5- PRIORIDADES II

Cónyuge vs hijos

En 2005 una escritora de Estados Unidos (Ayelet Waldman) escribió un  artículo en el New York Times que declaraba: “amo más a mi esposo que a mis hijos”. Este artículo levantó una gran polémica y debate, y se convirtió en un tema que comenzó a discutirse en toda clase de foros y blogs a nivel mundial, hasta hoy: a quién debe amarse más ¿al cónyuge o a los hijos? Muchas personas se escandalizaron con la sencilla idea de que esta mujer declarase que sus hijos no eran el centro de su vida, y otras muchas por fin sintieron que alguien expresaba lo que ellos no se atrevían a decir.

En éste artículo ella defiende tres puntos principales.

1- Que aunque sea madre sigue siendo una mujer, con sus necesidades.

2- Que ama a sus hijos muchísimo y les dedica todo el tiempo que puede, pero no está enamorada de ellos. También dice que en el peor de los casos podría imaginar su vida sin ellos.

3- Que está enamorada de su esposo aún más que cuando se conocieron, y que no puede imaginar su vida sin él.

Esta claro que para Ayelet, el centro de su vida es su esposo, y para sus críticos el centro de su vida son sus hijos.

Para nosotros, como creyentes, sabemos que el único centro de nuestra vida debe ser Dios. Si basamos nuestra vida en personas, es lo mismo que haberla fundado sobre la arena. Sí, aunque sean personas tan importantes como el cónyuge y los hijos. Las personas fallan, y desgraciadamente a veces las perdemos por diferentes motivos. Por eso el único fundamento sólido es Dios. Si te apoyas en una persona, sea quien sea, cuando ella cae, te derrumbas. Si amas a tu familia más que a Dios, estas cayendo en idolatría, porque estas poniendo a esas personas en el lugar dque debería ocupar Dios en tu corazón. Aunque sean tus hijos y cónyuge. Tu amor por Dios debe ser tan grande que todo otro amor palidezca en comparación. (1) El centro de todo, es y debe ser Jesús.

Ahora bien, después de Dios, ¿quién va primero? ¿el cónyuge o los hijos?

Cuando te casas te conviertes en uno con tu cónyuge (2). Ésta es una relación que se convierte en parte de ti, pasa a formar parte de lo que serás para siempre.  La unión en matrimonio te conecta física, emocional y espiritualmente a tu cónyuge. Es un lazo que, aunque se rompa, habrá cambiado quien eres definitivamente.

Esto no sucede con los hijos. Tus hijos un día dejarán a su padre y a su madre, se unirán a otra persona y serán uno. El matrimonio comienza antes de los hijos y durará hasta después de que se hayan ido de casa. Es una relación que necesita ser cuidada con amor durante toda la vida, con hijos o sin ellos. No puedes poner en pausa el matrimonio mientras que los hijos crecen y retomarla el día que dejan el hogar. No funciona así. Eso sería como dejar de regar una planta de interior durante 20 años esperando que cuando te acuerdes de ella tras ese tiempo esté como cuando la dejaste. Imposible, absurdo.

Dead_plant_in_pots.jpgLa unión con tu cónyuge es tal, que si eres infiel a tu conyuge, si pecas con pecado sexual pecas contra ti mismo.  No puedes dañar al otro sin dañarte a ti mismo, y no encontramos en la Biblia nada que nos hable de una unidad comparable entre padres e hijos.

Hay muchos progenitores (especialmente madres) que vuelcan todo el amor que sentían por su cónyuge en sus hijos. Esto hace que el cónyuge se sienta automáticamente dejado de lado y se deteriora la relación de pareja. Es especialmente probable que suceda cuando uno queda en casa cuidándolos y el otro trabaja fuera de casa. El que está en casa puede  hacer de los hijos el centro de su vida y fácilmente se generan esta clase de situaciones. Debes mantener el equilibrio. La llegada de los hijos no debe separar la pareja, sino unirla. Propón trabajar juntos para criar y educar este hijo que un día emprenderá su vida independiente, sin abandonar la relación de pareja.

 Te propongo algunas ideas para trabajar juntos en la educación de los hijos:

– Definir como pareja los puntos más importantes de la educación en los que vais a hacer énfasis a vuestros hijos (perseverancia, paciencia, amor, respeto etc.)

– Decidir como matrimonio las normas.

– Decidir como matrimonio la disciplina en caso de incumplimiento de las normas.

– Decidir las tareas que corresponden a cada niño.

– Mantened siempre un frente unido.

– Hacer actividades en familia. (deportes, excursiones, juegos de mesa, etc.)

– Marcar días especiales para hacer una actividad con cada hijo a solas. (Días de chic@s, días papá-hija, días para papá y mamá)

– Dividir las responsabilidades del hogar pero marcando algunas tareas que se hagan entre los dos padres e incluso entre toda la familia. (Por ejemplo un día de limpieza en el que todos limpian su parte).

– Marcar un momento del día en el que toda la familia se reúna para hacer algo que no sea comer. 🙂 Orar, hablar del día, jugar, etc.

Es cierto que criar  hijos al principio tiende a absorber completamente, pero no debes dejar que eso se convierta en un estado permanente. Debes deliberadamente buscar y apartar tiempo para estar como pareja. Sé que es una maravilla contemplar como ese bultito en la barriga se va convirtiendo en una personita que anda, habla y piensa por sí misma. y esa es la cuestión, cada día hará más cosas por sí misma hasta el día en que aprenda a volar y deje el nido. No es a ese hijo a quien has prometido “Hasta que la muerte nos separe”, lo prometiste a tu cónyuge.  Te toca trabajar para mantener esa promesa.

Más que preguntar quien va primero entre hijos y cónyuge, voy a preguntar, ¿cuál es el lugar de cada uno? El lugar de tu cónyuge es el de tu ayuda idónea, tu compañero de vida, quien va a estar siempre contigo, quien te va a levantar si caes y a quien levantarás cuando caiga. A quien tienes que amar y respetar. Tu cónyuge es tuyo y tú eres de él/ella.

El lugar de tus hijos es el de personas que Dios ha puesto a tu cargo, un préstamo que Dios te da para que los ames, enseñes y cuides. Ahora están, pero un día se irán. Tú te ocupas de ellos, pero ellos no son tu apoyo, son tu responsabilidad. Son la herencia que dejas a éste mundo, tu aportación. Los hijos son reflejo de los padres, si tu vida es una bendición, esa bendición se multiplicará por medio de tus hijos donde quiera que vayan. Si no tienes estas dos relaciones en equilibrio habrá consecuencias. Pide a Dios que te ayude a encontrar equilibrio en tu casa, y a esforzarte en las cosas correctas.

Nota para pastores y líderes: tus hijos tendrán su propio llamado, el tuyo no es hereditario. No pretendas apropiarte de ellos como parte de tu ministerio, Dios tiene su propio plan para ellos. Muchos pastores al encontrarse cansados en su ministerio ponen sus esperanzas en sus hijos y comienzan a delegarles su propia tarea. A veces sienten que no pueden confiar en los miembros de la Iglesia pero sí en sus hijos, así que comienzan a meterlos en todas las actividades. Si tu hijo tiene ese llamado está bien. Si en éste tiempo puede ayudarte, adelante. Pero si recibe su propio llamado no cortes sus alas, ayúdale a volar donde el Espíritu Santo le lleve porque es donde dará más fruto y la bendición de tu vida se multiplicará.

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Escribir

  1. Lucas 14:26
  2. Génesis 2:24

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