Amar o no amar, he aquí la cuestión.

Es muy fácil decir «te quiero» o «te amo». Al fin y al cabo son sólo palabras. Pueden salir de nuestra boca con sólo articularlas. Ahora bien, como dicen aquí en España «del dicho al hecho, hay un trecho», y «las palabras se las lleva el viento».

Todas las personas necesitan amor, anhelan un amor desinteresado, perfecto, incondicional y que llene su corazón. Todos queremos recibir amor pero ¿Estamos dispuestos a darlo?.

Decir palabras bonitas es relativamente fácil. Pero amar no es fácil . Requiere esfuerzo, paciencia, generosidad, tiempo, enfocarse en la otra persona, ser abnegado. Amar requiere entregar un pedazo de ti mismo. Cuando amas entregas todo lo que eres y lo que tienes sin esperar nada a cambio, pero es fácil, porque amas.

Fue facilísimo enamorarme de mi esposo, Dios me confirmó que él era el hombre para mí, y eso le dio alas a mis emociones. Viví el noviazgo posada en una nube en forma de corazón. Sin embargo no fue fácil trabajar con las diferencias en el matrimonio. En las pruebas y dificultades he comprobado que Dios es fiel y que el amor verdaderamente cubre multitud de defectos (faltas). El amor es como el menisco en la rodilla. Si no lo hay, la rodilla igual funciona, pero notas un gran dolor a cada paso. Es como el protector solar, puedes tomar el sol sin ponértelo, pero después.. ¡ay!. Es como el aceite en el motor del coche, como el aceite al freír huevos, como.. bueno, te haces una idea ¿no?

Ahora bien, no todas las demás personas han sido tan fáciles de amar. Últimamente hemos tenido un gran desafío como familia: aprender a amar a dos niñas de acogida. Pensé que sería casi automático, pero no es así. Dos niñas pequeñas que vienen de circunstancias difíciles. Sí, inspiran compasión, les tengo cariño, pero el amor es otra cosa. Cuidar de ellas no me ha hecho amarlas. Llevabamos más de un año en la lista de acogedores hasta que salió la opción de éste acogimiento. De una semana para otra eramos 6 en casa. Lo afrontamos con ilusión y ganas, pero se fueron desvaneciendo. La primera semana rompieron varios juguetes de los más caros de nuestra hija Emma y revolvieron la casa entera. Cambió nuestra rutina, el orden de los muebles y los armarios, las normas de la casa, el nivel de ruido, el menú, las tareas de cada uno y sobre todo los horarios.

Las carencias de las niñas se convirtieron en un trabajo a jornada completa. Repetirles una y otra vez las mismas cosas sin que parecieran aprender nada me fue pasando factura. Poco a poco la ilusión y las ganas se fueron sustituyendo por cansancio y frustración. Cuando buscaba la razón para ésto me di cuenta de algo. Algún día volverán a su casa así que en algún momento tomé la decisión inconsciente de «no amarlas demasiado», ya que (como no para de repetirme todo el mundo) cuando se vayan puedo pasarlo muy mal. Sin embargo, no amarlas hace que lo pase mal ahora, porque no hay amor para suavizar el desgaste de la situación.

Si no amas puedes ahorrarte algún tipo de sufrimiento futuro ante el abandono o las decepciones, pero si no amas, sin duda se incrementa el sufrimiento del presente porque comienzas a acumular frustración, que a su vez trae ira, que a su vez trae rencor, el cual es pecado. Así que he decidido amarlas. Aunque algún dia cuando se vayan duela, el amor de Dios también sanará esa herida. Poco a poco esas cosas malas que recogí por el camino van desvaneciéndose, la carga se va haciendo más ligera, aunque sigue siendo un desafío y algo en lo que tengo que trabajar.

El amor es una decisión por encima de un sentimiento. Nuestras decisiones afectan directamente a lo que pensamos y lo que pensamos afecta directamente a lo que sentimos.

Jesús dijo que su yugo era fácil y su carga ligera, y no creo que hablara metafóricamente. Sé que llenos del amor y del poder del Espíritu Santo nada pesa porque su amor es el bálsamo de gozo, como esas gafas color de rosa que parecen ponerse los enamorados. ¿Que locuras has hecho por tu amad@? ¿Te costó? ¿Fué un gran sacrificio para ti? ¿O más bien se te hicieron cortos los años de trabajo por él/ella ya que l@ amabas?. Así deberíamos ser servir a Dios (y por tanto a los demás, ya que ese es nuestro servicio a Dios). Un amor que no cuesta, que no pesa, que es un gozo y un privilegio cada día. Podemos amar a los demás porque Dios nos amó primero. Si cuesta, es que aún falta amor.  ->Señor perfecciónanos en tu amor<-

¿Hay alguien en tu entorno a quien sea difícil de amar? ¿Quizá en tu familia?. ¿Alguien  que te ha hecho daño?. ¿Alguien de la Iglesia que piensas que «no durará mucho aquí», o «seguro que éste es de los que se enfadan por tonterías y se van»?.  ¿Alguien con quien parece que no encajas aunque lo intentes?. ¿Alguien que, sepas o no el porqué, simplemente te repele como persona?.

Recuerda que eres amado:

  • Porque de tal manera te amó Dios que ha dado a su hijo unigénito por ti. ❤
  • Yo los he amado a ustedes tanto como el Padre me ha amado a mí. Permanezcan en mi amor. Juan 15:9 NTV
  • Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios.
    1 Juan 4:1
  • En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.1 Juan 4:9-10
  • Y nosotros hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama. Dios es amor. El que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.  1 Juan 4:16 NVI
  • Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 8: 38-39
  • Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus hijos. Salmos 103:13 NVI
  • Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) Efesios 2:4-5.

Recuerda el llamado:

  • «Amad a vuestros enemigos» Lucas 6:27
  • «En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo» 1 Juan 4:18
  • «El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.» 1 Juan 4:8 NTV
  • «Si alguno dice: yo amo a Dios y aborrece a su hermano, es mentiroso.» Juan 4:20
  • «Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros». Juan 13:34
  • Hagan todo con amor. 1 Corintios 16:14 NVI

No es tu amor, es el de Dios. y Todo lo puedes en Él que te fotalece

MENTIRAS QUE A VECES CREEN LOS HIJOS DE PASTOR 4

MENTIRAS QUE A VECES CREEN LOS HIJOS DE PASTOR 4

SOY DIFERENTE

No hay dos personas iguales. Ni siquiera los gemelos idénticos. Sin embargo, los seres humanos necesitamos esa sensación de ser aceptados dentro de un grupo de «iguales», de personas con las que tenemos cosas en común y que nos aceptan como somos. Sin embargo, ésta necesidad puede ser muy difícil de cubrir para un hijo de pastor.

Es normal que al ser cristiano, en el colegio a veces te vean como un «bicho raro», pero dentro de la Iglesia, uno debería poder encontrar gente con la que tener cosas en común ¿no?. Pues no siempre es así.

Por un lado los hijos de pastor recibimos un trato ligeramente diferente desde la infancia. Pueden ser grandes diferencias o cosas sutiles pero que sumadas son una gran diferencia.

Recibimos diferente trato, diferentes expectativas sobre nuestra vida, e incluso se nos aplican diferentes reglas. Por ejemplo mis hijos reciben regalos de navidad y cumpleaños de personas que no regalan nada a otros niños de la Iglesia. Personas de mi iglesia regañaban a otros niños pero a mí solo me miraban con desaprobación sin llegar a regañarme. Hay otros casos totalmente opuestos en los que los hijos de pastor son regañados con la cantinela de «tenía que ser el hijo del pastor» o «tú eres el hijo del pastor, ya deberías saber que eso no se hace» o simplemente reciben reprimendas más severas que los demás. A pesar de que lo nieguen o no se den cuenta,  los feligreses suelen tratarnos de forma diferente. Esto se acentúa especialmente en los hijos de misioneros ya que además se encuentran en una cultura diferente, y a veces hasta los demás niños les tratan diferente. Por ejemplo a mí en España me decían «la finlandesa» y en Finlandia me llamaban «la española». Así que fuera donde fuera tenía el sello de «diferente».

A veces son diferencias más sutiles pero son cosas que nos hacen llegar a la conclusión de que algo en nosotros es diferente (a veces con connotación positiva -soy especial- y otras negativa -algo en mi está mal).

Recibimos un trato diferente que cuando se suma con otras de las mentiras que ya hemos tratado en semanas anteriores, puede tener un gran poder destructor en la vida de un hijo de pastor.

«Soy diferente» puede hacerte sentir sólo en medio de la multitud, no tengo amigos porque soy diferente, no me entienden porque soy diferente… Eso se convierte en una tendencia a aislarse que te puede llevar dos extremos: a la depresión («no puedo contar con nadie») o al orgullo («yo no necesito a nadie»). Ésta mentira puede incluso interferir en tu capacidad  de desarrollar una amistad íntima con tu cónyuge. Llegas a pensar que no puedes abrirte con nadie, ya que no te entenderían porque eres diferente a ellos.

