12- EL HIJO PRÓDIGO SE QUEDA EN CASA (parte 1)

Hoy os quiero compartir algo muy especial que Dios ha hecho en mi familia. Es el testimonio de conversión de mi primo. Nadie mejor que él para relatarlo asi que aquí os dejo su historia. Os advierto que es impactante.

31 de Octubre de 2016, noche de Halloween.

Salgo con un amigo a pasarlo bien como tantas otras veces. El plan: simple, beber una aquí, otra allí…el de la mayoría de la gente. Así está montado. Vuelve a suceder algo que me venía molestando desde hace tiempo, y es que, siempre que salía lo primero que oía por un lado u otro era algo sobre mi exnovia, una chica maravillosa a la que me estaba costando olvidar más de lo que imaginé. Y ese algo siempre era dañino. Para mí esto dejó de ser más tarde una mera casualidad. Sobre todo porque yo nunca preguntaba por ella. Solo quería olvidarla.

El caso es que empiezo la noche contento, pero este asunto me la agría al poco de empezar. Acaba siendo una noche de excesos en la que bebo mucho y consumo cocaína, ketamina y speed. Nada de lo que me sintiese orgulloso luego. Los acontecimientos que se suceden esa noche-mañana no son todos positivos, no entraré en detalles.

El caso es que acabo sobre las doce del mediodía en casa de otro amigo consumiendo speed, aunque lo aborrezco, no queda cocaína. Esta última era la droga a la que siempre volvía y que no era capaz de apartar de mi vida, incluso sabiendo que me estaba destrozando física y mentalmente. (Quiero aclarar que yo no era consumidor diario. La droga si había formado parte de mi vida desde los 17 años. Con etapas de grandes consumos y otras muy tranquilas. Tengo 34 en el momento en que escribo esto).

Sobre las cuatro de la tarde vuelvo a mi casa en “buenas condiciones”, un poco tocado obviamente después de los excesos, pero bien. A esas alturas, en mi cuerpo ya no queda ninguna sustancia salvo anfetamina. Suficiente como para no dormir en un par de días.
Los colegas me han llamado loco muchas veces. Y yo siempre reía para mis adentros y contestaba: que tenía una cabeza dura como el acero, que para verme perder el juicio a mí hacían falta un par de kilos y estupideces así. La verdad es que tenía un cerebro duro, los hechos hasta ese día así lo habían demostrado. A lo largo de los años vi a mucha gente perder el juicio durante juergas interminables. Si, tenía un cerebro duro. Hasta ese día.

Mientras espero a mi madre para cenar, en algún momento de la tarde le doy unas caladas a un porro de marihuana porque se me ha acabado el tabaco y no tengo ninguna moneda para comprar. (Me había regalado el colega unos canutos porque sabía que no me iba a poder dormir). Mantengo contacto por teléfono con algún amigo porque me aburro tremendamente y no puedo dormir. Una de las personas con las que hablo es con mi ex. Es ahí cuando empiezo a notar la marihuana haciendo daño en mi cabeza. No puedo hablar ni expresarme correctamente, no me salen las palabras, me pongo extremadamente nervioso, y me doy cuenta que esa basura está haciendo su trabajo. Aquel por el que la dejé años atrás. (Yo fui consumidor habitual de esa planta hasta que sentí claramente que o la dejaba, o me iba a quedar loco. Tal cual. Los efectos y pensamientos en mi cabeza después de consumirla empezaban a ser enfermizos, siniestros, algunos realmente turbios. También quiero apuntar con esto que conozco de sobra los malos viajes que puede provocar. Solo para matizar antes de lo que voy a contar).

Al fin mi madre llega, hablamos un poco y ceno con ella, se da cuenta que la noche ha sido larga pero como tantas otras veces. No nota nada especial. Después de ver un rato la tele se va a la cama. Me quedo solo y viendo que no me voy a dormir me termino el porro, al menos para relajarme, dormir va a ser complicado. Ese porro no tarda en hacer efecto y me acaba mandando al baño a vomitar. Creo que entre otras cosas me provocó un bajón de tensión como nunca antes había sufrido. Voy en busca de azúcar, me meto una cucharada entera en la boca y la trago como puedo (me doy cuenta de la tontería que acabo de hacer) pero nada. No va a haber mejora.

