7- EL HIJO PRÓDIGO SE VA DE CASA

7- EL HIJO PRÓDIGO SE VA DE CASA

Creo que cuando se habla del hijo pródigo a la mayoría de padres se les ponen los pelos de punta. Nadie quiere un hijo pródigo. Nadie quiere un hijo que se vaya de casa con sus cosas y malgaste su vida alejado de Dios y su familia. Pero la verdad es que aunque no se vayan de casa de sus padres, todos los hijos son pródigos (alejados de Dios) hasta que se vuelven personalmente a él. Unos hijos se alejan más de Dios que otros, pero todos necesitan volverse a él de todo su corazón y todas sus fuerzas.

Ahora bien, ¿qué hago si mi hijo no quiere saber nada de Dios?. ¿Cómo afrontarlo, cómo tratarlo?. ¿Qué solución, qué esperanza tengo?

Quisiera compartiros el testimonio de mi padre, Joel Viljanen, escrito por él mismo. Ese testimonio que tanto me impactó en la adolescencia.

Lee como me impactó aquí: https://yoymicasablog.wordpress.com/2017/01/02/3-el-ejemplo/

“La verdad es que viví una infancia interesante y feliz hasta donde yo recuerdo. De todos modos ser el hijo mayor de un misionero al que algunos llaman apóstol, te marca quieras o no. Desde siempre, me sentí también muy responsable de mis otros 6 hermanos porque vivíamos en un país, Uruguay, y en su capital, Montevideo, donde se nos consideraba «gringos» y por lo tanto, gente a la que muchos podían odiar y envidiar libremente aunque creo que no habían razones ni para lo uno ni para lo otro. Fuimos apedreados alguna que otra vez, e insultados muchas veces. Siempre consideré a mi padre, Altti Viljanen, como un hombre valiente, trabajador y al que movía «una sola causa»: La del Evangelio de Jesucristo. Estaba con nosotros cuando podía, pero su tiempo y sus fuerzas eran casi todas para la Obra del Señor. Dios le usó en muchas ocasiones poderosamente y – si mal no recuerdo – puedo haberme sentido incluso orgulloso por ser su primogénito. Pensándolo ahora quizás mi padre y la Iglesia esperaban de mí demasiado. No lo sé. Mi madre, Hely, siempre fue mas cercana para mí. De todos modos pude tomar mis decisiones libremente y cargué con las consecuencias también, como todo el mundo. Hoy en día aprecio y quiero mucho a mi padre ¡pero no siempre fue así!

 A los 16 años volvimos a Finlandia por unos meses y mis padres volvieron pronto a Uruguay, yo me quedé a vivir sólo por decisión propia. Creía que podía con todo pero me equivoqué. Entré en el servicio militar obligatorio con 17 años y ahí comenzaron los años en los que comencé a pensar que ya no necesitaba ni de Dios ni de mi familia. Durante el servicio militar me descarrié bastante y ya no quise aparentar más. Me alejé de Dios y de la Iglesia tanto, que pensé que jamás volvería a ser cristiano. Mi crisis llegó cuando me vi sólo en la vida y con un vacío descomunal. Esto me llevó a una depresión “de caballo” que me dejó con la autoestima y las fuerzas por los suelos. No me suicidé porque Dios no lo quiso, pues estuve a punto de hacerlo.

 Llevaba 7 años sin ver a mi familia y sin hablar con mis padres. Mi madre era la única que me escribía muy de cuando en cuando. No sé porque no me escribían más (las cartas tardaban un mes en llegar), puede que haya sido porque no sabían lo que decirme, pero esto sólo es una suposición mía. Esta situación con mi familia me había resentido mucho. Cuando oí que mi familia volvía a Finlandia, intenté mudarme a Suecia, no lo conseguí y tuve que ver a mi padre sí o sí. Después de tantos años le vi muy envejecido, y cuando me preguntó si había “huido de ellos”, algo se derritió en mis adentros. Lo supe más tarde pero mi familia tomó en esos días la decisión de NO hablarme nada de Dios ni de la Biblia sino tan solo demostrarme amor. Y eso comenzó a “amansar” a la fiera que llevaba adentro. Lo llamaron “la estrategia del amor”. ¡Sus oraciones comenzaron a surtir un efecto que – ahora lo comprendo – no lo puede hacer ninguna otra cosa en el ser humano! Sentía que me querían tal como yo era y ¡eso me “confundía” mucho! No existen armas contra la Fuerza más Grande del Universo – ¡El Amor Incondicional de Dios que obra a través de personas falibles!