«Soy diferente» y aunque los demás no tengan que ser perfectos, yo sí. (MENTIRA 1)

«Soy diferente» y aunque los de mi edad no sepan, yo ya tendría que saber (MENTIRA 2)

«Soy diferente», existo para los demás (MENTIRA 3)

«Soy diferente», y por eso no encajo en ningún grupo ni puedo tener amigos de verdad (MENTIRA 4)

Es cierto que para un hijo de pastor puede ser más difícil hacer amigos. Puede que no te dejen tener amigos fuera de la Iglesia, y puede que los jóvenes de la Iglesia te traten de forma diferente, impidiendo que te muestres como realmente eres. Mi experiencia es que se puede, pero no es sencillo. Lo voy a resumir en unas recomendaciones:

1- El que quiera tener amigos ha de mostrarse amigo. Busca alguien en tu situación: que le cueste hacer amigos. Ofrécele tu amistad, tu compañia y tu ayuda. Puede que coseches un amigo genuino para toda la vida.

2- Prueba a las personas antes de confiar en ellas completamente. Hay personas que se acercarán por ti por tu «posición», comprueba su fiabilidad antes de abrir todo tu corazón.

3- Dios es el mejor amigo que puedes tener. Lo sé. Lo has escuchado un millón de veces. Pero pruébalo. Dios puede ayudarte a encontrar amigos también.

4- Date cuenta que hay muchos tipos de amistades, no esperes siempre lo mismo. Hay amistades en las que tú eres el paño de lágrimas y hay otras en las que es al revés. Hay amistades de ver a diario y hay amistades en las que no pasó el tiempo aunque lleveis años sin veros. Acepta cada persona tal y como es y acepta también que clase de relación puedes tener con ella.

5- Por confiable y maravillosa que sea una persona no puedes poner toda tu confianza y fe en ella. Solamente Dios merece esa clase de confianza, porque las personas fallan y dañan.

6- Por mi experiencia diría que es más fácil para un hijo de pastor encontrar amistad verdadera en la juventud que en la adolescencia. Pero todo pasa por saber quien eres. Cuando sabes quien eres es más fácil relacionarte con los demás y conectar. Normalmente eso se averigua en esas relaciones con tus amigos en la adolescencia, pero los tengas o no los tengas, el que mejor te conoce y mejor te puede ayudar en esa tarea es Cristo.

7- A veces «soy diferente» impide que dejes a la gente acercarse. Creeme, hay mucha gente que ha pasado circunstancias similares a las tuyas y que puede entenderte. No dejes que «soy diferente» te aísle y no te permita descubrir a esas personas.

La verdad te hace libre. Y la verdad es que aunque hayas tenido más privilegios y más luchas que otros cristianos eres simplemente un hijo de Dios. Dios no mira lo que ven los hombres, a Dios no le interesa tu status social. Dios no te exige más por ser hijo de tal o de cual. Ante Dios estás al mismo nivel que cualquiera y a la vez te ama como nadie. No eres especial por ser hijo de pastor, eres especial por el precio de sangre que Cristo pagó por ti, por nada más. Necesitas ministración, ánimo, oración y consejo como los demás. Necesitas ser discipulado. Necesitas amigos de confianza y maduros. Pídele a Dios que ponga a tu alrededor personas maduras de confianza y también renuncia en voz alta a la mentira de que «soy diferente» para que nada impida que puedas confiar en esas personas que Dios pone en tu camino.

Basado y modificado del libro «Tengo que ser perfecto» por Timothy L. Sanford. Usado con permiso del autor. Disponible en Amazon.

MENTIRAS QUE A VECES CREEN LOS HIJOS DE PASTOR 3 (y los pastores)

MENTIRAS QUE A VECES CREEN LOS HIJOS DE PASTOR 3 (y los pastores)

«EXISTO PARA OTROS»

Ésta mentira, o media verdad, que es lo mismo, es pareja de hecho con otra muy parecida «las necesidades de los demás son más importantes que las mías». Y la creemos porque tiene una laaaarga justificación bíblica y práctica.

Crecer con la mente fija en el ministerio puede fácilmente programarte para pensar en pensamientos como:

– «Estoy aquí para ser una manguera espiritual en éste jardín, para pasar el agua de vida hacia otros. Pero ya sabes, la manguera no es importante»

– «Fui creado para servir»

– «Se me ha dado mucho, se me demandará mucho, tengo que dar todo lo que tengo y soy».

– «La necesidad de apoyo del hermano de la Iglesia que va a ser operado, es más grande que la mía de tener vacaciones aunque hace tres años que no las tenemos».

– «La necesidad de la denominación de tener un predicador para jóvenes es más importante que la mia de que mi papá me arrope por las noches».

– «El mundo necesita más un evangelista de lo que yo necesitas un padre».

– «La necesidad de papá de descansar o estudiar la palabra es más importante que mi necesidad de ayuda con mis deberes de matemáticas».

– «La necesidad de mamá de mantener una buena apariencia es más importante que mi necesidad de ser un niño»

Puedes pensar que es tu trabajo, tu obligación, hacer que los demás se sientan cómodos y sean felices. Después de todo es a ellos a quien hay que ministrar ¿verdad? Es egoísta por tu parte «estorbar el trabajo de Dios» con tus propias necesidades ¿o no?. Recuerdas todas las predicaciones sobre el servicio y todas las veces que alguien citó Filipenses 2:4 «no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.» olvidando que dice TAMBIÉN. De alguna forma cada tarea de servicio en la Iglesia es parte de tus tareas.

MENTIRA! MENTIRA! MENTIRA! Pero nunca una mentirá sonó tan.. espiritual.

¿Debemos servir? SI ¿Debemos servir aunque no nos sintamos bien? NO ¿Debemos servir sin importar el costo personal? NO.

Dios desea que su obra sea hecha, desde luego, pero para Él  ni la obra ni las actividades son tan importantes como que tu vida se mantenga sana y en equilibrio. Su obra será hecha con o sin ti, no te preocupes. Tienes derecho a bajar el ritmo cuanod estás cansadpo. Tienes derecho a delegar tareas. ¡¡¡Tienes derecho a tener necesidades propias y que sean satisfechas!!!

Si tus necesidades legítimas no son fatisfechas terminas deprimido, pierdes el valor como persona porque piensas «no valgo, no merezco, estoy para los demás». Pierdes conexión con la realidad y vives una mentira.

¿Cómo terminamos pensando que nuestras necesidades no son importantes?

El apego en el ser humano se desarrolla de la siguiente manera:

 Tengo una necesidad – expreso esa necesidad – suplen la necesidad – mi confianza crece.

Pero a veces es disfuncional y va así:

Tengo una necesidad – expreso esa necesidad – pero mi necesidad no es suplida o es suplida de forma inconsistente- soy defraudado herido y confundido – no hay confianza – pedir y no recibir lastima, así que dejo de pedir – con el tiempo incluso puedo olvidar necesitar nada de nadie.

 Algunos padres te explican «cariño no puedo jugar contigo porque a la hermana Felisa se le murió el hijo y está muy triste», y claro, tú entiendes que eso es muy triste y ves tu necesidad pero eliges ignorarla porque es «lo correcto». Otras personas pueden incluso llamarte egoísta o inmaduro, así que aprendes a no necesitar. Las herejías van de la mano así que el «tengo que ser perfecto» te dice que si no necesitas nada eres perfecto y además «ya deberías saber» cómo manejar tus propios problemas y no necesitar nada de nadie. Léelo en los capítulos anteriores:

MENTIRAS QUE A VECES CREEN LOS HIJOS DE PASTOR 1     

MENTIRAS QUE A VECES CREEN LOS HIJOS DE PASTOR 2

(Papás: obviamente hay veces que no puedes atender la necesidad de tu hijo en ese momento exactamente pero asegúrate de decirle cuándo le vas a ayudar y cumplirlo)

La verdad es que suena muy espiritual pensar que te estás «desgastando por el evangelio», pero Dios te hizo una persona con necesidades y por tanto tienen que ser suplidas de una forma correcta. Una vez leí en un libro cuyo título no recuerdo, que los siervos de Dios son como zarzas. Decía que el fuego de Dios arde sobre la zarza pero no la consume (Éxodo 3:1-6). La zarza sigue reverdeciendo pero el fuego de Dios brilla sobre su vida iluminando. Ahora bien, hablaba de kamikazes espirituales que con tal de arder, se inmolan, prendiéndose fuego y consumiéndose en la obra en medio de demasiadas actividades y  necesidades de otras personas.

Recuerda, si es fuego de Dios, es equilibrado. No te consumirá, sino que reverdecerás, crecerás y serás de bendición a otros. Si estás quemándote, desgastándote, menguando, por mucha «bendición» que otros estén recibiendo a través de ti.. ¿por cuánto tiempo puede durar? ¿De que le sirve al hombre si ganase el mundo pero perdiese su alma? ¿De qué te sirve bendecir a otros y perder tu gozo? ¿De qué te sirve restaurar otras familias y descuidar la tuya? ¿De qué te sirve brillar para acabar como un montón de cenizas?

A Dios le importaba la zarza. No la dejó quemarse. A Dios le importa no sólo lo que logres, le importa cómo termines la batalla y que llegues a la meta.

A veces me parece que hay ministerios que operan bajo el lema «the show must go on»= «el show debe continuar». Al borde del divorcio, continuas peleas familiares, apatía espiritual, pero hay que ir a la Iglesia y sonreír.

Tienes necesidades. Tu familia las tiene. Y tienes el derecho de suplirlas y que sean suplidas. Rompe el ciclo. No esperes a que sea demasiado tarde y de tu vida sólo quede un montón de cenizas. Acostúmbrate a pedir ayuda. Acostúmbrate a recibir ayuda. Acostúmbrate a pedir oración por tu vida espiritual y personal. Acostúmbrate a buscar consejo. Bájate del pedestal de la perfección y no dejes que nadie te vuelva a subir.

