MENTIRAS QUE A VECES CREEN LOS HIJOS DE PASTOR 2

MENTIRAS QUE A VECES CREEN LOS HIJOS DE PASTOR 2

«YO YA DEBERÍA SABER ÉSTO»

Cuando la profesora de escuela dominical pregunta el versículo de memorizar al hijo de pastor porque «él ya debería saberlo ya que es el hijo de pastor». Cuando los niños pelean en el templo mientras juegan y un adulto regaña al hijo de pastor porque «ya debería saber que no está bien pelear». Cuando la gente se sorprende de que el hijo de pastor no haya leído aún la Biblia entera aunque sea un adolescente aún. Cuando la gente te mira raro si no sabes orar en público, los libros de la Biblia, manejar el sonido o vete a saber qué más cosas que ellos piensan que un hijo de pastor debería controlar aunque nunca la haya hecho. Cuando tus padres te regañan por no saber algo en vez de enseñarte a a hacerlo…

Cuando se espera mucho de alguien, la persona intenta estar a la altura. Intenta mejorar, intenta responder a las expectativas y no defraudar. Cuando ésta clase de expectativas se repiten con frecuencia, ésto puede arraigar en tu mente la mentira de que tu ya deberías saber hacerlo todo. Cuando ésta mentira se instaura en el corazón puede crear desembocar en cuatro diferentes tipos de problemáticas, de las que hablaremos ahora. Antes de decir «ésto no va conmigo», examínate sinceramente con ésta lista.

1. Fingir. Ya que esperan que seas perfecto, pues lo finges. Ocultas a todo el mundo tus problemas, tus tristezas, tu dolor y te escondes tras la máscara de hijo de pastor. Ésta mentira se mezcla muy fácilmente con la primera mentira «TENGO QUE SER PERFECTO» lee más aquí: MENTIRAS QUE A VECES CREEN LOS HIJOS DE PASTOR 1. Ésta falta de autenticidad lastima tu crecimiento emocional y espiritual. Puedes volverte tan bueno fingiendo que comienzas a creértelo.

2. No pides ayuda. No recibes el apoyo espiritual que necesitas, porque para los demás aparentas estar bien, saber todo y no necesitar nada. No recibes contestación a las grandes preguntas en tu interior porque si preguntas cae tu máscara de autosuficiencia y perfección. Dentro lloras, gritas desesperado por contestación, por aliento, por respuestas, pero fuera, eres un hijo de pastor sonriente que siempre va a la Iglesia.

3. Te cuesta muchísimo abrirte y hablar de tus problemas. No hablas con nadie de tus cosas y tampoco otros te la ofrecen normalmente. ¿Alguna vez alguien se ofreció a enseñarte o animarte? Si alguno hubo fue enviado por el Espíritu Santo seguramente, pero quizá no te atreviste a hablar. Te sientes aislado, solo y diferente (más de esto en otro capítulo).

4. Te cuesta reconocer que en realidad, no lo sabes todo. Nos aferramos a ésta mentira porque nos gusta que nos respeten y al ver nuestra apariencia estén satisfechos con nosotros. Decir «no lo sé» es bajarse de ese pedestal y no nos gusta. El pensamiento «debería saber.. pero no sé» te paraliza y te hace sentir fracasado.

Te das una «paliza mental» para hacerte actuar como deberías, insultándote y recordándote que eres un fracaso, aunque no sirve para nada porque no tienes ni idea de cómo hacer «lo que se supone que deberías ya saber hacer». Hay hijos de pastor que han llegado a golpearse a si mismos físicamente porque se sienten incompetentes y estúpidos. Obviamente no de forma que otros lo vean porque hay que mantener las apariencias, eso sería un escándalo. Algunos se hacen cortes en lugares tapados por la ropa, hacen ejercicio físico extremo, comen demasiado o no comen nada.

Esta herejía, como otras, tiene un poco de verdad. Tenemos que ser sabios y competentes. Tenemos que esforzarnos por no repetir nuestros errores. Pero eso es diferente de la herejía que dice que ya tendrías que saberlo todo. Eso es rotundamente falso. Tú sabes lo que sabes hoy, y eso es aceptable para hoy. Aprenderás más, estarás más adelantado mañana, pero por hoy está bien. Es suficiente. Basta para cada día su propio afán.

Mantenernos tras una máscara hace que nos encerremos en nosotros mismos, nuestros pensamientos vuelan y nos atormentan, se convierten en la verdad. En esa prisión de la mente pueden aparecer muchas formas de encerrarte en ti mismo.

Si te encierras en ti mismo en el área emocional aparecen la autocompasión, el rencor, la amargura, depresión, etc.

Si te encierras en ti mismo en el área social aparecen los sentimientos de soledad, el aislamiento, la desesperanza, los pensamientos de suicidio.

Si te encierras en ti mismo en el área del pensamiento aparecen las «santas herejías», una larga lista de mentiras como las que estamos tratando.

Si te encierras en ti mismo en el área sexual aparece la masturbación y la pornografía.

Es cierto que como hijos de pastor somos fácilmente juzgados, por tanto ten sabiduría a quien abres lo más profundo de tu ser. Pero si dejas que alguien sabio «entre» y te muestre la verdad de la palabra podrás ser libre. Si te atreves a reconocer las cosas que no sabes, si te atreves a preguntar tus dudas, si te atreves a quitarte poco a poco la máscara descubrirás que puedes llegar a ser lo que aparentabas ser. Quizá alguien se ofrezca a ayudarte. Pruébalo, cuéntale una cosita de tu corazón, examina si es digno de confianza. Y poco a poco sal de tras la máscara.