 Dios me dio una inesperada oportunidad cuando me invitaron a un campamento de hijos de misioneros y quise ver a muchos amigos de infancia después de mucho tiempo. Allí vi cómo yo no era el único que estaba bastante perdido y vacío. Volví a entregarle mi vida al Señor “casi sin querer”. Dicen que “por la boca muere el pez” y exactamente eso fue lo que me pasó a mí. No entraba en mis planes, pero es que tuve que reconocer que mi orgullo me había llevado a una vida sin ningún propósito más que el de vagar sin rumbo ni sentido. Tenía un trabajo humanamente inmejorable pero me faltaba algo. Al final del campamento reconocí públicamente que había perdido “el tren de la vida abundante” y ¡estallé a llorar!, entregando mi vida de nuevo a Cristo para gran asombro de todos los asistentes.

 Conocí a mi Seija en la escuela bíblica y formamos una familia basada en el amor. Ser padre es lo más maravilloso que me ha pasado aparte de volver al Camino de la Vida Eterna. Aunque somos de trasfondos muy diferentes, y tenemos formas de ver la educación y las relaciones a veces muy opuestas, ha sido una bendición casarme con la mujer de mi vida. Las diferencias crean siempre algunas tensiones pero siempre podemos llegar a entendernos si hay voluntad y cariño. Lo más importante es tener metas en común y encontrar una solución común. No mi manera de hacer las cosas, ni la tuya, sino crear la nuestra. Creo que muchos padres pensamos que nunca haremos los mismos errores que han hecho (a nuestro juicio) con nosotros, pero si no hacemos los mismos haremos otros “errores u horrores» ¡quizás aún peores!. En mi caso por lo menos ha sido en parte así.   Sólo la Inmensa Gracia de Dios nos ayuda a mantener o recuperar el buen juicio y pedirle sabiduría en ciertos momentos de tensión y crisis.

 Pienso que no existen padres que no cometan errores, pero el reto de aprender «a la par» y crecer con ellos es algo muy valioso y enriquecedor que no cambiaría por nada. La sinceridad es algo que no es sustituible por ninguna otra cualidad espiritual o humana. Creo que no hay mayor veneno para la relación con nuestros hijos que la hipocresía. Si somos una cosa en la Iglesia y otra en casa ya podemos explicarlo como queramos que ¡no va a colar! Confesar, pedir perdón e intentar mejorar lo mejorable es indispensable para una relación amorosa con los hijos. Yo no he sido perfecto ni en esto ni en nada, pero he intentado ser lo más transparente posible! Pensaba que nunca haría los errores que me parecen “de cajón”, pero los he cometido y tenido que confesarlo e intentar de enmendarlos en lo posible.

 Ahora que ya soy abuelo, pienso que podría haber hecho las cosas mucho mejor pero seguramente también lo podría haber hecho mucho peor! Cuando se es joven se tiene muchos ideales de educación pero al llegar a viejo solo te quedan preguntas y pocas ideas fijas de cómo se deben hacer las cosas. ¡Cada niño es tan diferente! No puedes tratarles igual y al mismo tiempo no debes tener favoritos. Es difícil. El único consejo que me atrevo a dar es el de pedir mucha Sabiduría, Humildad y Gracia a Dios y de ser lo mas humildes y transparentes especialmente cuando «metemos la pata» hasta el fondo como yo lo he hecho varias veces!

 Para finalizar he de decir:

  1. a) que como padres tampoco debemos sentir culpabilidad de todas las decisiones erróneas que puedan hacer nuestros hijos porque al final «cada palo ha de aguantar su vela». ¡Si te sientes fracasado debes saber que no eres el único!. El Espíritu Santo te ha de consolar como nadie si le buscas. Y
  2. b) si Dios ha podido hacer de este “hijo pródigo” un padre dichoso como pocos y me ha dado por Gracia de tener la familia e hij@s que me ha dado, lo puede hacer en cualquier caso, por imposible que te parezca, si sólo te humillas cada día a apoyarte de todo corazón en Él y no en tu propia sabiduría, fuerza o experiencia por mucha que tengas! Dios bendiga cada padre y madre que sigue en “la bella escuela” de enseñar y aprender junto a los seres más queridos que existen sobre toda la faz de la tierra para ti! Y a los hij@s que lean esto que os voy a decir… nada que no sepáis! ¡Por lo menos eso me sigue diciendo mi hijo menor muchas veces! ¡LOL! ….

Quise incluir este testimonio al hablar de este tema, porque la estrategia que usó mi abuelo fue dada por Dios para ellos. Juntos oraron y se pusieron de acuerdo en que iban a mostrarle amor a mi papá. Aún estando en otro continente, y sin saber nada de su depresión, Dios les mostró la manera de llegar a él. Mi padre no necesitaba sermones, no necesitaba regaños o castigos. Necesitaba saber, que aunque era pródigo, aún era amado en casa. Y el amor cubrió, una vez más, multitud de faltas.

Si tienes un hijo pródigo, la estrategia para ganarlo de vuelta sólo te la puede dar el Espíritu Santo de Dios. En el caso de mi padre, Dios ya había estado obrando a través de las oraciones en su vida antes de que su familia volviera, y con el amor que le mostraron, el hijo pródigo volvió a casa. Pero cada hijo es diferente, por eso necesitas la dirección del Espíritu Santo.