Cristo puede cubrir todas tus necesidades, pero tu tienes una parte que cumplir. Primero que todo, aparta tus tiempos de descanso y pon límites que no dejen que nada te distraiga (apaga el móvil…). Segundo, busca apoyo, «mejores son dos que uno, porque si uno cae, el otro lo levantará», y «confesaos vuestros pecados los unos a los otros», «edificándoos los unos a los otros en amor». Nadie queda fuera de éstos pasajes bíblicos, no dice «todos menos el pastor o el hijo del pastor». Tercero, vela, vigila, cuando veas en tu vida síntomas de estrés y depresión toma medidas y frena. Puede que te parezca que faltas todo se desmoronará, pero créeme. No es así.

MENTIRAS QUE A VECES CREEN LOS HIJOS DE PASTOR 2

MENTIRAS QUE A VECES CREEN LOS HIJOS DE PASTOR 2

«YO YA DEBERÍA SABER ÉSTO»

Cuando la profesora de escuela dominical pregunta el versículo de memorizar al hijo de pastor porque «él ya debería saberlo ya que es el hijo de pastor». Cuando los niños pelean en el templo mientras juegan y un adulto regaña al hijo de pastor porque «ya debería saber que no está bien pelear». Cuando la gente se sorprende de que el hijo de pastor no haya leído aún la Biblia entera aunque sea un adolescente aún. Cuando la gente te mira raro si no sabes orar en público, los libros de la Biblia, manejar el sonido o vete a saber qué más cosas que ellos piensan que un hijo de pastor debería controlar aunque nunca la haya hecho. Cuando tus padres te regañan por no saber algo en vez de enseñarte a a hacerlo…

Cuando se espera mucho de alguien, la persona intenta estar a la altura. Intenta mejorar, intenta responder a las expectativas y no defraudar. Cuando ésta clase de expectativas se repiten con frecuencia, ésto puede arraigar en tu mente la mentira de que tu ya deberías saber hacerlo todo. Cuando ésta mentira se instaura en el corazón puede crear desembocar en cuatro diferentes tipos de problemáticas, de las que hablaremos ahora. Antes de decir «ésto no va conmigo», examínate sinceramente con ésta lista.

1. Fingir. Ya que esperan que seas perfecto, pues lo finges. Ocultas a todo el mundo tus problemas, tus tristezas, tu dolor y te escondes tras la máscara de hijo de pastor. Ésta mentira se mezcla muy fácilmente con la primera mentira «TENGO QUE SER PERFECTO» lee más aquí: MENTIRAS QUE A VECES CREEN LOS HIJOS DE PASTOR 1. Ésta falta de autenticidad lastima tu crecimiento emocional y espiritual. Puedes volverte tan bueno fingiendo que comienzas a creértelo.

2. No pides ayuda. No recibes el apoyo espiritual que necesitas, porque para los demás aparentas estar bien, saber todo y no necesitar nada. No recibes contestación a las grandes preguntas en tu interior porque si preguntas cae tu máscara de autosuficiencia y perfección. Dentro lloras, gritas desesperado por contestación, por aliento, por respuestas, pero fuera, eres un hijo de pastor sonriente que siempre va a la Iglesia.

3. Te cuesta muchísimo abrirte y hablar de tus problemas. No hablas con nadie de tus cosas y tampoco otros te la ofrecen normalmente. ¿Alguna vez alguien se ofreció a enseñarte o animarte? Si alguno hubo fue enviado por el Espíritu Santo seguramente, pero quizá no te atreviste a hablar. Te sientes aislado, solo y diferente (más de esto en otro capítulo).

4. Te cuesta reconocer que en realidad, no lo sabes todo. Nos aferramos a ésta mentira porque nos gusta que nos respeten y al ver nuestra apariencia estén satisfechos con nosotros. Decir «no lo sé» es bajarse de ese pedestal y no nos gusta. El pensamiento «debería saber.. pero no sé» te paraliza y te hace sentir fracasado.

Te das una «paliza mental» para hacerte actuar como deberías, insultándote y recordándote que eres un fracaso, aunque no sirve para nada porque no tienes ni idea de cómo hacer «lo que se supone que deberías ya saber hacer». Hay hijos de pastor que han llegado a golpearse a si mismos físicamente porque se sienten incompetentes y estúpidos. Obviamente no de forma que otros lo vean porque hay que mantener las apariencias, eso sería un escándalo. Algunos se hacen cortes en lugares tapados por la ropa, hacen ejercicio físico extremo, comen demasiado o no comen nada.

Esta herejía, como otras, tiene un poco de verdad. Tenemos que ser sabios y competentes. Tenemos que esforzarnos por no repetir nuestros errores. Pero eso es diferente de la herejía que dice que ya tendrías que saberlo todo. Eso es rotundamente falso. Tú sabes lo que sabes hoy, y eso es aceptable para hoy. Aprenderás más, estarás más adelantado mañana, pero por hoy está bien. Es suficiente. Basta para cada día su propio afán.

Mantenernos tras una máscara hace que nos encerremos en nosotros mismos, nuestros pensamientos vuelan y nos atormentan, se convierten en la verdad. En esa prisión de la mente pueden aparecer muchas formas de encerrarte en ti mismo.

Si te encierras en ti mismo en el área emocional aparecen la autocompasión, el rencor, la amargura, depresión, etc.

Si te encierras en ti mismo en el área social aparecen los sentimientos de soledad, el aislamiento, la desesperanza, los pensamientos de suicidio.

Si te encierras en ti mismo en el área del pensamiento aparecen las «santas herejías», una larga lista de mentiras como las que estamos tratando.

Si te encierras en ti mismo en el área sexual aparece la masturbación y la pornografía.

Es cierto que como hijos de pastor somos fácilmente juzgados, por tanto ten sabiduría a quien abres lo más profundo de tu ser. Pero si dejas que alguien sabio «entre» y te muestre la verdad de la palabra podrás ser libre. Si te atreves a reconocer las cosas que no sabes, si te atreves a preguntar tus dudas, si te atreves a quitarte poco a poco la máscara descubrirás que puedes llegar a ser lo que aparentabas ser. Quizá alguien se ofrezca a ayudarte. Pruébalo, cuéntale una cosita de tu corazón, examina si es digno de confianza. Y poco a poco sal de tras la máscara.

Si tiendes a pensar «ya debería yo saber» comienza a cambiar tu forma de hablar. Quita esas expectativas ajenas y reconoce con valor quien eres y que sabes. Cuando alguien se presente ante ti pidiendo o exigiendo que les soluciones algo prueba a reencaminar su forma de pensar con frases como éstas:

«No, la verdad que no tengo ni idea de la respuesta, ¿tu cual crees que es?»
«No sé cómo hacerlo ¿podrías enseñarme?»
«Creo que Fulano sabe cómo hacer esto»
«Nunca he enfrentado una situación como ésta ¿y tu?»

Dios no te pide más de lo que su Espíritu Santo te va enseñando a cada paso del camino, date tu tiempo, si Él es paciente contigo y con tus faltas, sélo tu también.

Basado y modificado del libro «Tengo que ser perfecto» por Timothy L. Sanford. Disponible en Amazon (busca en el amazon de tu país, el precio varía según la moneda del país).

Si no eres hijo de pastor y estás leyendo esto, te ruego que examines la forma en la que nos tratas. Necesitamos amor, amistad, consejo, ánimo, igual que tu. Ayúdanos a aprender antes de exigirnos saber enseñar.

 

 

HIJOS DE PASTOR

HIJOS DE PASTOR

Hijos de pastor, esa especie talentosa y privilegiada, pero a veces muy observada, criticada, envidiada y acomplejada. Ser hijo de pastor no es fácil.

Hay una parte buena por supuesto, tienes acceso a lugares, información y personas que los demás niños no tienen. Viajas y vives experiencias que otros no pueden ni soñar. Ves de cerca el ejemplo de tus padres y de otros siervos de Dios teniendo la oportunidad de aprender de ellos muchas cosas. Escuchas muchas predicaciones de muchas personas y muchos puntos de vista que pueden enriquecer tu vida. Ves testimonios del poder de Dios en tu familia y en la Iglesia.

Pero no es todo color de rosa. Un pastor elige serlo, pero un hijo de pastor no.

Por una parte los hijos de pastor viven en una familia con ciertas peculiaridades comunes a muchas familias pastorales, y que afectan su vida. Por ejemplo:

  • Viajar mucho, asistir a muchas conferencias, conocer a muchos pastores o ministros.
  • Compartir tu comida, tu habitación y hasta tu ropa con invitados y feligreses.
  • Que tu padre o padres estén bastante ocupados y ausentes de casa muchas horas, o si están en casa, hablan mucho por teléfono, o tienen visita o están orando/estudiando la palabra y no se les puede interrumpir.
  • Tener pocas o ningunas vacaciones en familia.
  • Que las actividades de la Iglesia sean siempre lo primero.
  • Que el teléfono suene a cualquier hora del día o de la noche.
  • Al igual que los pastores ponen su vida al servicio de la Iglesia, piden el mismo compromiso a sus hijos.