Empiezo vomitando en el lavabo, continúo en la taza y cuando ya la he dejado suficientemente fea paso a vomitar en la ducha. Ya no queda nada en el estómago y aun así sigo vomitando. Pasa el rato, y no dejo de vomitar. Me voy quedando sin fuerzas poco a poco, por minutos, hasta que acabo completamente incapacitado para moverme. Es ahí cuando pienso: “como aparezca tu madre y te vea así….vaya cuadro, pobrecita”. El hijo tirado en el suelo medio desnudo, sudado, todo el baño potado…debía ser una bella estampa. Un Van Gogh.

Pero la cosa se va torciendo, pasa el rato y sigue sin haber ningún indicio de mejora, eso me preocupa, empiezo a encontrarme realmente mal. Deja de hacerme gracia la situación. Empiezo a pensar que necesito una ambulancia, o que ojalá mi madre me haya oído tirar de la cadena, encender la ducha o algo y aparezca. Sigo empeorando, llega el momento en que pienso que si viene la diría que le pida a Dios por mí. Pero hay un problema y es que no tengo fuerzas para moverme, y ya tampoco para hablar, ni pedir ayuda claro. Ahí me doy cuenta realmente de mi situación. De que esa vez es distinta a otras.

Entonces en mi interior siento y pienso: “así es como me querías ver ¡eh! Teníamos que llegar a esto ¿no? Hacía falta llegar a esto” – Le estoy hablando a Dios.
(Aproximadamente dos años atrás había empezado a pedirle ayuda a Dios cuando volvía a casa después de fines de semana de gran consumo de alcohol y cocaína. Me sentía tan tremendamente mal que me ponía de rodillas delante de mi cama y le pedía ayuda, le decía que quería cambiar. Pero solo una vez noté respuesta. Fue tan inmediata, empezó como un torbellino, tan dentro, que me asusté y paré la oración. Ya no volvió a suceder. Le seguí buscando un tiempo hasta que me cansé. Sentía que si estaba, ya no estaba para mí. Me había dado una oportunidad y la rechacé).

Mi situación continúa empeorando. Noto que en mi cerebro algo malo está sucediendo, ya no solo es físico el tema. Hay algo más peligroso y está sucediendo dentro de mi cabeza. Entonces empiezo a pedir ayuda a Dios. Como no puedo hablar solo soy capaz de decir: “ A, Ú, A, E ”. Una y otra vez, una y otra vez. De pronto cuando parece que me vuelve un rayito de energía entonces soy capaz de encadenar: “AYUDA E”.

No sé si llegué a pronunciar AYÚDAME por completo y bien ni una sola vez. La otra cosa que recuerdo suplicarle es: “Sácame de aquí, sácame de aquí” Eso fue todo. Después de estar pidiéndole auxilio unos minutos, no sé cuántos exactamente, tuve la certeza que algo
cambiaba. No se cómo explicarlo muy bien. De toda la experiencia es en este tramo en el que me encontraba más confuso y débil. Pero sentí de pronto que algo o alguien estaba conmigo ahí, había entrado en escena.

Fue un breve momento de calma antes de lo que iba a venir.

No pude ver ninguna imagen clara. Mi cabeza solo era un desagüe de caos. Sentía que se estaba destrozando poco a poco mi cerebro. Veo figuras transformándose, colores: negro, marrones, oscuridad. Formas moviéndose rápidamente. Todo muy abstracto. Locura podría ser el resumen.Entonces todo eso se va transformando en un mar de sensaciones: mucho sufrimiento, dolor, angustia, desesperación y desamparo absolutos. Era tan brutal que no tardé en comprender que estaba en el infierno.