Recuerdo una predicación de Yanina De Lorenzo, mi cuñada, que establecía la diferencia entre la oveja perdida y el hijo pródigo. Nos explicaba que en la parábola de la oveja perdida, la oveja simboliza las personas que nunca han conocido a Dios, y esas personas necesitan que vayamos a buscarlas y les hablemos de Cristo. Pero cuando habla del hijo pródigo, habla de alguien que ya conoce a Dios y se aparta de su camino, y esas personas necesitan arrepentirse y volver a casa, porque ya conocen el camino.

Por tanto, si tu hijo no ha escuchado el mensaje de salvación por la razón que sea, debes ir a buscarlo y hablarle sin temor. Plantar esa semilla de la fe en su corazón, y Dios, a su tiempo, traerá el crecimiento.

Asimismo, si tu hijo ya ha oído hablar toda su vida de Cristo, y aún así decide seguir otro camino, probablemente los sermones no funcionen con él. El padre del hijo pródigo lo dejó marchar, seguramente oró, y esperó. Y esperó. Y esperó. Siempre amándolo, siempre con esperanza mirando al horizonte imaginándolo venir. Siempre.

Una de las mayores pruebas que nos puede tocar en la vida es esperar por largo tiempo. Hasta los más fuertes se tambalean ante la espera prolongada. Pero debemos confiar en Dios, que es el único que puede hacer esa preciosa obra de salvación, y orar, amar y esperar. No desesperes. Dios está mucho más interesado que tú en que tu hijo le conozca porque lo ama mucho más que tú, porque su amor es perfecto. A su tiempo cosecharemos si no desmayamos. Confía en Él, y Él hará. Su paz puede acompañarte cada día en esta espera. Recuerda que tú también estuviste alejado de Dios en otro tiempo y ten esperanza.

6- LA CASA POR EL TEJADO

6- LA CASA POR EL TEJADO

Cuando entregué mi vida al Señor a los 16, descubrí que no sabía orar. Bueno, en realidad descubrí que no sabía nada de Dios. Me sentí totalmente perdida. A pesar de haber escuchado una media de dos predicaciones semanales durante toda mi vida hasta la fecha, descubrí que no tenía ni idea de cómo dirigirme a Dios. Sabía el padre nuestro, cómo orar delante de la gente haciendo que sonara bien, sabía toda la teoría y las cosas que no se deben decir… me habían enseñado mucho y muy bien, pero toda aquella información estaba hueca de significado para mí. Por primera vez en mi vida me encontré delante de un Dios vivo que se había cruzado en mi vida y no sabía qué decirle. Si me hubieran puesto delante un examen del seminario creo que lo hubiera aprobado sin problema, pero me hallaba ante algo nuevo y desconocido para mí: un Dios real fuera de toda aquella información que tenía.

Poco a poco, Dios me fue enseñando cómo caminar de su mano. Él fue abriendo mis ojos y pude decir como Job: “de oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (1). Y por la gran misericordia de Dios lo he podido decir muchas veces desde entonces, experimentando cada día más de su verdad.

A esto es lo que yo llamo tener “conceptos vacíos”. Es tener un conocimiento de algo, incluso poder definirlo o explicarlo, pero sin vivirlo ni experimentarlo, sin saber cómo se hace realidad en la vida de uno.  Es como saber toda la teoría de la conducción sin haber conducido un coche. Yo tenía toda la información del mundo, pero cada uno de esos conceptos estaba vacío. Sabía qué era la oración, pero no sabía orar. Sabía que Dios es amor, pero no lo experimentaba en mi vida. Y un larguísimo etcétera.

Éste es un mal común en los hijos de los creyentes. Es un hándicap (dificultad) con el que nacemos. Es como si hubiéramos comenzado a conocer a Dios al revés. Un creyente de primera generación conoce a Dios primeramente y después empieza a conocer la palabra, los mandamientos, las tradiciones de la Iglesia, etc.  Los hijos de cristianos comenzamos al revés. Primero conocemos la Iglesia, las leyes y las rutinas religiosas y después, en el mejor de los casos, un día conocemos a Cristo. Es como si comenzáramos la construcción de una casa por el tejado. El tejado es muy bonito y nos resguarda un poco y podemos sentirnos seguros durante un tiempo, pero si nos falta el cimiento que es Cristo, tarde o temprano todo caerá.

Para un hijo de cristianos es muy fácil creer que Dios es religión, que Dios es tradiciones, que Dios es  mandamientos: porque es lo que experimenta lo único que ve al principio. Así, hasta el día que conoce a Cristo. Eso es todo lo que Dios es para él: una estructura que nos puede satisfacer más o menos, pero sin cimientos, sin contenido, sin corazón, y sin vida.

Estos “conceptos vacíos” generan dos clases de respuestas extremas muy opuestas, pero igual de malas.