Si tiendes a pensar «ya debería yo saber» comienza a cambiar tu forma de hablar. Quita esas expectativas ajenas y reconoce con valor quien eres y que sabes. Cuando alguien se presente ante ti pidiendo o exigiendo que les soluciones algo prueba a reencaminar su forma de pensar con frases como éstas:

«No, la verdad que no tengo ni idea de la respuesta, ¿tu cual crees que es?»
«No sé cómo hacerlo ¿podrías enseñarme?»
«Creo que Fulano sabe cómo hacer esto»
«Nunca he enfrentado una situación como ésta ¿y tu?»

Dios no te pide más de lo que su Espíritu Santo te va enseñando a cada paso del camino, date tu tiempo, si Él es paciente contigo y con tus faltas, sélo tu también.

Basado y modificado del libro «Tengo que ser perfecto» por Timothy L. Sanford. Disponible en Amazon (busca en el amazon de tu país, el precio varía según la moneda del país).

Si no eres hijo de pastor y estás leyendo esto, te ruego que examines la forma en la que nos tratas. Necesitamos amor, amistad, consejo, ánimo, igual que tu. Ayúdanos a aprender antes de exigirnos saber enseñar.

 

 

MENTIRAS QUE A VECES CREEN LOS HIJOS DE PASTOR 1

MENTIRAS QUE A VECES CREEN LOS HIJOS DE PASTOR 1

TENGO QUE SER PERFECTO

Algunos hijos de pastor no son conscientes de que esta mentira está instaurada en su corazón, pero muy probablemente lo esté. ¿Alguna vez pensaste cosas como?:

«tengo que ser el ejemplo de lo que mi papá predica»
«no quiero defraudar a mis padres»
«si no soy perfecto estaré defraudando a Dios»
«no quiero ser tropiezo para que se comparta a alguien el mensaje de salvación»
«conozco la verdad, se me exigirá mucho, tengo que ponerlo TODO en práctica»
«tenemos que dar un buen testimonio, una buena imagen como familia pastoral»
«la congregación amará más a mi papá si soy perfecto»
«si no sonrío y digo que va todo bien, todos pensarán que mi papá es un mal pastor»

Lo curioso del perfeccionismo de los hijos de pastor es que no le exigimos a los demás lo que nos exigimos a nosotros mismos. Ellos no tienen porqué ser perfectos, pero nosotros sí. Los demás pueden ser humanos y cometer errores pero nosotros no. Los demás merecen gracia pero nosotros…

Las personas en la Iglesia toman el derecho de «opinar casualmente» sobre lo que decimos y hacemos. Ellos no se atreven a acercarse a nuestros padres para comentarles nuestros fallos como harían en el caso de otros niños. «Eres hijo de pastor, no puedes hacer eso» (aunque todos los demás niños lo están haciendo), «¡pastorcito silencio!» (mientras que todos los niños gritan). Personas bienintencionadas con pequeñas frases que sumadas ejercen una influencia grande, instaurando la mentira de que TÚ tienes que ser perfecto, TÚ no puedes fallar.

La perfección humana es inalcanzable, sólo Cristo fue perfecto. Nosotros lo expresamos en agradables términos cristianos como si eso lo hiciera posible. «Con Dios se puede», «es que no tengo suficiente fe», «si tan solo me esforzase más», «si tan solo no hubiera dicho eso», «si yo fuera más paciente o más amoroso!».

Obviamente la vida Cristiana es una santificación progresiva que debemos trabajar y desear. Obviamente tenemos que examinarnos delante de Dios y tratar de ser mejores cada día. Nuestro corazón tiene que estar como el de David, perfectamente entregado a Dios (aunque pecó en algunos momentos). Tenemos que tratar de alcanzar la rectitud de Job (aunque él tampoco estuvo exento de pecado). La meta de perfección en nosotros debe ser «fallar lo menos posible». Pero la mentira que llega a los hijos de pastor es «tu no puedes fallar». Y ésto es imposible porque «todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios».

Entonces nos volvemos perfeccionistas. El perfeccionismo crea una meta inalcanzable, de la cual deriva una laaaaaaarga lista de puntos que debes cumplir. Nunca serás suficientemente espiritual, nunca orarás lo suficiente, nunca tendrás suficiente discernimiento o experiencia o amor o quien sabe que más.

Cuando eres perfeccionista piensas «o lo hice perfecto, o lo hice mal». Haberlo intentado no sirve. Trabajaste todo el año con los jóvenes con amor y dedicación, pero una vez gritaste a un joven, así que eres un mal líder. Predicaste con unción y autoridad pero citaste mal un versículo, así que no vales para predicar. Esto te susurra la mentira que se ha colado en tu interior. Comienzas a tener miedo al rechazo, miedo a fracasar, miedo a lo que otros pensarán, miedo a no saber algo, miedo a defraudar a Dios, miedo, miedo, miedo…

La necesidad de ser perfecto no solo genera un torbellino de ansiedad y frustración, también destruye tu confianza en ti mismo.
Cuando todo lo que haces no es perfecto, es un fracaso, tú te conviertes en un fracasado (o eso es lo que piensas), lo que te convierte en un estúpido sin remedio, lo que te quita todo el valor y la confianza en ti mismo.

Llegados a éste punto, tienes cuatro opciones.
Opción 1. Morir intentando,,,, intentando,,,, intentando ser perfecto.
Opción 2. Distorsionar la realidad para poder al menos sentirte exitoso. Mentirte a ti mismo. Auto engañarte diciendo, de vez en cuando consigo esa perfección, por tanto solo tengo que seguir intentándolo con más fuerzas.
Opción 3. Muchos hijos de pastor optan por renunciar e irse. Renuncian a la Iglesia y a Dios y al ministerio porque nunca podrán alcanzar el nivel que se auto exigen y sienten que los demás les exigen.
Opción 4: conocer la verdad que te hace libre. «tengo que ser perfecto» es una «santa» herejía que te destruye.