No recuerdo cuanto tiempo estuve ahí, pero sí que fue horrible. Entonces empieza a cambiar elescenario, la agonía absoluta, los colores oscuros y el torbellino esquizofrénico de movimientos y formas se va transformando en luz, en claridad, veo blanco, siento paz, gozo, cosas que no me es posible explicar con palabras de éste mundo. No existen adjetivos para describir como me sentía allí.

Es breve pero increíblemente intenso.

Me di cuenta que Dios me estaba mostrando dónde me dirigía irremediablemente y qué es lo que había esperándome al otro lado. La otra cara de la moneda. La salida. Empiezo a ver su Poder. Cómo de algo feo, sucio, corrompido como es la droga en mi cerebro, Él puede, manejándolo a su antojo, convertirlo en algo precioso.

No sé cuánto tiempo transcurrió. Había perdido la noción total del paso del tiempo. Digamos que vuelvo a la realidad después de este “viaje” y me doy cuenta que sigo tirado en el suelo. Siento que ahora es momento de levantarse. Intento incorporarme pero no me quedan fuerzas. Entonces siento como Dios me pone, literal, como unos bastones o barras de energía en los gemelos. Así que consigo apoyar por fin los pies en el suelo. Sigo agarrado a la bañera. Pero ahora al menos con mis pies apoyados y firmes. Intento incorporarme y lo consigo un poco. Pero me siguen faltando fuerzas. Entonces siento que me vuelve a poner esos “bastones”. Yo lo siento como barras de energía. Tal cual. Esta vez en el los muslos. Consigo incorporarme un poco más. Mientras lo estoy haciendo Dios me permite ver algo como desde el exterior, como en tercera persona: Veo como fuerzas ocultas me agarran desde abajo arrastrándome, tirando de mí hacia al suelo. Para que no me levante. Para que me mantenga ahí postrado, miserable. Entiendo que Dios aquí me está revelando la lucha que existe, real en este mundo y en cada uno de nosotros. Va a ser una noche de  revelaciones.

Estas fuerzas pesan, creo que llegan incluso a bajarme. Pero entonces Él entra en acción. No lo veo en ningún momento. Pero sé perfectamente que es Él. Tengo una certeza inexplicable que es Él el que tira de mí. Desde abajo tiran con fuerza pero dos o tres intervenciones suyas vencen esta resistencia y me ponen totalmente de pie. Debo decir que de pie sí, pero no erguido. Estoy un poco encorvado y tengo un poco de frío. Empiezo a
sentirme bien. Hacía no mucho rato no podía ni soñar con encontrarme en esa situación.
Este gesto que tan sencillo parece, el de incorporarse, no sé cuánto tiempo me llevó. Pero fue una ardua tarea. Solo puedo describirlo así. Una absoluta pelea.

El caso es que ya estoy ahí. De pie, encorvado, débil, pero feliz. Empiezo a sentir felicidad. Siento claramente que hay algo sobrenatural, una fuerza que me está soportando. No es mi energía, esa estaba absolutamente agotada. Me quedo ahí de pie un breve tiempo intentando asimilar eso que acaba de ocurrir. Entonces una voz me habla y me dice vete a ver a tu madre. Y de pronto quería ir corriendo ¡donde ella! Había pasado por tres fases ya. ¡Que no venga por favor!, ¡que venga a socorrerme! y ahora era yo el que iba a ir ¡a buscarla. Intento moverme pero no puedo. Como ya he visto perfectamente lo que ha hecho conmigo le digo: “Señor, no puedo moverme”. Entonces Él me da un poquito de energía.

Me muevo; justo consigo salir del baño y entrar en la cocina. Entonces me vuelven a fallar las fuerzas, me quedo seco, quieto. Vuelvo a hablarle: “Señor, no me quedan fuerzas, un poco más” le pido. El deseo es concedido. Con otro poquito de energía consigo llegar a mitad del pasillo. Se repite la historia. Me vuelvo a quedar sin fuerza. Le pido: “otro poquito más por favor Señor”. Y así 4 o 5 veces en total hasta que consigo entrar en la habitación de mi madre. Luego entendería que aquí Dios me estaba mostrando claramente, como a un niño, que pida y se me dará. Así lo promete Él en la Biblia. Tan sencillo como eso. Me podría haber dado energía de una vez para tal “gran” travesía. Del baño al dormitorio. Pero no. Él quería que fuera así.