Por una parte están los que comienzan a servir a Dios súper jóvenes y se ofrecen como voluntarios a todo y hacen de ese “activismo” el centro de sus vidas. Algunos lo hacen porque les gusta la Iglesia y las cosas que se hacen en ella y por tanto se vuelven una parte muy activa de ésta. Otros lo hacen por ayudar a sus padres. Quizá te preguntas ¿Por qué esto puede ser muy malo? Porque si no  han tenido un encuentro personal con Cristo, lo hacen sin entender que debemos servir a Dios por amor y que no es por obras, sino por fe. Aman la Iglesia, la obra, pero no aman a Dios. Éste fue mi caso. Servía en la Iglesia desde los 15, y entregué mi vida al Señor con casi 17. Y aún después de eso, tardé mucho en darme cuenta que a Dios le importaba mucho más mi corazón y que le dejara a él obrar en mí, que el hecho de que yo no parara de hacer cosas “para Él”. Lo malo de este extremo es que puedes caer en un engaño. Puedes creer que estas bien delante de Dios, que lo amas y estás haciendo lo correcto porque haces todo lo que se supone que hay que hacer, pero sin conocer a Dios en realidad e incluso sin haber nacido de nuevo.

El otro extremo es el contrario. Estos hijos de creyentes están decepcionados con Dios por una de dos: o están decepcionados con sus padres y/o líderes o personas de referencia en la Iglesia, o están decepcionados con la iglesia como organización. Han mirado a las personas para encontrar a Dios porque no le conocen, pero como han salido decepcionados no quieren saber nada de Dios ni de la Iglesia. Lo malo de este extremo es que mientras no miren a Cristo, eso es todo lo que van a ver: decepción.

Me maravillo viendo que hay muchos hijos de creyentes que no caen en estos extremos, que ven más allá de la religión y las personas y encuentran a ese Dios poderoso que les ama. Dios llama a la puerta, y muchos abren. ¡¡¡Qué grande es la obra de Dios!!!. Nunca podré recalcar lo suficiente la importancia de enseñar a nuestros hijos a Cristo, a un Cristo vivo fuera de toda religiosidad.

Como progenitor debes intentar asegurarte de que tus hijos conocen al Dios que hay tras la obra, que lo experimenten, que lo amen. Para Dios lo que importa no es lo externo, lo que se ve por fuera, sino el corazón. Por tanto, tú tampoco debes dejarte engañar por el espejismo de que “si mi hijo se porta bien y asiste o participa en la iglesia, todo está bien”. Puede que así sea, pero puede que no.

Para conocer la situación espiritual de tus hijos, mira sus frutos. Busca el fundamento, el cimiento, la base: ¿hay una relación personal con Cristo? De nada sirve que la vida de nuestros hijos aparente ir bien. Un edificio bonito sin cimientos, tarde o temprano caerá.

Nota para hijos: Dios es un Dios personal. Has visto y oído muchas cosas, pero deja todo eso un poco a un lado y dirígete a Dios personalmente. A veces toda esa información que nos dan otras personas entorpece un poco a la hora de acercarse a Dios, porque esperas que tus experiencias sean como las de olos demás. Deja eso. Dios trató a Moisés con una zarza, a Elías con un huracán, a Jonás con una ballena, a David con un leones, osos y gigantes, y quién sabe cómo quiere tratar contigo. Saca a Dios de los moldes de la religión y de todo lo que otros te contaron. Dios quiere tener una relación personal contigo y va a ser única e irrepetible. Sólo acércate a Él sin expectativas y Él te mostrará quien es y  lo que quiere hacer contigo.

________________________________________________________

  1. Job 42:5

5- PRIORIDADES II

Cónyuge vs hijos

En 2005 una escritora de Estados Unidos (Ayelet Waldman) escribió un  artículo en el New York Times que declaraba: “amo más a mi esposo que a mis hijos”. Este artículo levantó una gran polémica y debate, y se convirtió en un tema que comenzó a discutirse en toda clase de foros y blogs a nivel mundial, hasta hoy: a quién debe amarse más ¿al cónyuge o a los hijos? Muchas personas se escandalizaron con la sencilla idea de que esta mujer declarase que sus hijos no eran el centro de su vida, y otras muchas por fin sintieron que alguien expresaba lo que ellos no se atrevían a decir.

En éste artículo ella defiende tres puntos principales.

1- Que aunque sea madre sigue siendo una mujer, con sus necesidades.

2- Que ama a sus hijos muchísimo y les dedica todo el tiempo que puede, pero no está enamorada de ellos. También dice que en el peor de los casos podría imaginar su vida sin ellos.

3- Que está enamorada de su esposo aún más que cuando se conocieron, y que no puede imaginar su vida sin él.

Esta claro que para Ayelet, el centro de su vida es su esposo, y para sus críticos el centro de su vida son sus hijos.