Aplicas estos versículos a los demás, pero, ¿los aplicas a ti mismo?
Romanos 3:23 «todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios»
A DIOS NO LE PILLA POR SORPRESA QUE SEAS PECADOR E IMPERFECTO. CREEME, LO SABE
Juan 3:16 «De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda»
DIOS TE AMA!! TE AMA Y TE AMA Y TE VUELVE A AMAR!! MURIÓ POR TI.
Romanos 8:38-39 «ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.»
TU IMPERFECCION NO HACE QUE DIOS DEJE DE AMARTE. NI TU MISMO PUEDES SEPARARTE DEL AMOR DE DIOS.
Juan 6:37 «al que a mi viene, no le echo fuera»
AUNQUE HAYAS FALLADO MIL VECES LOS BRAZOS DEL PADRE SIEMPRE ESTÁN ABIERTOS PARA TI.

Dios no nos obliga a seguirle, ni a servirle, ni espera nuestra perfección. Él podía habernos obligado a servirle, habernos doblegado como títeres sin voluntad, pero Él nos creó por amor, porque deseaba una relación íntima y de amor con nosotros. Todo lo que Él desea de nosotros es amor, y frutos de ese amor. Si estás haciendo cosas porque se supone que es lo de deberías hacer como hijo de pastor o como cristiano, no está bien.

Ese diálogo interno que mantienes diciendo «tengo que ser mejor, tengo que hacer esto, no puedo hacer aquello» tiene que cambiar. Dios no te impone nada. Él te da a elegir. Por supuesto que desea nuestra santidad y entrega total, pero desea que ese sea el fruto de una relación de amor entre los dos y no de una imposición religiosa.

Prueba a cambiar el «tengo que» por «quiero» «deseo» «elijo».
«deseo amar más a Dios»
«elijo orar más»
«amo tanto a Dios que quiero servir a mis hermanos»

Resumiendo: Debemos tratar de mejorar y conservarnos íntegros ante Dios. Debemos tratar de aprender más y aplicar más la palabra de Dios. PERO, si fallamos, eso no echa por tierra toda nuestra vida espiritual anterior. Es una debilidad en la que Dios puede hacerse fuerte en nosotros y mostrar su gloria. Hijo de pastor, Dios te ama como eres.

Basado y modificado del libro «Tengo que ser perfecto» por Timothy L. Sanford. Disponible en Amazon (busca en el amazon de tu país, el precio varía según la moneda del país.

Si no eres hijo de pastor y estás leyendo esto, te ruego que examines la forma en la que nos tratas. No nos exijas una perfección que no existe, que tu mismo no puedes lograr y que nos pone un peso que nos mata.
Hijos de pastor, espero que os sea de bendición.

 

Pecadores Anónimos

Pecadores Anónimos

¿Alguna vez habéis visto una reunión de Alcohólicos Anónimos (A.A.)? ¿Aunque sea en una película o una serie?. Existen otras clases de éstos grupos de apoyo, narcóticos anónimos, ludópatas anónimos, etc. En éstas reuniones hay una parte en la que cada uno habla de su situación, y es obligatorio comenzar de la siguiente manera:  «Hola, me llamo _____ y soy alcohólico.» A continuación cuentan cuánto tiempo llevan sin beber, si han recaído, y su situación desde la última reunión. En éstas reuniones todas las personas asistentes tienen el mismo problema, el alcohol, y aunque lleven mucho tiempo sin beber siguen asistiendo y confesando «soy alcohólico». Esa su forma de confesar que aunque en éste momento se encuentren fuertes, no están exentos de caer. Es un grupo de iguales en el que se animan, apoyan y aconsejan unos a otros con sus experiencias. Es un grupo en el que está prohibido juzgar, porque nadie está libre de pecado, nadie puede tirar la primera piedra (1). Cuando llegas al grupo se te asigna una persona de contacto a la que llamar cuando estás a punto de caer en la bebida de nuevo y que va a hacer todo lo posible por verte, distraerte, animarte, y que pase ese momento de bajón, de tentación.

Durante mucho tiempo he pensado que la Iglesia debería parecerse a Alcohólicos Anónimos en algunas cosas. Debería ser «Pecadores Anónimos».

1- Creo que deberíamos aprender a ser más abiertos acerca de nuestras debilidades y pecados, sin necesidad de entrar en detalles. Pablo habló muy abiertamente acerca de su vida pasada (2) y de su aguijón en la carne(3).  Aún sin especificar cuál era, habló muy claramente de que él no estaba exento de tentación y debilidad (4). Conozco personas cristianas que hablan de su pasado pecaminoso y se ríen, les causa gracia recordar ese pasado que debería avergonzarles. No debemos llegar a éste extremo tampoco, ni  hablar de ello de forma liviana, pero creo que es necesario mostrar nuestra humanidad a los demás, mostrar que no somos perfectos. Parece que cuando llevas unos cuantos años en el evangelio ya no puedes hablar mucho de tus luchas porque te sientes juzgado. En demasiadas iglesias se crea un aparente halo de perfección  alrededor de los miembros, los líderes o el pastor. Hay Iglesias que exigen perfección a sus líderes, lo cual los somete a un peso muy pesado que sólo Cristo pudo llevar. Hay líderes que aman tener una apariencia de santidad y perfección:  jamás piden oración por sus problemas, jamás hablan de los errores que cometieron y lo que aprendieron de ellos, etc. En algunos casos ésto provoca que las personas a su alrededor se avergüencen de hablar de sus debilidades y no reciban restauración.