Por otra parte hay feligreses que en ocasiones exigen ciertas cosas a los hijos de pastores aún desde muy pequeños. Observan con lupa todo lo que hacen y ponen de manifiesto su opinión sobre ello con sus actitudes, sus palabras y sus hechos. Hay personas que piensan que los hijos de pastor, aunque aún sean pequeños deben:

  • Conocer la Biblia perfectamente.
  • Tener un comportamiento intachable en todo momento.
  • Tener una sonrisa siempre en la cara.
  • Tener el mismo nivel de dedicación que sus padres con las actividades de la Iglesia.
  • Desarrollar el mismo ministerio de su padre al mismo nivel.

Hay personas que incluso creen que tienen el derecho (o el deber) de amonestar a los hijos de pastor por su comportamiento, o incluso a los pastores a éste respecto. Conozco algunos casos de personas especialmente crueles a la hora de expresar sus opiniones. Ésta exigencia de los feligreses a veces causa que los pastores comiencen a exigir a sus hijos ese mismo nivel de «perfección». Os cuento algunos casos que conozco:

  • Un pastor que a pesar de los grandes problemas domésticos, siempre se va a la Iglesia como si no pasase nada y no deja que sus hijos parezcan tristes jamás.
  • Un pastor con don de discernimiento que exhorta a los feligreses con paciencia, pero cuando tiene que corregir a sus propios hijos… no muestra un ápice de misericordia.
  • Un pastor que pellizca muy fuerte a sus hijos cada vez que se mueven durante el culto.

En muchos casos ésto no es así, los pastores no dejan que ésto les afecte y tienen sabiduría para tratar a sus hijos. Pero, en los casos en los que los hijos notan esa exigencia extra sobre ellos, provenga de donde provenga, son afectados siempre, en mayor o menor medida.

Por todas éstas, y más, situaciones que viven los hijos de pastores creo que necesitan una atención más específica a su caso. Por eso comenzaré a publicar algunas cosas específicas sobre el tema, Dios mediante.

11- SOBREPROTECCIÓN

11- SOBREPROTECCIÓN

TENDENCIAS INCORRECTAS DE LA EDUCACIÓN DE HOY EN DÍA 2ª PARTE

Es evidente que la educación ha cambiado. La forma en la que vemos a nuestros hijos y la forma en que les tratamos ha cambiado. Hace siglos los hijos eran poco más que una fuerza barata de trabajo. La alta mortalidad infantil y las duras condiciones de vida provocaban que tener muchos hijos fuera casi imprescindible. Hoy en día, a medida que las condiciones socioeconómicas han ido cambiando, el tener hijos se ha convertido en algo opcional. Si tenemos hijos, queremos tenerlos con unas ciertas condiciones: poder darles una economía y una atención adecuada, factores que antes no se tenían tanto en cuenta.

(Lee más sobre éste tema en éste capítulo anteriormente publicado: https://yoymicasablog.wordpress.com/2017/01/16/5-prioridades-ii/?iframe=true&theme_preview=true ).

Sin embargo la sociedad se ha ido completamente al otro extremo que antes.  Ahora, los hijos se consideran lo más valioso y se protegen como tal. Han tomado el primer lugar en muchas vidas y familias, incluso en ocasiones han tomado el lugar de  mando, lugar que sólo corresponde a los padres. Cuando es así las cosas no funcionan, el orden que Dios estableció se alerta y hay consecuencias en la familia. Mucha gente no es consciente de que cede su lugar a sus hijos. Bueno, excepto mi vecino, que tiene una pegatina en el coche que dice «Rafa es el jefe» (Rafa es su hijo de 7 años). Cada vez son más comunes los hijos que maltratan a sus padres. Ésto no es casualidad, ni surge de repente. No es que los niños se hayan vuelto más agresivos de repente. Hay muchos factores que han influido en esto, sobre todo la sobreprotección. En palabras del coach Pedro García Aguado: «De un padre sobreprotector sale un hijo tirano, no falla.»

Entiendo que los hijos son valiosos y deben ser amados y protegidos, sin embargo, en algunos casos ya no es una protección sana y normal, sino que han llegado al extremo insano de la sobreprotección. Constantemente veo madres y padres detrás de sus hijos preguntándoles si quieren algo, arreglándoles la ropa, limpiándoles los mocos y ayudándoles en cada paso que dan, bajo una constante supervisión. No dan lugar a que los niños se ensucien, ni se caigan, ni «sufran» en alguna manera ni por un instante. Les dan de comer con constantes distracciones y ante el mínimo síntoma de malestar corren a aliviar el “sufrimiento” de sus hijos. Parece que su mayor temor es que sus hijos lloren o no sean felices un solo segundo. Estoy segura de que estos padres lo hacen con la mejor de las intenciones, pero en realidad no se dan cuenta de que están perjudicando seriamente a sus hijos.

Proteger a tus hijos no es evitarles toda incomodidad, molestia o sufrimiento. Déjame ponerte un ejemplo. Una mariposa puede tardar largas horas en salir de su capullo ¿Pero sabes qué sucede si la ayudas a salir del capullo? Sus alas se atrofian y nunca podrá volar. El dolor y la presión de apretujarse para salir del pequeño agujero son absolutamente imprescindibles para que las alas se estiren y la mariposa adquiera la capacidad de volar. A pesar de toda la buena intención de la persona que la quiere ayudar, causa un daño irreparable.  Puedes verlo más detalladamente aquí:

Igualmente hay cosas que no puedes evitarle a tus hijos, llorarán cuando estén cansados, se quejarán cuando tengan que hacer tareas, montarán rabietas cuando no entendamos lo que quieren, pero si no les dejamos experimentar la frustración, la incomodidad y las dificultades estaremos causándoles un daño irreparable, igual que a la mariposa. Si intentas evitarles todo sufrimiento, ¿qué pasará cuando tú seas la fuente de ese «sufrimiento»? ¿Qué pasará cuando tú le prohíbas hacer algo que quiere hacer causándole frustración? Pues que no tendrá las herramientas internas, mentales y emocionales, para enfrentar y saber lidiar con la frustración, y te culpará como fuente de sus problemas. Nunca ha tenido problemas con otros niños porque tu le defiendes. Nunca ha tenido problemas con los estudios porque tu le defiendes ante el profesor. Nunca ha tenido problemas con las circunstancias porque tu solucionas todas sus necesidades. Entonces llega el día en el que tú le dices «NO». No puedes volver a casa a la hora que quieras. No voy a darte tanto dinero para salir. En su mente, el problema eres tú y la solución es que tú cambies. A gritos, a golpes, con amenazas, ignorándote, rebelándose..

Aún en el improbable caso de que puedas protegerlo de todo hasta que deje el hogar, tarde o temprano tendrá que enfrentarse a un mundo que va a presentarle todo tipo de “incomodidades” y la preparación que hayan recibido en su casa para enfrentarse a ello va a determinar qué clase de ciudadanos son.

Es fácilmente observable cómo la obediencia y el respeto casi absolutos a los padres se ha perdido en cuestión de dos generaciones. Muchos lo atribuyen a que se ha levantado una generación de padres que no entendieron la disciplina de sus propios padres como algo positivo, sino que quisieron proteger a sus hijos de ello, proveyéndoles de todo lo que ellos “no tuvieron” económica y emocionalmente.

Un niño acostumbrado a tener todas las comodidades regaladas, se convierte en un adulto que espera ese trato prioritario y preferente por parte de todas las personas a su alrededor, y se convierte: o bien en alguien narcisista y agresivo, o en alguien negativo y retraído que no entiende por qué el mundo es así. El sufrimiento existe porque las personas son imperfectas. Es imposible vivir sin experimentar dolor, temor, enfermedad, incomodidad, etc., así que tus hijos tienen que aprender a enfrentar todas esas cosas.

viñeta

Además, los niños aprenden por las consecuencias de sus actos. Si yo le digo a mi hijo que no meta un dedo en el enchufe y lo castigo si desobedece, el niño va a aprender, bien sea por el castigo que yo le ponga, o bien porque se lleve un calambrazo. En ambos casos va a ser un «sufrimiento» que va a hacer que el niño aprenda que ese es un límite (escarmiente o no).

Debemos enseñar desde la infancia a nuestros hijos las capacidades que les permitan lidiar personalmente, por si mismos, con esa frustración que inevitablemente va a haber en sus vidas. Aquí tienes algunas pistas sobre cómo hacerlo.

  • No les des a tus hijos todo lo que deseen de forma inmediata y sin que les cueste ningún tipo de esfuerzo. Es mejor reforzarles con premios después de buenas conductas (p.ej.: después de hacer los deberes bajamos a jugar al parque) y hacerles ser conscientes de ello.
  • Es importante que tengan horarios y normas; (por ejemplo: si ahora es la hora de comer, no es momento de ver dibujos.
  • Enseñarles a ser pacientes y saber esperar.
  • Potencia el cariño, la confianza y el respeto.

Cuando haces por tus hijos todo lo que podrían y deberían hacer por sí mismos, les estás robando la oportunidad de aprender y crecer. Protégelos, también de ti mismo, enseñándoles a enfrentar la vida, no puedes vivir por ellos.

Muy relacionado con éste tema tenemos el tema de la disciplina, que comenzaremos más adelante, tratándolo según las diferentes edades.

