aguantar su vela». ¡Si te sientes fracasado debes saber que no eres el único!. El Espíritu Santo te ha de consolar como nadie si le buscas. Y
  2. b) si Dios ha podido hacer de este “hijo pródigo” un padre dichoso como pocos y me ha dado por Gracia de tener la familia e hij@s que me ha dado, lo puede hacer en cualquier caso, por imposible que te parezca, si sólo te humillas cada día a apoyarte de todo corazón en Él y no en tu propia sabiduría, fuerza o experiencia por mucha que tengas! Dios bendiga cada padre y madre que sigue en “la bella escuela” de enseñar y aprender junto a los seres más queridos que existen sobre toda la faz de la tierra para ti! Y a los hij@s que lean esto que os voy a decir… nada que no sepáis! ¡Por lo menos eso me sigue diciendo mi hijo menor muchas veces! ¡LOL! ….

Quise incluir este testimonio al hablar de este tema, porque la estrategia que usó mi abuelo fue dada por Dios para ellos. Juntos oraron y se pusieron de acuerdo en que iban a mostrarle amor a mi papá. Aún estando en otro continente, y sin saber nada de su depresión, Dios les mostró la manera de llegar a él. Mi padre no necesitaba sermones, no necesitaba regaños o castigos. Necesitaba saber, que aunque era pródigo, aún era amado en casa. Y el amor cubrió, una vez más, multitud de faltas.

Si tienes un hijo pródigo, la estrategia para ganarlo de vuelta sólo te la puede dar el Espíritu Santo de Dios. En el caso de mi padre, Dios ya había estado obrando a través de las oraciones en su vida antes de que su familia volviera, y con el amor que le mostraron, el hijo pródigo volvió a casa. Pero cada hijo es diferente, por eso necesitas la dirección del Espíritu Santo.

Recuerdo una predicación de Yanina De Lorenzo, mi cuñada, que establecía la diferencia entre la oveja perdida y el hijo pródigo. Nos explicaba que en la parábola de la oveja perdida, la oveja simboliza las personas que nunca han conocido a Dios, y esas personas necesitan que vayamos a buscarlas y les hablemos de Cristo. Pero cuando habla del hijo pródigo, habla de alguien que ya conoce a Dios y se aparta de su camino, y esas personas necesitan arrepentirse y volver a casa, porque ya conocen el camino.

Por tanto, si tu hijo no ha escuchado el mensaje de salvación por la razón que sea, debes ir a buscarlo y hablarle sin temor. Plantar esa semilla de la fe en su corazón, y Dios, a su tiempo, traerá el crecimiento.

Asimismo, si tu hijo ya ha oído hablar toda su vida de Cristo, y aún así decide seguir otro camino, probablemente los sermones no funcionen con él. El padre del hijo pródigo lo dejó marchar, seguramente oró, y esperó. Y esperó. Y esperó. Siempre amándolo, siempre con esperanza mirando al horizonte imaginándolo venir. Siempre.

Una de las mayores pruebas que nos puede tocar en la vida es esperar por largo tiempo. Hasta los más fuertes se tambalean ante la espera prolongada. Pero debemos confiar en Dios, que es el único que puede hacer esa preciosa obra de salvación, y orar, amar y esperar. No desesperes. Dios está mucho más interesado que tú en que tu hijo le conozca porque lo ama mucho más que tú, porque su amor es perfecto. A su tiempo cosecharemos si no desmayamos. Confía en Él, y Él hará. Su paz puede acompañarte cada día en esta espera. Recuerda que tú también estuviste alejado de Dios en otro tiempo y ten esperanza.

6- LA CASA POR EL TEJADO

6- LA CASA POR EL TEJADO

Cuando entregué mi vida al Señor a los 16, descubrí que no sabía orar. Bueno, en realidad descubrí que no sabía nada de Dios. Me sentí totalmente perdida. A pesar de haber escuchado una media de dos predicaciones semanales durante toda mi vida hasta la fecha, descubrí que no tenía ni idea de cómo dirigirme a Dios. Sabía el padre nuestro, cómo orar delante de la gente haciendo que sonara bien, sabía toda la teoría y las cosas que no se deben decir… me habían enseñado mucho y muy bien, pero toda aquella información estaba hueca de significado para mí. Por primera vez en mi vida me encontré delante de un Dios vivo que se había cruzado en mi vida y no sabía qué decirle. Si me hubieran puesto delante un examen del seminario creo que lo hubiera aprobado sin problema, pero me hallaba ante algo nuevo y desconocido para mí: un Dios real fuera de toda aquella información que tenía.

Poco a poco, Dios me fue enseñando cómo caminar de su mano. Él fue abriendo mis ojos y pude decir como Job: “de oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (1). Y por la gran misericordia de Dios lo he podido decir muchas veces desde entonces, experimentando cada día más de su verdad.

A esto es lo que yo llamo tener “conceptos vacíos”. Es tener un conocimiento de algo, incluso poder definirlo o explicarlo, pero sin vivirlo ni experimentarlo, sin saber cómo se hace realidad en la vida de uno.  Es como saber toda la teoría de la conducción sin haber conducido un coche. Yo tenía toda la información del mundo, pero cada uno de esos conceptos estaba vacío. Sabía qué era la oración, pero no sabía orar. Sabía que Dios es amor, pero no lo experimentaba en mi vida. Y un larguísimo etcétera.