Para nosotros, como creyentes, sabemos que el único centro de nuestra vida debe ser Dios. Si basamos nuestra vida en personas, es lo mismo que haberla fundado sobre la arena. Sí, aunque sean personas tan importantes como el cónyuge y los hijos. Las personas fallan, y desgraciadamente a veces las perdemos por diferentes motivos. Por eso el único fundamento sólido es Dios. Si te apoyas en una persona, sea quien sea, cuando ella cae, te derrumbas. Si amas a tu familia más que a Dios, estas cayendo en idolatría, porque estas poniendo a esas personas en el lugar dque debería ocupar Dios en tu corazón. Aunque sean tus hijos y cónyuge. Tu amor por Dios debe ser tan grande que todo otro amor palidezca en comparación. (1) El centro de todo, es y debe ser Jesús.

Ahora bien, después de Dios, ¿quién va primero? ¿el cónyuge o los hijos?

Cuando te casas te conviertes en uno con tu cónyuge (2). Ésta es una relación que se convierte en parte de ti, pasa a formar parte de lo que serás para siempre.  La unión en matrimonio te conecta física, emocional y espiritualmente a tu cónyuge. Es un lazo que, aunque se rompa, habrá cambiado quien eres definitivamente.

Esto no sucede con los hijos. Tus hijos un día dejarán a su padre y a su madre, se unirán a otra persona y serán uno. El matrimonio comienza antes de los hijos y durará hasta después de que se hayan ido de casa. Es una relación que necesita ser cuidada con amor durante toda la vida, con hijos o sin ellos. No puedes poner en pausa el matrimonio mientras que los hijos crecen y retomarla el día que dejan el hogar. No funciona así. Eso sería como dejar de regar una planta de interior durante 20 años esperando que cuando te acuerdes de ella tras ese tiempo esté como cuando la dejaste. Imposible, absurdo.

Dead_plant_in_pots.jpgLa unión con tu cónyuge es tal, que si eres infiel a tu conyuge, si pecas con pecado sexual pecas contra ti mismo.  No puedes dañar al otro sin dañarte a ti mismo, y no encontramos en la Biblia nada que nos hable de una unidad comparable entre padres e hijos.

Hay muchos progenitores (especialmente madres) que vuelcan todo el amor que sentían por su cónyuge en sus hijos. Esto hace que el cónyuge se sienta automáticamente dejado de lado y se deteriora la relación de pareja. Es especialmente probable que suceda cuando uno queda en casa cuidándolos y el otro trabaja fuera de casa. El que está en casa puede  hacer de los hijos el centro de su vida y fácilmente se generan esta clase de situaciones. Debes mantener el equilibrio. La llegada de los hijos no debe separar la pareja, sino unirla. Propón trabajar juntos para criar y educar este hijo que un día emprenderá su vida independiente, sin abandonar la relación de pareja.

 Te propongo algunas ideas para trabajar juntos en la educación de los hijos:

– Definir como pareja los puntos más importantes de la educación en los que vais a hacer énfasis a vuestros hijos (perseverancia, paciencia, amor, respeto etc.)

– Decidir como matrimonio las normas.

– Decidir como matrimonio la disciplina en caso de incumplimiento de las normas.

– Decidir las tareas que corresponden a cada niño.

– Mantened siempre un frente unido.

– Hacer actividades en familia. (deportes, excursiones, juegos de mesa, etc.)

– Marcar días especiales para hacer una actividad con cada hijo a solas. (Días de chic@s, días papá-hija, días para papá y mamá)

– Dividir las responsabilidades del hogar pero marcando algunas tareas que se hagan entre los dos padres e incluso entre toda la familia. (Por ejemplo un día de limpieza en el que todos limpian su parte).

– Marcar un momento del día en el que toda la familia se reúna para hacer algo que no sea comer. 🙂 Orar, hablar del día, jugar, etc.

Es cierto que criar  hijos al principio tiende a absorber completamente, pero no debes dejar que eso se convierta en un estado permanente. Debes deliberadamente buscar y apartar tiempo para estar como pareja. Sé que es una maravilla contemplar como ese bultito en la barriga se va convirtiendo en una personita que anda, habla y piensa por sí misma. y esa es la cuestión, cada día hará más cosas por sí misma hasta el día en que aprenda a volar y deje el nido. No es a ese hijo a quien has prometido “Hasta que la muerte nos separe”, lo prometiste a tu cónyuge.  Te toca trabajar para mantener esa promesa.

Más que preguntar quien va primero entre hijos y cónyuge, voy a preguntar, ¿cuál es el lugar de cada uno? El lugar de tu cónyuge es el de tu ayuda idónea, tu compañero de vida, quien va a estar siempre contigo, quien te va a levantar si caes y a quien levantarás cuando caiga. A quien tienes que amar y respetar. Tu cónyuge es tuyo y tú eres de él/ella.