Sin título

9- NO DELEGUES TU RESPONSABILIDAD

9- NO DELEGUES TU RESPONSABILIDAD

TENDENCIAS INCORRECTAS DE LA EDUCACIÓN DE HOY EN DÍA 1ª PARTE

Soy profesora de clases extraescolares, y cada día me sorprende más cuánto tiempo y dinero invierten los padres en actividades infantiles. La variedad es infinita y los precios elevados. He calculado que algunas familias que conozco  gastan entre 60-200 euros por niño al mes, además de los materiales necesarios y el tiempo que supone llevarlos de una clase a otra. En algunos casos se percibe hasta una cierta competitividad, como si pensasen: “si mis hijos no van a todas las clases posibles, va a haber alguien  mejor que ellos en el cole”. Conozco un caso de una pareja de profesores cuyos hijos van a: ajedrez, inglés, teatro, pintura, gimnasia rítmica, natación sincronizada, música, fútbol y tenis! Nueve extraescolares para un niño de segundo de primaria y su hermana de primero. En muchas familias, aunque estén juntos en casa, simplemente la tecnología reina. No hay comunicación ni tiempo de calidad juntos. Otros casos que conozco simplemente contratan cuidadoras para los niños aunque podrían ocuparse ellos mismos, y los fines de semana los mandan a casa de los abuelos. También están los que directamente dejan los hijos viviendo con la abuela o la tía, o aunque estén presentes dejan que sus padres (los abuelos) se hagan cargo de la educación, porque ellos están demasiado ocupados con sus vidas.

Lo que me hace preguntarme esto es ¿Quién está realmente educando a esos hijos? Porque los padres no son, desde luego. ¿Cuándo ven a sus hijos? ¿Cuándo pasan tiempo con ellos disfrutando de estar juntos? ¿Cuándo tienen tiempo de enseñarles valores y principios, y de darles ejemplo con sus vidas? Educar a tus hijos no es contratar el mejor personal posible para que lo haga, ni apuntarlos a las mejores clases, ni asegurarte de que alguien los cuide. Educar a tus hijos es enseñarles a vivir, a comportarse, y enseñarles acerca de Dios. Son cosas que tienen que ser enseñadas  por ti. Esto es ejercer de padre/madre. Ser un mentor para la vida, ser un ejemplo, llevarlo de la mano al descubrimiento del mundo.No está mal que tengan aficiones y hagan deporte, es sano y natural. Ahora bien, si tienen tantas actividades que no hacemos nada con ellos, no hay un equilibrio sano.

¿Porqué hay padres/madres que prefieren pagar todo el dinero del mundo antes que pasar tiempo con sus hijos?. Creo que hay varios factores que llevan a esto.

1- MIEDO A NO HACERLO BIEN. Una persona con miedo al fracaso como progenitor enseguida está dispuesta a delegar las decisiones y el tiempo con sus hijos. Piensa: mejor que lo hagan otros, contrato profesionales porque yo no me siento capaz de ello.

El miedo no es de Dios. Si Dios te ha dado un hijo, conjuntamente te capacitará para educarlo. Si tienes temor, ya sea porque te hirieron y temes herirlos o porque estás inseguro de ti mismo, debes presentarle batalla al temor en el nombre de Jesús. El verdadero amor echa fuera el temor. (1)Todo lo puedes en Cristo que te fortalece (2). Dios no te ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder, amor y dominio propio(3).

Haces bien si temes equivocarte y por tanto piensas bien tus decisiones y  tratas de hacer lo mejor para tus hijos, pero cuando el miedo te paraliza no llegas a ninguna parte. Busca tu fuerza en la presencia de Dios y levántate contra el temor. No lo harás perfecto, pero si dejas que el temor te paralice no harás nada, lo cual es mucho peor. Nada hay imposible para Dios (4).

2- EGOÍSMO. Este es un gran mal en la era moderna. Las parejas tienen hijos pero quieren seguir manteniendo sus mismas aficiones, horarios, hábitos, salidas nocturnas, amistades, etc. que cuando no tenían hijos. Y los hijos no encajan en ese plan. Los hijos estorban así que contratamos a alguien que los cuide o van con alguien de la familia. En familias así los hijos parecen una “patata caliente” que nadie quiere y la pasa a otro.

Esto tampoco es bueno. Por supuesto que tienes derecho a tener tiempo libre y hacer cosas sólo o con tu pareja. No estoy diciendo que no puedas despegarte de tus hijos. Eso tampoco es sano, necesitas tener tiempo para otras cosas también, pero va a haber cosas que antes podías hacer y que ahora vas a tener que dejar atrás. Si tienes hijos has de hacerte responsable de ellos. Son personas, ven que no estás con ellos, sienten, y a la larga te echarán en cara tu ausencia.  Ahora que eres padre/madre eres una persona irreemplazable para tus hijos.

Es difícil renunciar a lo que te gusta por otra persona, pero eso se llama amor. Si sientes que pasar tiempo con tus hijos te cuesta demasiado, pidele a Dios amor por ellos. Dios puede cambiar tu corazón.  Puede que a ti no te apetezca ir al parque pero ellos necesitan salir a jugar. Puede que prefieras ir con tus amigos pero ellos necesitan que estés en casa cuando se van a la cama. Eclesiastés dice que hay un tiempo para cada cosa, así que si te organizas y mantienes el equilibrio, tendrás  tiempo de ocio independiente, y tiempo para ocuparte de tus hijos (5).

3- ESTRÉS Y ANSIEDAD. Otro mal moderno que nos persigue en esta era son las ocupaciones de la vida. Tenemos tal preocupación por el trabajo y los quehaceres que los niños estorban siempre. “¡Sal de aquí!” “ahora no” “papi está ocupado” “¡fuera!” “¡dejadme tranquila!” “¡acaba ya eso!” son frases comunes de  progenitores estresados.

Es normal que si los niños pelean mucho o están nerviosos digamos alguna de estas cosas de vez en cuando, pero si lo decimos constantemente es hora de evaluarnos. Quizá estamos viviendo en estrés y ansiedad. Si constantemente los estamos apurando para que hagan cosas o para ir a sitios y no les prestamos atención, porque siempre hay algo más importante que ellos, esto va a pasar factura a ellos y a nosotros.  Si el estrés en tu vida se vuelve crónico  puede generar muchas enfermedades físicas y psicológicas: como depresión y urticarias. También empeora el estado general de la persona, por ejemplo en estudios de laboratorio se ha comprobado que el estrés favorece el crecimiento de tumores.

Evalúa tu vida. ¿Vives estresado? Quizá sea hora de establecer prioridades y dejar de lado algunas cosas que te llevan al límite. Pide la dirección de Dios: el cambio de trabajo que necesitas para no estar tan estresado, dejar alguna actividad de la que puedes prescindir, no hacer horas extras, etc. son cosas que pueden cambiar tu vida en gran manera. El camino de Dios es camino de Paz.  Él te aconseja, “busca la paz, y síguela”(6). Es posible encontrar paz aún en medio de esta vida moderna, pero dejar todas nuestras cargas y preocupaciones ante Él requiere un esfuerzo deliberado.

Algunos síntomas del estrés crónico son:

– Estas ansioso sin haber ningún peligro o motivo de estrés inminente.

– Tienes un momento en el que podrías relajarte y descansar pero estás ansioso por lo que te tocará hacer después.

– Te preocupan cosas que aún están lejos en el futuro.

– Te angustian cosas que no dependen de ti y que no puedes cambiar.

En un punto de mi vida viví éste estrés crónico. Las situaciones nuevas que tenía que afrontar en mi trabajo y en el ámbito personal me estresaban hasta el punto de la angustia. Tenía que aprender a hacer «malabares con muchas pelotas» manejar muchas cosas simultáneamente y el estrés paso a ser parte de mi día a día. Aún cuando llegó el verano y las vacaciones no era capaz de relajarme. Sólo pensaba en preparar todo tipo de materiales y ayudas para el curso siguiente. Mi familia disfrutaba en la piscina y aunque fuese con ellos la angustia me perseguía. Entonces exploté. Acudí a una persona de confianza en la Iglesia y hablando con ella pude aliviar esa presión y ser libre. Dios me mostró que su gracia es nueva cada mañana (7) y el estrés fue sometido a la verdad de Dios.

Si estás en una situación así quizá necesites ayuda de alguien con quien hablar o que te ayude, alguien que te de un punto de vista externo y puedas aliviar esa presión acumulada. Los niños no tienen culpa de tu estrés y preocupación, pero si tu respuesta al estrés es hablarles mal siempre, ellos pueden pensar que son los culpables de la situación, lo cual les puede llevar a depresión y toda clase de problemáticas. Recuerda también que “basta para cada día su propio afán”(8). Preocuparte por el porvenir te impide hacer lo que sí podrías hacer hoy.

4- COMPETITIVIDAD.

Como describía al principio, creo que hay padres que simplemente quieren que sus hijos sean los mejores en todo, así que les presionan a pasar por todo tipo de clases para conseguir que sean los mejores y alcancen «grandes cosas». Otros pretenden que sus hijos alcancen las vocaciones de futbolista, cantante, etc. que ellos desearon pero no lograron.

No es malo querer que tus hijos aprendan y se desarrollen, pero si los estás presionando demasiado, quizás estás intentando meterlos en un molde en el que no encajan, como intentando meter una soga por el ojo de una aguja, o un bloque cuadrado por una abertura redonda. Ésta presión puede dañarlos.

Como padres, tenemos que tener sabiduría y darnos cuenta de que ellos tienen que descubrir quien son, que saben hacer y que quieren hacer. En ocasiones nos tocará presionarlos para que aprendan constancia y perseveren, porque vemos en ellos la capacidad de alcanzar una meta. En otras ocasiones, tendremos que dar un paso atrás y dejarles escoger sus puntos de interés y su camino. Más de éste tema otro día.