Jesús declaró la guerra a la religiosidad y la hipocresía. Abiertamente criticó y condenó a los religiosos de aquella época.

En Mateo 23 tenemos algunas de las cosas que les echó en cara:

– Que mantenían una apariencia de perfección pero por dentro estaban llenos de corrupción.

– Que inventaban normas y leyes que cargaban a los demás.

– Que eran hipócritas, predicaban cosas que no cumplían.

– Que buscaban la aprobación y el aplauso de los hombres pero no el de Dios.

– Que impedían a muchos entrar al reino de los cielos.

– Que justificaban sus malas obras «teológicamente» con engaños sin entender la ley de Dios.

– Que daban más valor a los símbolos religiosos y las tradiciones que a la presencia de Dios.

Lamentablemente  muchos cristianos, predicadores  e incluso corrientes teológicas de hoy en día hacen éstas mismas cosas. Piensan cosas como:

«Si muestro tristeza por mi circunstancia es que no tengo suficiente fe»

«Si hablo de mi debilidad voy a ser juzgado, porque nadie más habla de sus debilidades»

«Para que la gente me respete tengo que mostrar una apariencia de perfección»

Si los líderes no somos humanos, seremos difícilmente accesibles para que los creyentes puedan acercarse, confesar sus pecados como dice la palabra(5), y ¡ser libres!. Creo que ésta es la razón de que haya tantas personas atadas por el pecado aún dentro de las Iglesias.

Según una estadística alrededor del 68% de los hombres que asisten a las iglesias accede a algún tipo de pornografía con regularidad. El 76% de éstos tiene entre 18 a 24 años de edad, y además, el 49% afirma conocer en totalidad o a la mayor parte de sus amigos que hacen lo mismo (6).

2- La Iglesia debería ser un lugar donde hay personas que cuando escuchan tu pecado no se escandalizan ni te acusan, sino que te llevan a la restauración. Escribí un poco acerca de ésto en el post de la semana pasada, leelo aquí: https://yoymicasablog.wordpress.com/2017/03/20/13-el-hijo-prodigo-se-queda-en-casa-parte-2/

Cuando la Biblia habla de nosotros como jueces, por un lado habla de que debemos juzgar, y por otro lado de que no.

Por un lado dice que juzgaremos al mundo, que debemos juzgar el pecado y expulsarlo de la Iglesia. (7)

Por otro lado nos dice que no debemos juzgar para no ser juzgados y que no tenemos excusa para juzgar. (8)

Si lees en detalle éstos pasajes, (por favor, hazlo), verás que cuando habla de no juzgar, pone un gran énfasis en la hipocresía, «no quites la paja del ojo de tu hermano si tienes una viga en el tuyo». Pero cuando habla de juzgar el pecado es tajante, no debemos permitir que se practique el pecado en la Iglesia, pero nuestra intención siempre debe ser la restauración de la persona. Debemos confrontar el pecado, con amor, pero confrontarlo. Sobre éste tema te recomiendo el estudio de Josué Barrios. (9) También debemos tomar medidas cuando una persona es confrontada de su pecado y no quiere arrepentirse.

Ahora bien, creo que hay personas que emplean una forma incorrecta de juzgar. Juzgar es señalar algo y decir «eso es bueno» o «eso es malo». Algunos piensan que juzgar significa hacer lo que hizo Jesús en el templo con las mesas de los cambistas. Jesús juzgó el pecado y a los hipócritas en muchas ocasiones usando muchos tipos de discurso oral: parábolas, sermones, preguntas, desafíos prácticos,  mandamientos y más formas. Jesús juzgó con sus palabras llamando a los fariseos «generación de víboras»,  y más. Pero solamente una vez se expresó en una forma.. digamos violenta. Por tanto debemos exhortar y enseñar a las personas de muchas formas, con paciencia, con sabiduría, y con discernimiento del Espíritu Santo.

Lo que podemos aplicar de A.A. es la humildad con la que corrigen y enseñan. ¿Has escuchado ésta frase? «predicar el evangelio es como cuando un ciego le dice a otro ciego dónde encontró pan». Hemos encontrado pan, hemos encontrado vida, hemos sido rescatados del lodo cenagoso y hecho nueva criatura y real sacerdocio en Cristo. Sin embargo no dejamos de ser ciegos= humanos, imperfectos.

Cuando un cristiano confiesa «hace 10 años que no consumo pornografía», «hace tres años que no bebo alcohol», «hoy he tomado la decisión de dejar la fornicación», está dando gloria a Cristo y se está convirtiendo en un testimonio vivo del poder de Dios para otros. El error que comenten muchos cristianos es negar que esa parte existió.

Un matiz, que creo que es obvio pero prefiero que quede reflejado, es que la ministración al pecador y  la confesión de los pecados es mejor que sean en un círculo cerrado y reducido de personas, que propicie la confianza y la restauración. Sin embargo el testimonio de nuestra lucha con el pecado y la victoria en Cristo, es sano que se haga de una forma pública cuando la persona está preparada= se siente libre, perdonada, y tiene la madurez suficiente para afrontar preguntas y ayudar a otros.

3- Cuando entras en A.A. te asignan una sombra, un apoyo, una persona a la que acudir. Sé que ese asistente es el Espíritu Santo para los creyentes. Sin embargo creo que, en especial durante esos primeros pasos en la fe,  se hace necesario tener una persona que te dirija. No se puede dar a luz un bebé y dejarlo a su suerte. Igualmente no se puede dejar un nuevo convertido sin el apoyo de decirle: «mira, aquí tienes ésta persona a quien llamar para lo que necesites».

Creo que se pueden extraer más enseñanzas pero lo dejaré aquí para que reflexiones por ti mismo. Dios te bendiga.