Entro en la habitación de mi madre y cierro la puerta tras de mí. (Esto me lo recuerda ella). Dice que ve una forma tambaleante entrar y se asusta. (Son alrededor de las cuatro de la madrugada). Me tiro de rodillas al pie de su cama y entonces digo: “mama. He visto el infierno. Y el cielo. Pero tranquila, Él está haciendo algo muy bonito ahora en mí”. “Lo que he vivido ha sido muy duro, muy horrible, muy angustioso. Pero eso ya pasó. A ti te ha tocado ver lo bueno, lo malo lo he pasado solo”.

Aquí empieza una serie de acontecimientos que soy completamente incapaz de ordenar
cronológicamente. Solo sé que estoy en sus manos y que Él está empezando a hacer su obra, a transformarme, a cambiarme, a limpiarme. Siento que toda la sustancia que queda en mí sale de mi sangre. Lo siento tal cual. Sale. Es entonces cuando le digo a mi madre: “ya estoy limpio, ya no queda nada en mí”.

Siento cómo cosas que tenía agarradas en mi interior salen. Tengo un sentimiento físico de ello. Noto el arrastre al salir. Este proceso lo recuerdo bastante largo, cosa que sólo probaría algo que yo ya sabía, que estaba enterrado hasta el cuello de basura. Mientras van saliendo todas las cosas malas, sucias. Me muestra en una secuencia de imágenes toda
mi vida con todos esos momentos cruciales en los que ocurrían cosas que aparentemente no tenían sentido y que yo no entendía. Entonces Él va atando todos los cabos, mostrándome cómo nada había sido fruto del azar. Las piezas encajaban como un puzle perfecto. Una demostración absoluta de su Poder y Control. Yo solo podía alucinar. ¡Todo cobraba sentido! ¡Mi vida cobraba sentido! Comprendí que Él es Arquitecto Perfecto. Vi como hace y deshace. Cómo mueve los hilos. Vi su Poder de una manera increíble. No sólo en esto. En absolutamente todo lo que ya me había ocurrido, me estaba ocurriendo y en lo que quedaba por suceder.

En algún momento Él me dice que tiene un mensaje para mi madre. La digo: “mama. Dios me dice que tiene aquí preparado, esperándote, un sitio especial para ti”. Ella rompe a llorar. La abrazo y es entonces que siento que ahora conozco realmente a mi madre. Es una sensación preciosa de vínculo.
Difícil de explicar.
Y así se lo digo: ahora te conozco mamá. (Aquí quiero apuntar que más de una vez ella me había dicho llorando que pensaba que la odiaba).

En algún momento sentado en la cama empiezo a sentir oleadas de algo que no tengo palabras para describir. Algo como eléctrico, algo que vibra y se transmite por todo mi ser. La sensación más indescriptible e impresionante que he sentido en mi vida. Es tan fuerte que en estos momentos no puedo hablar. Me limito a resistir las sacudidas. Creo que intento gritar de agradecimiento pero solo soy capaz de abrir la boca sin pronunciar sonido alguno, y cuando parece que se está apagando la sensación viene más y más fuerte. Con tal intensidad que me siento insignificante, me siento totalmente inmerecedor de eso que me está regalando. Algo tan bueno y tan bonito.

Así estoy un tiempo. No sé cuánto. Pero es sin duda lo más espectacular que me ha pasado en la vida.Sin ningún tipo de duda. Ahí es cuando comprendo perfectamente de quien se trata. Del Dios Todopoderoso. De un Dios infinitamente increíble. Para el que no existen palabras que lo puedan describir. Un Dios que no hace oídos sordos. Un Dios de amor. Incluso en tu momento más vergonzoso Él te ama.

En estos momentos recuerdo perfectamente que ya nada me importa. Que todo aquello que hasta esemomento me preocupaba o inquietaba, ya no significaba nada para mí. Había comprendido quien era el Jefe y que Él, mi Señor, era absolutamente maravilloso. Que si estaba con Él ya nada me debía preocupar.