En conclusión, no deleguemos el tesoro más valioso que Dios nos ha dado. No enterremos la mina que se nos entregó. Dios nos capacita si dependemos de él.

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  1. 1 Juan 4:18
  2. Filipenses 4:13
  3. 2ª Timoteo 1:7
  4. Lucas 1:37
  5. Eclesiastés 3:1
  6. Salmos 34:14
  7. Lamentaciones 3:22-23
  8. Mateo 6:34

8- NO SE APRENDE CON CABEZA AJENA

La segunda consecuencia de “comenzar la casa por el tejado” como hablaba en el capítulo 6 es que los hijos de creyentes caen muy fácilmente en el legalismo.

Haré una breve introducción al legalismo para que me entiendas. Un día vino una señora por primera vez a nuestra iglesia y nos comentó que acababa llegar de un país latinoamericano y que estaba buscando Iglesia. La señora venía espantada porque había visitado otra Iglesia en Orense y habían hecho una merienda y comido algo dentro del local de la Iglesia. Por supuesto le preguntamos por qué aquello le pareció tan horrible, y nos dijo que en su Iglesia de origen le habían enseñado que aquello no estaba bien, y que era pecado. Indagando en el asunto nos contó que en su Iglesia de origen había un comedor, y que allí sí se podía comer. Mi pastora muy aguda le preguntó “¿acaso el comedor no es parte de la Iglesia?”. Para mí, éste es un ejemplo muy claro de cómo funciona el legalismo. Un día, en aquella Iglesia alguien dijo: “ya que tenemos comedor, es allí donde se va a comer. No coman en el salón de culto porque se ensucia”. Bien. Es una simple norma de orden. Pero en algún momento alguien lo espiritualizó. Hizo una ley espiritual de una norma de orden. Quizá dijo desde el púlpito algo como “la casa de Dios es santa. No la contaminen con comida” o quizá lo llamó directamente pecado. Una cuestión de orden pasó a ser una ley espiritual en aquel lugar.

A esto llamamos legalismo. Al hecho de añadir leyes que no están en la palabra de Dios. Esto es lo que hacían los fariseos: se ocupaban de que su apariencia fuese de santidad impoluta sin preocuparse por lo verdaderamente importante, lo que hay en el corazón. (1) El legalismo surge cuando alguien, en vez de entender el porqué, el corazón de una recomendación o norma, la establece como ley, como en el ejemplo que he puesto antes. El legalismo es convertir en ley espiritual aquello que bíblicamente no lo es.

  • Tener un devocional diario es necesario, imprescindible, vital para nuestra vida, pero no hacerlo no es pecado.
  • Bendecir los alimentos es una buena costumbre, pero no hacerlo no es pecado.
  • En internet hay mucho contenido pecaminoso, pero usar internet como herramienta no es pecado.
  • En el cine hay películas que un cristiano no debería ver, pero ir al cine no es pecado.
  • Emborracharse sí está mal, pero tomar bebidas con alcohol con moderación no es pecado.
  • Travestirse sí es pecado, pero que una mujer lleve pantalones de mujer no es pecado. Dios vistió al hombre y a la mujer con sendas túnicas. (2) ¿Por qué no pueden el hombre y la mujer llevar sendos pantalones?

¿Sigo?

Una pausa para especificar algo relacionado. Hay cosas que se convierten en pecado según nuestras debilidades. Ejemplo: Juan tiene debilidad en el área de la pornografía. Suele verla en internet cuando todos se han ido a dormir. Juan está luchando contra ese pecado y quiere evitarlo. Para otra persona, navegar en internet por la noche no es pecado (aunque no es muy recomendable). Pero para Juan sí es pecado, porque está caminando por el camino que le lleva a pecar, SABIENDO lo que hay al final de ese camino.

Volviendo a los hijos de cristianos, somos propensos al legalismo. Desde pequeños hemos escuchado recomendaciones, normas, reglas y leyes; y cuando aún no conocemos a Cristo eso es todo lo que tenemos, normas, así que nos aferramos a ello como forma de acercarnos a Dios y hacer lo correcto. Aún después de conocer a Cristo todas esas normas siguen teniendo un gran peso en la mente. Además, a veces cristianos legalistas discipulan a su vez nuevos creyentes legalistas.

Los legalistas pueden caer en dos extremos.

El primer extremo es en el que comienzan a exigir (a ellos mismos y a los demás) el cumplimiento de todas las normas y leyes, como hacían los fariseos. Las personas que caen en este extremo se sienten fácilmente condenados, y tienen una conciencia muy sensible. Les cuesta sentirse perdonados y aceptados. Saben que Dios perdona, pero no ha llegado a hacerse carne en su corazón. No se sienten perdonados mas que a ratos. Han escuchado normas y consejos, y creen que para agradar a Dios deben cumplir todo eso. Por ejemplo, escuchan que en la Iglesia se dice “es recomendable tener un devocional diario”, e intentan cumplirlo con todas sus fuerzas, y cuando no pueden sienten que han fallado, que son los mayores pecadores y están alejados de Dios. Cuantas más normas, ¡¡más fallamos!! (3)

Somos seres humanos y es inevitable fallar, pero a los legalistas les cuesta aceptar eso. Quieren agradar a Dios sinceramente, y no admiten el fracaso ni en si mismos ni en otros, así que constantemente se sienten culpables, enojados, fracasados, desechados por Dios e incapaces de vencer a su debilidad. Esto crea un círculo vicioso del que es difícil salir: “Me siento mal porque no cumplo “las normas” y no las cumplo porque me siento mal (porque creo que he fallado ante Dios y no me atrevo a acercarme a Él)”. Pueden estar en ese círculo por años si no descubren la gracia, la verdad de que Dios les ama aunque no sean perfectos. La ley condena a muerte, pero el Espíritu de Dios da vida (4). La ley es ciertamente el ayo (maestro-yugo-guia) que  lleva a Cristo, pero el sacrificio de Cristo trae libertad del pecado y ¡del ayo también! (5). Ya no estamos bajo el peso de la ley. Cristo nos ha hecho libres.

En el segundo extremo, las normas llevan a algunos a la rebeldía y a apartarse de la fuente de esas normas. Como hay tantas normas que no comprenden, ni aceptan, ni son capaces de cumplir, se rebelan  y pasan de todo. Ésta es la razón de que muchos hijos de cristianos no quieran saber nada de Dios ni de la Iglesia. Del primer extremo pueden pasar al segundo cuando llegan a la conclusión de que no pueden cumplir la ley y deciden no seguir intentándolo.

Cuando los apóstoles tuvieron que decidir qué normas pondrían a los gentiles que se convertían, las redujeron únicamente a cuatro (6), y Jesús puso como más importantes únicamente a dos (7). Igual que los mandamientos para el pueblo de Dios eran 10, y los fariseos añadieron sobre ellos cientos de “leyes”, en la actualidad más y más normas “evangélicas” se acumulan sobre nosotros aplastándonos bajo el peso de la nueva ley. Si nos pusiéramos a analizarlas de una en una tardaríamos una eternidad, pero el punto que quiero recalcar es, ¿Cuántas de esas normas realmente son bíblicas?. La verdad nos hace libres (8), Cristo nos llamó a libertad, desea que caminemos en libertad. No debemos hacernos otra vez esclavos de la ley (9), no es voluntad de Dios.

Como padre/madre, debes ser sabio al poner normas y enseñar qué es pecado y qué no. Demasiadas normas pueden crear rebeldía, y demasiado pocas pueden llevar a que tus hijos se descarríen. Creo que debes orar mucho, muchísimo, y pedir a Dios que te enseñe dónde trazar la línea. Cómo enseñar correctamente aquello de “todo me es lícito, pero no todo conviene” (10). No basta solo con enseñar la norma. Ellos deben entender la razón por la que la pones (sobretodo niños mayores de 8 años, cuando son mas pequeños no necesitan tanta explicación). Deben conocer que hay consecuencias por pasar los límites y entender que no se debe jugar con fuego. Poner normas no es un tema que se deba tomar a la ligera. No solo debes ponerlas, sino mantenerlas en el tiempo también. Por eso más vale que tengas bien claras que normas vas a implantar.

Mi pastora (que es mi suegra también) siempre dice “no se aprende con cabeza ajena”. Y es totalmente cierto. Por mucho que uno recomiende y aconseje o incluso imponga, algunos hijos son tan cabezotas, que hasta que no experimenten en su propia carne que “si metes el dedo en el enchufe, te electrocutarás” o cosas así, no lo creerán. Afortunadamente otros toman el consejo y aprenden de la reprensión. Sin embargo, siempre habrá aquellos que necesiten comprobarlo por sí mismos. Con algunos hijos vale aquello de “un bofetón a tiempo”, pero con otros no. Ellos necesitan “un tropezón a tiempo”. Hacer su propia voluntad, tropezar, y darse cuenta de que sus padres tenían razón. Debes conocer a tus hijos y poner normas según lo que ellos necesitan, y para ello no hay fórmulas mágicas ni atajos, necesitas muchísima sabiduría de parte de Dios.

Sólo te pido una cosa, examina las enseñanzas que has recibido a la luz de la palabra de Dios, y pídele a su Espíritu Santo que te ilumine, te lleve a toda verdad y te haga libre.