________________________________________________________________

1- Juan 8:1-11

2- Gálatas 1:13, 1ª Timoteo 1:13, Filipenses 3:6, 1ª Corintios 15:9

3-2ª Corintios 12:7-11, Romanos 7-8

4- Filipenses 3:12-14

5- Santiago 5:16

6- http://www.noticiacristiana.com/ciencia_tecnologia/estudios/2016/04/68-hombres-iglesias-pornografia.html

7- 1ª Corintios 6:2, Mateo 18:15-17, 1ª Timoteo 1:20

8- Mateo 7:1-5, Romanos 2:1

9- http://josuebarrios.com/biblia-sobre-juzgar/

10- DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN

Mis bisabuelos fueron cristianos, mis abuelos son cristianos, mis padres son cristianos, y yo soy la cuarta generación de creyentes por parte de mi padre. Reconozco la bendición de Dios en mi familia, y doy gracias a Dios por este privilegio de tener esta gran herencia espiritual que sin duda ha marcado mi vida. Es el mayor regalo que se puede tener, porque experimento que es realidad la palabra que dice: “su misericordia es de generación en generación” (1). Tener ésta herencia espiritual es un gran privilegio, y yo como madre tengo que transmitirla a mis hijos con mi ejemplo y mis oraciones.

Quizá tú no tuviste la suerte de nacer en una familia cristiana, y te preguntes cuál es la herencia espiritual que tienes o que vas a dejar a tus hijos. La palabra de Dios nos dice: Extiendo los pecados de los padres sobre sus hijos; toda la familia queda afectada, hasta los hijos de la tercera y la cuarta generación. Pero derramo amor inagotable por mil generaciones sobre los que me aman y obedecen mis mandatos.” Éxodo 20:5-6 NTV.

La palabra nos explica que los pecados de los padres influyen sobre los hijos, y aún sobre los nietos y bisnietos. En España hay una expresión que dice “de tal palo tal astilla” refiriéndose a que los hijos siempre se parecen a sus padres, igual que una astilla se parece al palo de donde se sacó. En Finlandia dicen algo parecido, dicen “la manzana no cae lejos del árbol”. Sólo piensa en cuántos hijos conoces que dicen “jamás seré como mi padre/madre” pero al final repiten todo aquello que quisieron evitar. Y es así, los rasgos físicos, de personalidad y de carácter se heredan. Igualmente, pueden heredarse temores, debilidades, e incluso pecados A esto se refiere la palabra cuando dice: “la familia queda afectada, hasta los hijos de la tercera y la cuarta generación”.

Vamos a separar este tema en dos partes. La  parte espiritual y la parte psicológica.

La parte espiritual es acerca de la maldición del pecado y la bendición de Dios. Si estás en Cristo, hay buenas noticias. Lee el pasaje de Éxodo hasta el final y fíjate en el precioso contraste y énfasis que hace Dios: “PERO derramo amor inagotable por mil generaciones sobre los que me aman”. Es una diferencia considerable entre maldición y bendición, porque lo que enfatiza la escritura es que si bien el pecado y estar alejado de Dios tienen consecuencias, acercarse a Dios sobrepasa todo eso en una proporción 4 a 1000. Si estás en Cristo no tienes que temer “maldiciones generacionales”, porque la bendición de Dios sobrepasa toda maldición. Dios no va a castigarnos por los pecados de nuestros antepasados (2). Tus generaciones serán benditas y de bendición a otros mientras permanezcan en Cristo (3). Además por medio de tu entrega a Dios entró la bendición en tus generaciones.

Tener la bendición de ser hijo de Dios anula toda maldición, sin embargo no nos exime de tener que luchar con nuestro carácter y debilidades, sean heredados o no. Ésta es la parte  psicológica. Lamentablemente acabamos haciendo muchas de esas cosas que dijimos que nunca haríamos y otras cosas que no son correctas. En la lucha contra lo incorrecto en nuestras vidas podemos pasar mucho tiempo levantándonos y cayendo, lo cual puede traer mucha frustración y desesperanza. ¿Es posible vencer al pecado? ¿Es posible vencer nuestro carácter? ¿Es posible cambiar?.  A veces nos puede parecer imposible. Pensamientos como: “toda tu familia es así, no hay posibilidad de que tú seas diferente”, “es demasiado tarde, ya no puedes cambiar”,  “siempre vas a luchar con esto” etc., nos atan.

Pero la palabra de Dios dice si el hijo os libertare, seréis verdaderamente libres (4). Entonces ¿porqué seguimos esclavos en algunas áreas?. Cristo mediante su sacrificio nos ha hecho libres del pecado y de todo, pero tenemos que recibir/creer que es así. Cuando llegamos a Cristo estamos presos del pecado, y cuando aceptamos a Cristo la cerradura se rompe y el carcelero no puede retenernos, sólo tenemos que salir de la prisión. Sin embargo, en ocasiones escogemos quedarnos dentro de esa prisión por:

  1. Incredulidad: “si pruebo a abrir esa puerta seguro que no se abre, traté mucho tiempo de abrirla con todas mis fuerzas y nunca pude”. A esto se le llama indefensión aprendida. Te lo voy a explicar con la ilustración del elefante. Cuando es pequeño le atan la pata con una cadena a una estaca de madera clavada en tierra. Como es pequeño no puede soltarse, pero aún cuando crece muchísimo y la estaca sigue siendo pequeña ni siquiera intenta liberarse. Su cadena mental es más fuerte que la cadena de hierro que lo ata. Todo lo puedes en Cristo que te fortalece, Él te ayuda a sacudirte de toda cadena con la facilidad que ese elefante podría arrancar la estaca si se diera cuenta de su fuerza actual.
  2. Costumbre y auto justificación: “estoy cómodo aquí”, “tampoco es tan malo vivir encerrado en este pecado, hay pecados peores”, “no veo tanta necesidad de salir de este lugar”, “soy libre de elegir vivir así”, “hay gente que va a la Iglesia que está igual que yo o peor”. La palabra nos dice que un esclavo del pecado no es hijo de Dios(5), por tanto no debes tomarte a la ligera esta situación.
  3. Temor: “Si no vivo en esta prisión, ¿dónde viviré? ¿Qué hay fuera?”. ”Ay no se, mejor me quedo aquí”. Si temes lo que Dios te puede dar, aún no has conocido realmente su amor (6). Conocí a una chica creyente que tenía un novio incrédulo. Recibió enseñanza e incluso palabra profética desaconsejándole esa relación, sin embargo no daba el paso de dejarlo. Un día hablando con ella me confesó que no podía dejar a ese chico porque no confiaba en que Dios tuviera alguien mejor para ella. No creía que Dios supiera escogerle alguien a su gusto. Con el tiempo se casaron y tuvieron hijos, hoy en día ella es una mujer muy infeliz.

Cristo ha vencido al pecado. En Él tenemos victoria sobre toda esa batalla. No nos toca pelear ésta batalla, nos toca rendirnos a Cristo, creer y avanzar en el nombre de Jesús. Te lo dice alguien que ha estado ahí: la prisión está abierta, cree solamente y ¡SAL FUERA!.

Afortunadamente, tenemos de nuestro lado al Espíritu Santo que está con nosotros para ayudarnos a cambiar, para llevarnos a toda verdad, descubriendo toda mentira que nos ata, y para hacernos libres. Él es el mejor consejero y guía para ti. Si luchas con algún área particular, puedes hacer una oración renunciando a esas debilidades, pecados, o incluso mentalidades incorrectas, y pedir perseverantemente al Espíritu Santo que complete la obra en tu vida. Y Él lo hará (7).

______________________________________________________________________

  1. Lucas 1:50
  2. Deuteronomio 24:16
  3. Génesis 12:3
  4. Juan 8:36
  5. Un esclavo no es un miembro permanente de la familia, pero un hijo sí forma parte de la familia para siempre. Juan 8:35 NTV
  6. 1ª Juan 4:18
  7. Filipenses 1:6

 

9- NO DELEGUES TU RESPONSABILIDAD

9- NO DELEGUES TU RESPONSABILIDAD

TENDENCIAS INCORRECTAS DE LA EDUCACIÓN DE HOY EN DÍA 1ª PARTE

Soy profesora de clases extraescolares, y cada día me sorprende más cuánto tiempo y dinero invierten los padres en actividades infantiles. La variedad es infinita y los precios elevados. He calculado que algunas familias que conozco  gastan entre 60-200 euros por niño al mes, además de los materiales necesarios y el tiempo que supone llevarlos de una clase a otra. En algunos casos se percibe hasta una cierta competitividad, como si pensasen: “si mis hijos no van a todas las clases posibles, va a haber alguien  mejor que ellos en el cole”. Conozco un caso de una pareja de profesores cuyos hijos van a: ajedrez, inglés, teatro, pintura, gimnasia rítmica, natación sincronizada, música, fútbol y tenis! Nueve extraescolares para un niño de segundo de primaria y su hermana de primero. En muchas familias, aunque estén juntos en casa, simplemente la tecnología reina. No hay comunicación ni tiempo de calidad juntos. Otros casos que conozco simplemente contratan cuidadoras para los niños aunque podrían ocuparse ellos mismos, y los fines de semana los mandan a casa de los abuelos. También están los que directamente dejan los hijos viviendo con la abuela o la tía, o aunque estén presentes dejan que sus padres (los abuelos) se hagan cargo de la educación, porque ellos están demasiado ocupados con sus vidas.

Lo que me hace preguntarme esto es ¿Quién está realmente educando a esos hijos? Porque los padres no son, desde luego. ¿Cuándo ven a sus hijos? ¿Cuándo pasan tiempo con ellos disfrutando de estar juntos? ¿Cuándo tienen tiempo de enseñarles valores y principios, y de darles ejemplo con sus vidas? Educar a tus hijos no es contratar el mejor personal posible para que lo haga, ni apuntarlos a las mejores clases, ni asegurarte de que alguien los cuide. Educar a tus hijos es enseñarles a vivir, a comportarse, y enseñarles acerca de Dios. Son cosas que tienen que ser enseñadas  por ti. Esto es ejercer de padre/madre. Ser un mentor para la vida, ser un ejemplo, llevarlo de la mano al descubrimiento del mundo.No está mal que tengan aficiones y hagan deporte, es sano y natural. Ahora bien, si tienen tantas actividades que no hacemos nada con ellos, no hay un equilibrio sano.

¿Porqué hay padres/madres que prefieren pagar todo el dinero del mundo antes que pasar tiempo con sus hijos?. Creo que hay varios factores que llevan a esto.

1- MIEDO A NO HACERLO BIEN. Una persona con miedo al fracaso como progenitor enseguida está dispuesta a delegar las decisiones y el tiempo con sus hijos. Piensa: mejor que lo hagan otros, contrato profesionales porque yo no me siento capaz de ello.

El miedo no es de Dios. Si Dios te ha dado un hijo, conjuntamente te capacitará para educarlo. Si tienes temor, ya sea porque te hirieron y temes herirlos o porque estás inseguro de ti mismo, debes presentarle batalla al temor en el nombre de Jesús. El verdadero amor echa fuera el temor. (1)Todo lo puedes en Cristo que te fortalece (2). Dios no te ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder, amor y dominio propio(3).