El lugar de tus hijos es el de personas que Dios ha puesto a tu cargo, un préstamo que Dios te da para que los ames, enseñes y cuides. Ahora están, pero un día se irán. Tú te ocupas de ellos, pero ellos no son tu apoyo, son tu responsabilidad. Son la herencia que dejas a éste mundo, tu aportación. Los hijos son reflejo de los padres, si tu vida es una bendición, esa bendición se multiplicará por medio de tus hijos donde quiera que vayan. Si no tienes estas dos relaciones en equilibrio habrá consecuencias. Pide a Dios que te ayude a encontrar equilibrio en tu casa, y a esforzarte en las cosas correctas.

Nota para pastores y líderes: tus hijos tendrán su propio llamado, el tuyo no es hereditario. No pretendas apropiarte de ellos como parte de tu ministerio, Dios tiene su propio plan para ellos. Muchos pastores al encontrarse cansados en su ministerio ponen sus esperanzas en sus hijos y comienzan a delegarles su propia tarea. A veces sienten que no pueden confiar en los miembros de la Iglesia pero sí en sus hijos, así que comienzan a meterlos en todas las actividades. Si tu hijo tiene ese llamado está bien. Si en éste tiempo puede ayudarte, adelante. Pero si recibe su propio llamado no cortes sus alas, ayúdale a volar donde el Espíritu Santo le lleve porque es donde dará más fruto y la bendición de tu vida se multiplicará.

_________________________________________________

Escribir

  1. Lucas 14:26
  2. Génesis 2:24

4- PRIORIDADES

4- PRIORIDADES

En el curso de discipulado de nuestra Iglesia, hay un ejercicio, muy cortito pero muy profundo, que trata sobre las prioridades. Te animo a que lo hagas, dice así:

Ordena éstas cinco áreas en el orden de importancia que deben tener en nuestra vida con un número del 1 al 5, siendo el 1 el más importante y 5 el menos importante. (No hablamos de lo que nos lleva más tiempo sino de lo que debe ser la pasión de nuestro corazón).

–         Vocación (Trabajo, estudios).

–         Necesidades espirituales y emocionales de la familia (devocionales, tiempo en familia). Se refiere a la familia nuclear: cónyuge e hijos.

–         Vida espiritual, relación con Dios.

–         Ministerio cristiano, servicio a Dios. El ministerio no son sólo las actividades que se realizan en la Iglesia. Es una actitud de ser luz y bendición de Dios en el lugar que estemos y sea lo que sea que estemos haciendo.

–         Otras actividades (aficiones, deportes, compras, recados, la casa, etc.)

No sigas leyendo hasta que lo hayas hecho, aunque sea mentalmente, así podrás reflexionar con mayor profundidad en éste capítulo.

Bien, creo que estarás de acuerdo en que la relación con Dios debe ser el número 1. Si Dios no está en el trono, en el centro de tu vida, ninguna de las otras áreas va a funcionar como debe. Cuando Él reina en nuestras vidas, todo lo demás se va colocando en su lugar por si sólo. (1)

Seguramente también estarás de acuerdo con que el último lugar (número 5) lo ocupan las “otras actividades” por ser lo más superfluo y postergable. La limpieza, las aficiones, trámites etc. son importantes y necesitan su tiempo de dedicación, pero no pueden en ningún caso ser más importantes que las otras cosas de la lista. No puedes faltar al trabajo por quedarte  limpiando tu casa o desatender a la familia por atender tus aficiones. Si esto sucede tienes que examinarte y cambiar tus prioridades porque ahí hay algo que realmente se ha torcido.

Vayamos a lo polémico. El número 2. La cuestión está entre el trabajo, la familia y el ministerio. Tengo un punto de vista muy claro respecto a este asunto así que te lo voy a decir claro, sin rodeos ni anestesia: alguien puede sustituirte en cualquier labor que estés desarrollando en la Iglesia o en tu trabajo. Duele, pero es cierto, no eres imprescindible. Eres necesario sí, pero no eres  imprescindible en estos lugares. Alguien puede sustituirte en tu trabajo, como amigo y en muchas facetas, pero hay una cosa en la que eres irreemplazable. Nadie puede sustituirte como padre/madre. Los hijos abandonados por sus padres sienten añoranza toda su vida del hueco dejado por el progenitor ausente. Si tu madre vuelve a casarse tras la muerte de tu padre, tu padrastro puede ser muy bueno, fantástico y maravilloso, pero nunca sustituirá a tu padre completamente. Hay niños adoptados que añoran y buscan a sus padres biológicos aún después de décadas aunque amen muchísimo a su familia adoptiva. Cuando falta un progenitor hay un gran hueco vacío en la vida de un hijo.