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  1. Mateo 23:27
  2. Deuteronomio 22:5 Génesis 3:21
  3. Romanos 5:20
  4. 2ª Corintios 3:6 DHH
  5. Gálatas 3:24-25
  6. Hechos 15:28-29
  7. Mateo 22:37-40
  8. Juan 8:32
  9. Gálatas 5:1
  10. 1 Corintios 10:23.

Creo que todos los cristianos que llevamos mucho años en el evangelio vivimos a veces o nos vemos tentados a vivir de formas legalistas. Si te has sentido identificado con el legalismo de alguna forma o quieres asegurarte de no serlo te recomiendo encarecidamente el libro de Scott Smith “Vivimos por fe”. Todas las formas de conseguirlo aquí:  http://scottmarisa.com/vivimos-por-fe/

7- EL HIJO PRÓDIGO SE VA DE CASA

7- EL HIJO PRÓDIGO SE VA DE CASA

Creo que cuando se habla del hijo pródigo a la mayoría de padres se les ponen los pelos de punta. Nadie quiere un hijo pródigo. Nadie quiere un hijo que se vaya de casa con sus cosas y malgaste su vida alejado de Dios y su familia. Pero la verdad es que aunque no se vayan de casa de sus padres, todos los hijos son pródigos (alejados de Dios) hasta que se vuelven personalmente a él. Unos hijos se alejan más de Dios que otros, pero todos necesitan volverse a él de todo su corazón y todas sus fuerzas.

Ahora bien, ¿qué hago si mi hijo no quiere saber nada de Dios?. ¿Cómo afrontarlo, cómo tratarlo?. ¿Qué solución, qué esperanza tengo?

Quisiera compartiros el testimonio de mi padre, Joel Viljanen, escrito por él mismo. Ese testimonio que tanto me impactó en la adolescencia.

Lee como me impactó aquí: https://yoymicasablog.wordpress.com/2017/01/02/3-el-ejemplo/

“La verdad es que viví una infancia interesante y feliz hasta donde yo recuerdo. De todos modos ser el hijo mayor de un misionero al que algunos llaman apóstol, te marca quieras o no. Desde siempre, me sentí también muy responsable de mis otros 6 hermanos porque vivíamos en un país, Uruguay, y en su capital, Montevideo, donde se nos consideraba «gringos» y por lo tanto, gente a la que muchos podían odiar y envidiar libremente aunque creo que no habían razones ni para lo uno ni para lo otro. Fuimos apedreados alguna que otra vez, e insultados muchas veces. Siempre consideré a mi padre, Altti Viljanen, como un hombre valiente, trabajador y al que movía «una sola causa»: La del Evangelio de Jesucristo. Estaba con nosotros cuando podía, pero su tiempo y sus fuerzas eran casi todas para la Obra del Señor. Dios le usó en muchas ocasiones poderosamente y – si mal no recuerdo – puedo haberme sentido incluso orgulloso por ser su primogénito. Pensándolo ahora quizás mi padre y la Iglesia esperaban de mí demasiado. No lo sé. Mi madre, Hely, siempre fue mas cercana para mí. De todos modos pude tomar mis decisiones libremente y cargué con las consecuencias también, como todo el mundo. Hoy en día aprecio y quiero mucho a mi padre ¡pero no siempre fue así!

 A los 16 años volvimos a Finlandia por unos meses y mis padres volvieron pronto a Uruguay, yo me quedé a vivir sólo por decisión propia. Creía que podía con todo pero me equivoqué. Entré en el servicio militar obligatorio con 17 años y ahí comenzaron los años en los que comencé a pensar que ya no necesitaba ni de Dios ni de mi familia. Durante el servicio militar me descarrié bastante y ya no quise aparentar más. Me alejé de Dios y de la Iglesia tanto, que pensé que jamás volvería a ser cristiano. Mi crisis llegó cuando me vi sólo en la vida y con un vacío descomunal. Esto me llevó a una depresión “de caballo” que me dejó con la autoestima y las fuerzas por los suelos. No me suicidé porque Dios no lo quiso, pues estuve a punto de hacerlo.

 Llevaba 7 años sin ver a mi familia y sin hablar con mis padres. Mi madre era la única que me escribía muy de cuando en cuando. No sé porque no me escribían más (las cartas tardaban un mes en llegar), puede que haya sido porque no sabían lo que decirme, pero esto sólo es una suposición mía. Esta situación con mi familia me había resentido mucho. Cuando oí que mi familia volvía a Finlandia, intenté mudarme a Suecia, no lo conseguí y tuve que ver a mi padre sí o sí. Después de tantos años le vi muy envejecido, y cuando me preguntó si había “huido de ellos”, algo se derritió en mis adentros. Lo supe más tarde pero mi familia tomó en esos días la decisión de NO hablarme nada de Dios ni de la Biblia sino tan solo demostrarme amor. Y eso comenzó a “amansar” a la fiera que llevaba adentro. Lo llamaron “la estrategia del amor”. ¡Sus oraciones comenzaron a surtir un efecto que – ahora lo comprendo – no lo puede hacer ninguna otra cosa en el ser humano! Sentía que me querían tal como yo era y ¡eso me “confundía” mucho! No existen armas contra la Fuerza más Grande del Universo – ¡El Amor Incondicional de Dios que obra a través de personas falibles!

 Dios me dio una inesperada oportunidad cuando me invitaron a un campamento de hijos de misioneros y quise ver a muchos amigos de infancia después de mucho tiempo. Allí vi cómo yo no era el único que estaba bastante perdido y vacío. Volví a entregarle mi vida al Señor “casi sin querer”. Dicen que “por la boca muere el pez” y exactamente eso fue lo que me pasó a mí. No entraba en mis planes, pero es que tuve que reconocer que mi orgullo me había llevado a una vida sin ningún propósito más que el de vagar sin rumbo ni sentido. Tenía un trabajo humanamente inmejorable pero me faltaba algo. Al final del campamento reconocí públicamente que había perdido “el tren de la vida abundante” y ¡estallé a llorar!, entregando mi vida de nuevo a Cristo para gran asombro de todos los asistentes.

 Conocí a mi Seija en la escuela bíblica y formamos una familia basada en el amor. Ser padre es lo más maravilloso que me ha pasado aparte de volver al Camino de la Vida Eterna. Aunque somos de trasfondos muy diferentes, y tenemos formas de ver la educación y las relaciones a veces muy opuestas, ha sido una bendición casarme con la mujer de mi vida. Las diferencias crean siempre algunas tensiones pero siempre podemos llegar a entendernos si hay voluntad y cariño. Lo más importante es tener metas en común y encontrar una solución común. No mi manera de hacer las cosas, ni la tuya, sino crear la nuestra. Creo que muchos padres pensamos que nunca haremos los mismos errores que han hecho (a nuestro juicio) con nosotros, pero si no hacemos los mismos haremos otros “errores u horrores» ¡quizás aún peores!. En mi caso por lo menos ha sido en parte así.   Sólo la Inmensa Gracia de Dios nos ayuda a mantener o recuperar el buen juicio y pedirle sabiduría en ciertos momentos de tensión y crisis.

 Pienso que no existen padres que no cometan errores, pero el reto de aprender «a la par» y crecer con ellos es algo muy valioso y enriquecedor que no cambiaría por nada. La sinceridad es algo que no es sustituible por ninguna otra cualidad espiritual o humana. Creo que no hay mayor veneno para la relación con nuestros hijos que la hipocresía. Si somos una cosa en la Iglesia y otra en casa ya podemos explicarlo como queramos que ¡no va a colar! Confesar, pedir perdón e intentar mejorar lo mejorable es indispensable para una relación amorosa con los hijos. Yo no he sido perfecto ni en esto ni en nada, pero he intentado ser lo más transparente posible! Pensaba que nunca haría los errores que me parecen “de cajón”, pero los he cometido y tenido que confesarlo e intentar de enmendarlos en lo posible.

 Ahora que ya soy abuelo, pienso que podría haber hecho las cosas mucho mejor pero seguramente también lo podría haber hecho mucho peor! Cuando se es joven se tiene muchos ideales de educación pero al llegar a viejo solo te quedan preguntas y pocas ideas fijas de cómo se deben hacer las cosas. ¡Cada niño es tan diferente! No puedes tratarles igual y al mismo tiempo no debes tener favoritos. Es difícil. El único consejo que me atrevo a dar es el de pedir mucha Sabiduría, Humildad y Gracia a Dios y de ser lo mas humildes y transparentes especialmente cuando «metemos la pata» hasta el fondo como yo lo he hecho varias veces!

 Para finalizar he de decir:

  1. a) que como padres tampoco debemos sentir culpabilidad de todas las decisiones erróneas que puedan hacer nuestros hijos porque al final «cada palo ha de aguantar su vela». ¡Si te sientes fracasado debes saber que no eres el único!. El Espíritu Santo te ha de consolar como nadie si le buscas. Y
  2. b) si Dios ha podido hacer de este “hijo pródigo” un padre dichoso como pocos y me ha dado por Gracia de tener la familia e hij@s que me ha dado, lo puede hacer en cualquier caso, por imposible que te parezca, si sólo te humillas cada día a apoyarte de todo corazón en Él y no en tu propia sabiduría, fuerza o experiencia por mucha que tengas! Dios bendiga cada padre y madre que sigue en “la bella escuela” de enseñar y aprender junto a los seres más queridos que existen sobre toda la faz de la tierra para ti! Y a los hij@s que lean esto que os voy a decir… nada que no sepáis! ¡Por lo menos eso me sigue diciendo mi hijo menor muchas veces! ¡LOL! ….