Haces bien si temes equivocarte y por tanto piensas bien tus decisiones y  tratas de hacer lo mejor para tus hijos, pero cuando el miedo te paraliza no llegas a ninguna parte. Busca tu fuerza en la presencia de Dios y levántate contra el temor. No lo harás perfecto, pero si dejas que el temor te paralice no harás nada, lo cual es mucho peor. Nada hay imposible para Dios (4).

2- EGOÍSMO. Este es un gran mal en la era moderna. Las parejas tienen hijos pero quieren seguir manteniendo sus mismas aficiones, horarios, hábitos, salidas nocturnas, amistades, etc. que cuando no tenían hijos. Y los hijos no encajan en ese plan. Los hijos estorban así que contratamos a alguien que los cuide o van con alguien de la familia. En familias así los hijos parecen una “patata caliente” que nadie quiere y la pasa a otro.

Esto tampoco es bueno. Por supuesto que tienes derecho a tener tiempo libre y hacer cosas sólo o con tu pareja. No estoy diciendo que no puedas despegarte de tus hijos. Eso tampoco es sano, necesitas tener tiempo para otras cosas también, pero va a haber cosas que antes podías hacer y que ahora vas a tener que dejar atrás. Si tienes hijos has de hacerte responsable de ellos. Son personas, ven que no estás con ellos, sienten, y a la larga te echarán en cara tu ausencia.  Ahora que eres padre/madre eres una persona irreemplazable para tus hijos.

Es difícil renunciar a lo que te gusta por otra persona, pero eso se llama amor. Si sientes que pasar tiempo con tus hijos te cuesta demasiado, pidele a Dios amor por ellos. Dios puede cambiar tu corazón.  Puede que a ti no te apetezca ir al parque pero ellos necesitan salir a jugar. Puede que prefieras ir con tus amigos pero ellos necesitan que estés en casa cuando se van a la cama. Eclesiastés dice que hay un tiempo para cada cosa, así que si te organizas y mantienes el equilibrio, tendrás  tiempo de ocio independiente, y tiempo para ocuparte de tus hijos (5).

3- ESTRÉS Y ANSIEDAD. Otro mal moderno que nos persigue en esta era son las ocupaciones de la vida. Tenemos tal preocupación por el trabajo y los quehaceres que los niños estorban siempre. “¡Sal de aquí!” “ahora no” “papi está ocupado” “¡fuera!” “¡dejadme tranquila!” “¡acaba ya eso!” son frases comunes de  progenitores estresados.

Es normal que si los niños pelean mucho o están nerviosos digamos alguna de estas cosas de vez en cuando, pero si lo decimos constantemente es hora de evaluarnos. Quizá estamos viviendo en estrés y ansiedad. Si constantemente los estamos apurando para que hagan cosas o para ir a sitios y no les prestamos atención, porque siempre hay algo más importante que ellos, esto va a pasar factura a ellos y a nosotros.  Si el estrés en tu vida se vuelve crónico  puede generar muchas enfermedades físicas y psicológicas: como depresión y urticarias. También empeora el estado general de la persona, por ejemplo en estudios de laboratorio se ha comprobado que el estrés favorece el crecimiento de tumores.

Evalúa tu vida. ¿Vives estresado? Quizá sea hora de establecer prioridades y dejar de lado algunas cosas que te llevan al límite. Pide la dirección de Dios: el cambio de trabajo que necesitas para no estar tan estresado, dejar alguna actividad de la que puedes prescindir, no hacer horas extras, etc. son cosas que pueden cambiar tu vida en gran manera. El camino de Dios es camino de Paz.  Él te aconseja, “busca la paz, y síguela”(6). Es posible encontrar paz aún en medio de esta vida moderna, pero dejar todas nuestras cargas y preocupaciones ante Él requiere un esfuerzo deliberado.

Algunos síntomas del estrés crónico son:

– Estas ansioso sin haber ningún peligro o motivo de estrés inminente.

– Tienes un momento en el que podrías relajarte y descansar pero estás ansioso por lo que te tocará hacer después.

– Te preocupan cosas que aún están lejos en el futuro.

– Te angustian cosas que no dependen de ti y que no puedes cambiar.

En un punto de mi vida viví éste estrés crónico. Las situaciones nuevas que tenía que afrontar en mi trabajo y en el ámbito personal me estresaban hasta el punto de la angustia. Tenía que aprender a hacer «malabares con muchas pelotas» manejar muchas cosas simultáneamente y el estrés paso a ser parte de mi día a día. Aún cuando llegó el verano y las vacaciones no era capaz de relajarme. Sólo pensaba en preparar todo tipo de materiales y ayudas para el curso siguiente. Mi familia disfrutaba en la piscina y aunque fuese con ellos la angustia me perseguía. Entonces exploté. Acudí a una persona de confianza en la Iglesia y hablando con ella pude aliviar esa presión y ser libre. Dios me mostró que su gracia es nueva cada mañana (7) y el estrés fue sometido a la verdad de Dios.

Si estás en una situación así quizá necesites ayuda de alguien con quien hablar o que te ayude, alguien que te de un punto de vista externo y puedas aliviar esa presión acumulada. Los niños no tienen culpa de tu estrés y preocupación, pero si tu respuesta al estrés es hablarles mal siempre, ellos pueden pensar que son los culpables de la situación, lo cual les puede llevar a depresión y toda clase de problemáticas. Recuerda también que “basta para cada día su propio afán”(8). Preocuparte por el porvenir te impide hacer lo que sí podrías hacer hoy.

4- COMPETITIVIDAD.

Como describía al principio, creo que hay padres que simplemente quieren que sus hijos sean los mejores en todo, así que les presionan a pasar por todo tipo de clases para conseguir que sean los mejores y alcancen «grandes cosas». Otros pretenden que sus hijos alcancen las vocaciones de futbolista, cantante, etc. que ellos desearon pero no lograron.