Quizá piensas que éste no es tu caso, pero déjame decirte que hay varias maneras de estar ausente. Quizá lo primero que venga a tu mente es el abandono del hogar o la muerte, pero hay otras formas de ausencia. ¿Nunca has oído eso de “estar solo en una multitud”? Pues también sucede en el hogar. A los padres absortos en su trabajo, su ministerio o sus amistades fácilmente se les escapa la soledad y el abandono que pueden sentir sus hijos. Ausencia es no estar en los momentos importantes para el niño. Ausencia es no presenciar o no interesarse por los logros o aprendizajes obtenidos por el niño. Ausencia es mirar para otro lado (tv, móvil, ordenador…) cuando tu hijo intenta enseñarte o contarte algo importante para él (que puede ser algo insignificante para ti, como que encontró un bicho, pero que para él es un mundo). Ausencia es dar por hecho que nuestros hijos serán creyentes porque van a la iglesia, que saben que los amamos porque traemos dinero a casa o que crecerán sanos porque comen espinacas. Ausencia es no invertir tiempo, fuerzas y amor en nuestros hijos dando por hecho que «saldrán bien». Si hacemos esto un día llegarán a la adolescencia y estallarán en rebeldía y diremos: “¿de dónde viene esto de repente?” Cuando resulta que el dolor de nuestra ausencia en nuestros hijos ha ido creciendo en ellos durante años.

En algunas culturas es comúnmente aceptado pensar que la mayor muestra de amor hacia tus hijos, es trabajar de sol a sol para que a ellos no les falte nada económica y materialmente. Sin embargo estoy segura de que si das a escoger a tus hijos entre pasar tiempo contigo o tener un juguete nuevo para jugar ellos solos, escogerán el tiempo en familia. Ausencia es rodear a un niño de juguetes y dejarlo solo. Los lujos, las posesiones o el estatus social no pueden suplir la necesidad que tienen los hijos de estar con sus padres.

En la cultura evangélica, es comúnmente aceptado pensar (sobre todo en el caso de los pastores y líderes) que es correcto y necesario  que cuando alguien de la iglesia tiene una necesidad, las necesidades de nuestros hijos pueden esperar. Obviamente debes servir en la iglesia y a los hermanos en la fe en la medida que puedas. También debes discernir que no todos los reclamos que tus hijos hacen son realmente necesidades. El problema viene cuando sistemáticamente eliges satisfacer las necesidades de otros antes que las de tus hijos.

Quizá no estés de acuerdo conmigo, pero leamos qué dice la palabra de Dios en 1Timoteo 3:1-5 Si alguien aspira al cargo de obispo, no hay duda de que ambiciona algo muy eminente. Es necesario, pues, que el obispo sea irreprochable, casado una sola vez, casto, dueño de sí, de buenos modales, que acoja fácilmente en su casa y con capacidad para enseñar. No debe ser bebedor ni peleador, sino indulgente, amigo de la paz y desprendido del dinero. Que sepa gobernar su propia casa y mantener a sus hijos obedientes y bien criados. Pues si no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá guiar a la asamblea de Dios?

No quiero entrar en polémica, simplemente quiero que veas que Dios da mucha importancia al cuidado del hogar. De hecho, está poniendo la familia antes que la Iglesia. La palabra dice que antes de guiar la casa de Dios, debe uno saber gobernar su propia casa. Por tanto va primero. La Biblia según Johanna, diría “¿de qué le vale al hombre si ganare el mundo y perdiere los de su casa?”(2) y perdonadme el cambio que he hecho para explicar la idea.

Igual que los hijos aprenden en el hogar, los padres también aprendemos en el hogar. Cuando éramos hijos aprendimos a RECIBIR misericordia,  amor, paciencia,  enseñanza. Ahora que somos padres, debemos aprender a DAR misericordia, amor, paciencia, enseñanza… No menosprecies el ministerio de enseñar a tus hijos. A veces ambicionamos el ministerio, el “obispado” como dice la palabra, y pensamos que ESE es el punto principal de nuestras vidas. Eso es lo que nos da sentido a la vida y despreciamos el sacerdocio del hogar. Debemos recordar que el primer ministerio que tiene el creyente casado es para con su familia. Pablo decía: “ojalá todos pudieran ser como yo (que soy soltero y estoy feliz así), pero la casada se debe a su esposo y el casado a su esposa (e hijos)”(3).

Si te ayuda, tómalo como un campo de entrenamiento. Si eres capaz de mostrar amor a tus hijos, serás capaz de mostrar amor a otros creyentes. Si eres capaz de enseñar a tus hijos la palabra y a conocer a Dios; serás capaz de enseñar a otros creyentes.

Ministrar a tu familia es TU ministerio. Y en esa tarea nadie te puede sustituir, no lo puedes delegar o ignorar sin graves consecuencias.

Si te acabas de dar cuenta que has estado ausente para tus hijos en ciertos ámbitos, no temas. Aún hay solución. Puede que cueste, pero los hijos, por rebeldes o dolidos que estén, anhelan volver a la intimidad con los padres por mucho tiempo de ausencia que haya habido. Pídele a Dios que te ayude a mostrar amor a tus hijos, sé sincero con ellos y háblales desde el corazón. Pídeles perdón por lo que haga falta. Eso no te va a hacer ser menos a sus ojos, sino todo lo contrario. Acércate a ellos, escúchales y muéstrales de esa forma tu amor por ellos. Así ellos tendrán un buen ejemplo para seguir. Nunca es tarde para Dios. Él siempre está trabajando en nosotros y nuestra familia.