Quise incluir este testimonio al hablar de este tema, porque la estrategia que usó mi abuelo fue dada por Dios para ellos. Juntos oraron y se pusieron de acuerdo en que iban a mostrarle amor a mi papá. Aún estando en otro continente, y sin saber nada de su depresión, Dios les mostró la manera de llegar a él. Mi padre no necesitaba sermones, no necesitaba regaños o castigos. Necesitaba saber, que aunque era pródigo, aún era amado en casa. Y el amor cubrió, una vez más, multitud de faltas.

Si tienes un hijo pródigo, la estrategia para ganarlo de vuelta sólo te la puede dar el Espíritu Santo de Dios. En el caso de mi padre, Dios ya había estado obrando a través de las oraciones en su vida antes de que su familia volviera, y con el amor que le mostraron, el hijo pródigo volvió a casa. Pero cada hijo es diferente, por eso necesitas la dirección del Espíritu Santo.

Recuerdo una predicación de Yanina De Lorenzo, mi cuñada, que establecía la diferencia entre la oveja perdida y el hijo pródigo. Nos explicaba que en la parábola de la oveja perdida, la oveja simboliza las personas que nunca han conocido a Dios, y esas personas necesitan que vayamos a buscarlas y les hablemos de Cristo. Pero cuando habla del hijo pródigo, habla de alguien que ya conoce a Dios y se aparta de su camino, y esas personas necesitan arrepentirse y volver a casa, porque ya conocen el camino.

Por tanto, si tu hijo no ha escuchado el mensaje de salvación por la razón que sea, debes ir a buscarlo y hablarle sin temor. Plantar esa semilla de la fe en su corazón, y Dios, a su tiempo, traerá el crecimiento.

Asimismo, si tu hijo ya ha oído hablar toda su vida de Cristo, y aún así decide seguir otro camino, probablemente los sermones no funcionen con él. El padre del hijo pródigo lo dejó marchar, seguramente oró, y esperó. Y esperó. Y esperó. Siempre amándolo, siempre con esperanza mirando al horizonte imaginándolo venir. Siempre.

Una de las mayores pruebas que nos puede tocar en la vida es esperar por largo tiempo. Hasta los más fuertes se tambalean ante la espera prolongada. Pero debemos confiar en Dios, que es el único que puede hacer esa preciosa obra de salvación, y orar, amar y esperar. No desesperes. Dios está mucho más interesado que tú en que tu hijo le conozca porque lo ama mucho más que tú, porque su amor es perfecto. A su tiempo cosecharemos si no desmayamos. Confía en Él, y Él hará. Su paz puede acompañarte cada día en esta espera. Recuerda que tú también estuviste alejado de Dios en otro tiempo y ten esperanza.

6- LA CASA POR EL TEJADO

6- LA CASA POR EL TEJADO

Cuando entregué mi vida al Señor a los 16, descubrí que no sabía orar. Bueno, en realidad descubrí que no sabía nada de Dios. Me sentí totalmente perdida. A pesar de haber escuchado una media de dos predicaciones semanales durante toda mi vida hasta la fecha, descubrí que no tenía ni idea de cómo dirigirme a Dios. Sabía el padre nuestro, cómo orar delante de la gente haciendo que sonara bien, sabía toda la teoría y las cosas que no se deben decir… me habían enseñado mucho y muy bien, pero toda aquella información estaba hueca de significado para mí. Por primera vez en mi vida me encontré delante de un Dios vivo que se había cruzado en mi vida y no sabía qué decirle. Si me hubieran puesto delante un examen del seminario creo que lo hubiera aprobado sin problema, pero me hallaba ante algo nuevo y desconocido para mí: un Dios real fuera de toda aquella información que tenía.

Poco a poco, Dios me fue enseñando cómo caminar de su mano. Él fue abriendo mis ojos y pude decir como Job: “de oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (1). Y por la gran misericordia de Dios lo he podido decir muchas veces desde entonces, experimentando cada día más de su verdad.

A esto es lo que yo llamo tener “conceptos vacíos”. Es tener un conocimiento de algo, incluso poder definirlo o explicarlo, pero sin vivirlo ni experimentarlo, sin saber cómo se hace realidad en la vida de uno.  Es como saber toda la teoría de la conducción sin haber conducido un coche. Yo tenía toda la información del mundo, pero cada uno de esos conceptos estaba vacío. Sabía qué era la oración, pero no sabía orar. Sabía que Dios es amor, pero no lo experimentaba en mi vida. Y un larguísimo etcétera.

Éste es un mal común en los hijos de los creyentes. Es un hándicap (dificultad) con el que nacemos. Es como si hubiéramos comenzado a conocer a Dios al revés. Un creyente de primera generación conoce a Dios primeramente y después empieza a conocer la palabra, los mandamientos, las tradiciones de la Iglesia, etc.  Los hijos de cristianos comenzamos al revés. Primero conocemos la Iglesia, las leyes y las rutinas religiosas y después, en el mejor de los casos, un día conocemos a Cristo. Es como si comenzáramos la construcción de una casa por el tejado. El tejado es muy bonito y nos resguarda un poco y podemos sentirnos seguros durante un tiempo, pero si nos falta el cimiento que es Cristo, tarde o temprano todo caerá.

Para un hijo de cristianos es muy fácil creer que Dios es religión, que Dios es tradiciones, que Dios es  mandamientos: porque es lo que experimenta lo único que ve al principio. Así, hasta el día que conoce a Cristo. Eso es todo lo que Dios es para él: una estructura que nos puede satisfacer más o menos, pero sin cimientos, sin contenido, sin corazón, y sin vida.

Estos “conceptos vacíos” generan dos clases de respuestas extremas muy opuestas, pero igual de malas.

Por una parte están los que comienzan a servir a Dios súper jóvenes y se ofrecen como voluntarios a todo y hacen de ese “activismo” el centro de sus vidas. Algunos lo hacen porque les gusta la Iglesia y las cosas que se hacen en ella y por tanto se vuelven una parte muy activa de ésta. Otros lo hacen por ayudar a sus padres. Quizá te preguntas ¿Por qué esto puede ser muy malo? Porque si no  han tenido un encuentro personal con Cristo, lo hacen sin entender que debemos servir a Dios por amor y que no es por obras, sino por fe. Aman la Iglesia, la obra, pero no aman a Dios. Éste fue mi caso. Servía en la Iglesia desde los 15, y entregué mi vida al Señor con casi 17. Y aún después de eso, tardé mucho en darme cuenta que a Dios le importaba mucho más mi corazón y que le dejara a él obrar en mí, que el hecho de que yo no parara de hacer cosas “para Él”. Lo malo de este extremo es que puedes caer en un engaño. Puedes creer que estas bien delante de Dios, que lo amas y estás haciendo lo correcto porque haces todo lo que se supone que hay que hacer, pero sin conocer a Dios en realidad e incluso sin haber nacido de nuevo.

El otro extremo es el contrario. Estos hijos de creyentes están decepcionados con Dios por una de dos: o están decepcionados con sus padres y/o líderes o personas de referencia en la Iglesia, o están decepcionados con la iglesia como organización. Han mirado a las personas para encontrar a Dios porque no le conocen, pero como han salido decepcionados no quieren saber nada de Dios ni de la Iglesia. Lo malo de este extremo es que mientras no miren a Cristo, eso es todo lo que van a ver: decepción.

Me maravillo viendo que hay muchos hijos de creyentes que no caen en estos extremos, que ven más allá de la religión y las personas y encuentran a ese Dios poderoso que les ama. Dios llama a la puerta, y muchos abren. ¡¡¡Qué grande es la obra de Dios!!!. Nunca podré recalcar lo suficiente la importancia de enseñar a nuestros hijos a Cristo, a un Cristo vivo fuera de toda religiosidad.

Como progenitor debes intentar asegurarte de que tus hijos conocen al Dios que hay tras la obra, que lo experimenten, que lo amen. Para Dios lo que importa no es lo externo, lo que se ve por fuera, sino el corazón. Por tanto, tú tampoco debes dejarte engañar por el espejismo de que “si mi hijo se porta bien y asiste o participa en la iglesia, todo está bien”. Puede que así sea, pero puede que no.

Para conocer la situación espiritual de tus hijos, mira sus frutos. Busca el fundamento, el cimiento, la base: ¿hay una relación personal con Cristo? De nada sirve que la vida de nuestros hijos aparente ir bien. Un edificio bonito sin cimientos, tarde o temprano caerá.

Nota para hijos: Dios es un Dios personal. Has visto y oído muchas cosas, pero deja todo eso un poco a un lado y dirígete a Dios personalmente. A veces toda esa información que nos dan otras personas entorpece un poco a la hora de acercarse a Dios, porque esperas que tus experiencias sean como las de olos demás. Deja eso. Dios trató a Moisés con una zarza, a Elías con un huracán, a Jonás con una ballena, a David con un leones, osos y gigantes, y quién sabe cómo quiere tratar contigo. Saca a Dios de los moldes de la religión y de todo lo que otros te contaron. Dios quiere tener una relación personal contigo y va a ser única e irrepetible. Sólo acércate a Él sin expectativas y Él te mostrará quien es y  lo que quiere hacer contigo.

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  1. Job 42:5