Esa sensación es tan fuerte que creo que si me acerco a mi madre ella va a notar ese torbellino que me está estremeciendo por dentro. Me acerco a ella y le pongo la mano en la espalda y le pido a Dios que la deje sentir a ella un poco de eso. Pero me temo que no estaba en sus planes. La pregunto: “mama ¿sientes algo?” Y me dice: no hijo. Luego entiendo que esa era una obra que estaba haciendo en mi vida. No eran 10.000 voltios de electricidad que fueran a dar calambre a mi madre por mucho que a mí me hubiera gustado.

Cuando creo que voy a morir de gozo, alegría, no sé qué palabra utilizar, descubro que tiene más sorpresas para mí. Yo padecía desde hace 10 años un problema poco conocido para la gente y que había ido degenerando con el tiempo. Sé que el causante en gran parte era la droga. Es uno de sus factores desencadenantes demostrados. Se llama síndrome de ojo seco. No tiene cura a día de hoy. Como el propio nombre indica afecta a los ojos dejándolos sin la lágrima natural que los lubrica, cuida y protege. Los efectos son varios y enormemente desagradables. Yo no tenía lágrima ninguna ya. Estaba en la fase que se denomina severa. Todo el día con molestias, ojos hinchados, muy a menudo rojos. Había afectado completamente a mi calidad de vida. Dejaba de hacer muchos planes por este tema. Me había creado una inseguridad que yo nunca había tenido. Había llegado la fecha en que simplemente hablar con una chica que me atrajese, mirándola a los ojos, me costaba enormemente por el hecho de que no sabía cómo los tendría. Porque eran como un semáforo.

Bueno, pues Dios me dice: Ya no tienes ojo seco. E inmediatamente noto un torrente de lágrimas que recorren mis párpados humedeciéndolos y dándome una sensación olvidada ya. Tan básica y tan olvidada. Poder abrir y cerrar los ojos sin trabajo ni molestia, notarlos ¡sanos! No puedo creerlo. Le digo: ¡mamá! ¡¡Tengo lágrima!! La miro y digo: ¡¡A que tengo los ojos blancos!! (Recordar que venía de fumarme un buen canuto y llevaba más de 40 horas despierto, lo normal a esas alturas es que los tuviese ya bastante rojos). Me dice: si, los tienes blancos hijo. Yo no tenía ninguna duda.

Pero todavía tenía más sorpresas. Yo padecía de insomnio, hecho que también achaco mucho a la droga, y que me torturaba. Había provocado que fuese sin dormir a multitud de citas, entrevistas importantes. Empezar cientos de días de mal humor que luego transmitía a mis parejas, familia, amigos, a cualquiera que se cruzase. Ese tema quedó solucionado como he podido comprobar hasta el día de hoy. Me dijo: “Ya no tienes
insomnio”.

No sé si realmente oía una voz, o simplemente Él mandaba un mensaje a mi cerebro. Pero yo tenía la certeza absoluta de que eso ocurría. Recibía claro el mensaje. Y según ocurría, en voz alta se lo relataba a mi madre.

Aquí no hace falta que explique cómo me podía sentir ya. Sentía que Dios era maravilloso. Que grande era Él, que inmenso era Él.Había un último regalo preparado. Con los temas que a mí más me amargaban, Él hacía preciosos regalos.

Yo tenía indicios ya de que los excesos de mi vida empezaban a manifestarse y pasar factura a mi cerebro. Como ejemplo un ligero tartamudeo que nunca había padecido y apareció como a los 32 años. Hay más. El caso es que llevaba 2 años trabajando hasta 14 horas diarias en un proyecto. Creando lo que iba a ser mi empresa, mi sueño, con suerte mi ocupación profesional para el resto de mi vida. El hecho de ver cómo siempre acababa tropezando en lo mismo y destrozando mi cabeza con droga; siendo consciente que la tarea que me ocupaba exigía el máximo rendimiento mental por mi parte; eso, eso me machacaba. Me hacía sentir impotente, un absoluto desecho, un desperdicio de hombre.
Débil.