Antes de seguir quiero puntualizar algo. La familia que es tu responsabilidad es tu familia nuclear: cónyuge e hijos. También incluye otras personas dependientes que puedan estar a tu cargo como padres ancianos, etc. Remarco esto porque si bien ocasionalmente el resto de la familia va a requerir de tu atención y ayuda, creo que es necesario una cierta separación o distinción. No tienes las mismas obligaciones para con tus hijos que para con tus sobrinos, ni la misma obligación para con tu cónyuge que para con tus hermanos. Está bien que los ayudes si puedes, pero tu primera responsabilidad económica y de tiempo es la familia nuclear. La palabra enseña que cuando contraes matrimonio tu núcleo familiar cambia.  Antes tu familia más cercana eran tus padres y hermanos, pero ahora ya no. Tu cónyuge es parte de ti mismo, igual que tus hijos, aunque en otro sentido, el resto de tu familia no va incluida en este lugar de tus prioridades.(4)

Esto nos deja debatiendo el número tres entre trabajo y ministerio.

El ministerio es mucho más que tener un puesto en la Iglesia. Ministrar significa “repartir o administrar lo que Dios te ha dado”. ¿Dios te ha dado entendimiento?, pues debes repartirlo a quien lo necesite. ¿Dios te ha dado amor? ¿Te ha dado frutos de su espíritu? De gracia recibiste, da de gracia (5). Ministrar es ser luz del mundo, ser un instrumento de restauración, en la Iglesia y en este mundo herido. Demasiadas veces se limita el ejercicio del ministerio al local de culto. Cristo no vino a encerrarse en cuatro paredes sino que fue allá donde había necesidad. Por esa razón, deberíamos entender ministerio como una forma de vida más que como un puesto o título. (Ad)ministrar lo que Dios nos ha dado es responsabilidad de cada creyente.

Ahora bien, tener un puesto en la Iglesia conlleva una responsabilidad. Lleva tiempo, planificación y esfuerzo, por eso a veces choca con nuestro trabajo secular.

Obviamente debes trabajar con esfuerzo, haciendo todo como para el Señor, siguiendo el ejemplo de José, que allá donde estaba trabajaba con excelencia y el Señor lo prosperaba ya fuera esclavo, prisionero o gobernante. Con excelencia, como si sirvieras al Señor, disfrutando de tu trabajo. Es necesario que trabajes y que te esfuerces en mantener tu familia. En tu trabajo también puedes encontrar muchísimas maneras de bendecir esta sociedad y ser sal y luz.

Sin embargo creo que el ministerio debe ir antes que el trabajo en tu corazón. No quiero decir con esto que debas dejar de trabajar por actividades de la Iglesia, o faltar al trabajo cada vez que hay un evento familiar. Esa no es la cuestión. Lo que quiero decir es que como Pablo, debes “hacer tiendas”(6) para mantenerte; sin embargo, no es tu empleo el que te provee, es Diosa través de tu empleo. Dios provee para tu casa, con o sin trabajo. Con cuervos, harina o aceite que no acaban, una moneda en la boca de un pez, maná en el desierto, agua de la roca y en mil maravillosas formas.

Hoy trabajas en una empresa y el año que viene puede que trabajes en otra. Tu empresa puede irse a la ruina y tu situación laboral puede cambiar en cualquier momento. No podrás llevarte a la eternidad ningún mérito laboral que hayas obtenido. Allí ninguna posición empresarial importará lo más mínimo. El trabajo es un medio, no un fin. Necesitamos un trabajo para mantenernos mientras servimos y seguimos a Cristo. Si tu empleo no te permite asistir nunca la iglesia ni pasar tiempo con tu familia, ponlo en las manos del Señor, él proveerá lo que necesitas si tu anhelo es hacer la voluntad de Dios (7). Debes actuar con cordura, administrando todos tus bienes y tu tiempo con sabiduría, como en la parábola de los talentos (8), para obtener la mejor cosecha eterna.

Resumiendo, el orden, en mi opinión, debería ser el siguiente:

1-      Vida espiritual, relación con Dios.

2-     Necesidades espirituales y emocionales de la familia.

3-     Ministerio en la Iglesia.

4-     Vocación.

5-     Otras actividades.

____________________________________

 

1                    Parafraseando Mateo 6:33

2                    Traspolando Marcos 8:36

3                    Parafraseando 1ª Corintios 7

4                   Génesis 2:24

5                   Mateo 10:8

6                  Hechos 18:1-3

7                    Mateo 6:33

8                    Mateo 25:14-30