Éste es un mal común en los hijos de los creyentes. Es un hándicap (dificultad) con el que nacemos. Es como si hubiéramos comenzado a conocer a Dios al revés. Un creyente de primera generación conoce a Dios primeramente y después empieza a conocer la palabra, los mandamientos, las tradiciones de la Iglesia, etc.  Los hijos de cristianos comenzamos al revés. Primero conocemos la Iglesia, las leyes y las rutinas religiosas y después, en el mejor de los casos, un día conocemos a Cristo. Es como si comenzáramos la construcción de una casa por el tejado. El tejado es muy bonito y nos resguarda un poco y podemos sentirnos seguros durante un tiempo, pero si nos falta el cimiento que es Cristo, tarde o temprano todo caerá.

Para un hijo de cristianos es muy fácil creer que Dios es religión, que Dios es tradiciones, que Dios es  mandamientos: porque es lo que experimenta lo único que ve al principio. Así, hasta el día que conoce a Cristo. Eso es todo lo que Dios es para él: una estructura que nos puede satisfacer más o menos, pero sin cimientos, sin contenido, sin corazón, y sin vida.

Estos “conceptos vacíos” generan dos clases de respuestas extremas muy opuestas, pero igual de malas.

Por una parte están los que comienzan a servir a Dios súper jóvenes y se ofrecen como voluntarios a todo y hacen de ese “activismo” el centro de sus vidas. Algunos lo hacen porque les gusta la Iglesia y las cosas que se hacen en ella y por tanto se vuelven una parte muy activa de ésta. Otros lo hacen por ayudar a sus padres. Quizá te preguntas ¿Por qué esto puede ser muy malo? Porque si no  han tenido un encuentro personal con Cristo, lo hacen sin entender que debemos servir a Dios por amor y que no es por obras, sino por fe. Aman la Iglesia, la obra, pero no aman a Dios. Éste fue mi caso. Servía en la Iglesia desde los 15, y entregué mi vida al Señor con casi 17. Y aún después de eso, tardé mucho en darme cuenta que a Dios le importaba mucho más mi corazón y que le dejara a él obrar en mí, que el hecho de que yo no parara de hacer cosas “para Él”. Lo malo de este extremo es que puedes caer en un engaño. Puedes creer que estas bien delante de Dios, que lo amas y estás haciendo lo correcto porque haces todo lo que se supone que hay que hacer, pero sin conocer a Dios en realidad e incluso sin haber nacido de nuevo.

El otro extremo es el contrario. Estos hijos de creyentes están decepcionados con Dios por una de dos: o están decepcionados con sus padres y/o líderes o personas de referencia en la Iglesia, o están decepcionados con la iglesia como organización. Han mirado a las personas para encontrar a Dios porque no le conocen, pero como han salido decepcionados no quieren saber nada de Dios ni de la Iglesia. Lo malo de este extremo es que mientras no miren a Cristo, eso es todo lo que van a ver: decepción.

Me maravillo viendo que hay muchos hijos de creyentes que no caen en estos extremos, que ven más allá de la religión y las personas y encuentran a ese Dios poderoso que les ama. Dios llama a la puerta, y muchos abren. ¡¡¡Qué grande es la obra de Dios!!!. Nunca podré recalcar lo suficiente la importancia de enseñar a nuestros hijos a Cristo, a un Cristo vivo fuera de toda religiosidad.

Como progenitor debes intentar asegurarte de que tus hijos conocen al Dios que hay tras la obra, que lo experimenten, que lo amen. Para Dios lo que importa no es lo externo, lo que se ve por fuera, sino el corazón. Por tanto, tú tampoco debes dejarte engañar por el espejismo de que “si mi hijo se porta bien y asiste o participa en la iglesia, todo está bien”. Puede que así sea, pero puede que no.

Para conocer la situación espiritual de tus hijos, mira sus frutos. Busca el fundamento, el cimiento, la base: ¿hay una relación personal con Cristo? De nada sirve que la vida de nuestros hijos aparente ir bien. Un edificio bonito sin cimientos, tarde o temprano caerá.

Nota para hijos: Dios es un Dios personal. Has visto y oído muchas cosas, pero deja todo eso un poco a un lado y dirígete a Dios personalmente. A veces toda esa información que nos dan otras personas entorpece un poco a la hora de acercarse a Dios, porque esperas que tus experiencias sean como las de olos demás. Deja eso. Dios trató a Moisés con una zarza, a Elías con un huracán, a Jonás con una ballena, a David con un leones, osos y gigantes, y quién sabe cómo quiere tratar contigo. Saca a Dios de los moldes de la religión y de todo lo que otros te contaron. Dios quiere tener una relación personal contigo y va a ser única e irrepetible. Sólo acércate a Él sin expectativas y Él te mostrará quien es y  lo que quiere hacer contigo.

________________________________________________________

  1. Job 42:5