Entonces viene el regalo. Siento cómo me escanea el cerebro por capas. Lo siento físicamente. Siento cómo repara aquellas zonas dañadas. Capa a capa. Lo puedo sentir tan claro que no voy a intentar ni describirlo. Simplemente lo vi.

Cuando yo ya creo que soy el tipo más feliz del mundo con mis regalos. Empieza la parte en la que Él me enseña qué es lo que tiene pensado para mí. Me muestra trayendo muchas almas a su presencia, apartando demonios con autoridad. Esto me lo muestra gráficamente. Miro a la gente a los ojos y se convierten. Hago un gesto con las manos y los
demonios se apartan. Son como gusanos rojos. Extiendo los brazos y simplemente se apartan.

También me muestra la chica que será mi mujer. Se lo digo a mi madre.
Por último me dice que el fin está cerca.
Recuerdo que sus revelaciones vienen a mi mente con una claridad pasmosa. Aparecen en mi cabeza como polaroids, como una imagen o una sucesión de ellas. Hablo un rato con ella. La digo que esto lo tengo que contar. ¡A todos! La digo que voy a traer a mis
hermanos a Dios, me acuerdo de mis tíos María y Samu, pienso en mis amigos también.
Y así estoy un buen rato, una hora quizá, dos. Disfrutando, saboreando el poso de esa experiencia tan maravillosa que me acaba de ocurrir.

En todo este tiempo siento una sensación increíble de hormigueo que me rodea por completo. Es como un aura. Me siento nuevo, absolutamente nuevo. No tengo ni rastro de hambre ni cansancio. Ese aura hace que me sienta como flotando. La paz y felicidad en mí es absoluta. Es algo sobrenatural. Otro regalo suyo.

Escribo a dos personas un whatsapp diciéndoles que tengo algo que contarles. Algo muy fuerte. Pasa un rato y siento que toca descansar. Pienso entonces en mi madre y me da penita. Hora de dormir. Entonces la digo: ¿sabes? tengo la sensación que aún me va a conceder un último regalo. Creo que voy a poder dormir. Cosa que a pesar de la falta de sueño se antojaba complicada. No me pasaban cosas así todos los días. Estaba bastante eufórico, me salía de mi cuerpo como se dice.

Pero como estoy convencido de ello, me tumbo, la doy las buenas noches y me caen los párpados como plomos. Empiezo a respirar fuerte. Paso las fases del sueño, la REM incluída, noto perfectamente la regeneración que produce el sueño. Sobre todo lo noto en los ojos y me despierto. Ya había dormido suficiente y tenía que contárselo a mis
amigos. ¡Me había olvidado de ellos!

Son las 7 de la mañana y empiezo a disparar whatsapps. Mi madre duda que llegase a dormir 5 minutos. Pero yo había descansado. Perfectamente. Era el primer día de mi nueva vida. Gracias mi Dios.

Hablando al día siguiente con mi madre llegamos a la conclusión por las referencias de tiempo que teníamos que toda la experiencia habría durado entre dos y tres horas.

También quiero matizar que han pasado 24 días desde aquello hasta el momento en que escribo esta línea y se ha ido todo tipo de ansiedad, ¡no necesito ninguna clase de sustancia! Me siento limpio, sano, duermo bien, ¡soy feliz! Tremendamente feliz. Y lo más importante. Él sigue conmigo.

Yo le amo con todo mi alma.

En unos días publicaré la otra cara de esta moneda, el testimonio de su madre, que vivió de cerca todo lo relatado en éste testimonio, lo bueno y lo malo. Sólo quiero añadir una cosa. Dios tiene nuestras vidasen sus manos, y Dios sabe CUÁNDO, DÓNDE y CÓMO revelarse a nosotros. Sigue orando. El día llegará.

 

Un comentario en “12- EL HIJO PRÓDIGO SE QUEDA EN CASA (parte 1)

Deja un comentario