No es malo querer que tus hijos aprendan y se desarrollen, pero si los estás presionando demasiado, quizás estás intentando meterlos en un molde en el que no encajan, como intentando meter una soga por el ojo de una aguja, o un bloque cuadrado por una abertura redonda. Ésta presión puede dañarlos.

Como padres, tenemos que tener sabiduría y darnos cuenta de que ellos tienen que descubrir quien son, que saben hacer y que quieren hacer. En ocasiones nos tocará presionarlos para que aprendan constancia y perseveren, porque vemos en ellos la capacidad de alcanzar una meta. En otras ocasiones, tendremos que dar un paso atrás y dejarles escoger sus puntos de interés y su camino. Más de éste tema otro día.

En conclusión, no deleguemos el tesoro más valioso que Dios nos ha dado. No enterremos la mina que se nos entregó. Dios nos capacita si dependemos de él.

_________________________________________________________________________

  1. 1 Juan 4:18
  2. Filipenses 4:13
  3. 2ª Timoteo 1:7
  4. Lucas 1:37
  5. Eclesiastés 3:1
  6. Salmos 34:14
  7. Lamentaciones 3:22-23
  8. Mateo 6:34

8- NO SE APRENDE CON CABEZA AJENA

La segunda consecuencia de “comenzar la casa por el tejado” como hablaba en el capítulo 6 es que los hijos de creyentes caen muy fácilmente en el legalismo.

Haré una breve introducción al legalismo para que me entiendas. Un día vino una señora por primera vez a nuestra iglesia y nos comentó que acababa llegar de un país latinoamericano y que estaba buscando Iglesia. La señora venía espantada porque había visitado otra Iglesia en Orense y habían hecho una merienda y comido algo dentro del local de la Iglesia. Por supuesto le preguntamos por qué aquello le pareció tan horrible, y nos dijo que en su Iglesia de origen le habían enseñado que aquello no estaba bien, y que era pecado. Indagando en el asunto nos contó que en su Iglesia de origen había un comedor, y que allí sí se podía comer. Mi pastora muy aguda le preguntó “¿acaso el comedor no es parte de la Iglesia?”. Para mí, éste es un ejemplo muy claro de cómo funciona el legalismo. Un día, en aquella Iglesia alguien dijo: “ya que tenemos comedor, es allí donde se va a comer. No coman en el salón de culto porque se ensucia”. Bien. Es una simple norma de orden. Pero en algún momento alguien lo espiritualizó. Hizo una ley espiritual de una norma de orden. Quizá dijo desde el púlpito algo como “la casa de Dios es santa. No la contaminen con comida” o quizá lo llamó directamente pecado. Una cuestión de orden pasó a ser una ley espiritual en aquel lugar.

A esto llamamos legalismo. Al hecho de añadir leyes que no están en la palabra de Dios. Esto es lo que hacían los fariseos: se ocupaban de que su apariencia fuese de santidad impoluta sin preocuparse por lo verdaderamente importante, lo que hay en el corazón. (1) El legalismo surge cuando alguien, en vez de entender el porqué, el corazón de una recomendación o norma, la establece como ley, como en el ejemplo que he puesto antes. El legalismo es convertir en ley espiritual aquello que bíblicamente no lo es.

  • Tener un devocional diario es necesario, imprescindible, vital para nuestra vida, pero no hacerlo no es pecado.
  • Bendecir los alimentos es una buena costumbre, pero no hacerlo no es pecado.
  • En internet hay mucho contenido pecaminoso, pero usar internet como herramienta no es pecado.
  • En el cine hay películas que un cristiano no debería ver, pero ir al cine no es pecado.
  • Emborracharse sí está mal, pero tomar bebidas con alcohol con moderación no es pecado.
  • Travestirse sí es pecado, pero que una mujer lleve pantalones de mujer no es pecado. Dios vistió al hombre y a la mujer con sendas túnicas. (2) ¿Por qué no pueden el hombre y la mujer llevar sendos pantalones?

¿Sigo?

Una pausa para especificar algo relacionado. Hay cosas que se convierten en pecado según nuestras debilidades. Ejemplo: Juan tiene debilidad en el área de la pornografía. Suele verla en internet cuando todos se han ido a dormir. Juan está luchando contra ese pecado y quiere evitarlo. Para otra persona, navegar en internet por la noche no es pecado (aunque no es muy recomendable). Pero para Juan sí es pecado, porque está caminando por el camino que le lleva a pecar, SABIENDO lo que hay al final de ese camino.

Volviendo a los hijos de cristianos, somos propensos al legalismo. Desde pequeños hemos escuchado recomendaciones, normas, reglas y leyes; y cuando aún no conocemos a Cristo eso es todo lo que tenemos, normas, así que nos aferramos a ello como forma de acercarnos a Dios y hacer lo correcto. Aún después de conocer a Cristo todas esas normas siguen teniendo un gran peso en la mente. Además, a veces cristianos legalistas discipulan a su vez nuevos creyentes legalistas.

Los legalistas pueden caer en dos extremos.

El primer extremo es en el que comienzan a exigir (a ellos mismos y a los demás) el cumplimiento de todas las normas y leyes, como hacían los fariseos. Las personas que caen en este extremo se sienten fácilmente condenados, y tienen una conciencia muy sensible. Les cuesta sentirse perdonados y aceptados. Saben que Dios perdona, pero no ha llegado a hacerse carne en su corazón. No se sienten perdonados mas que a ratos. Han escuchado normas y consejos, y creen que para agradar a Dios deben cumplir todo eso. Por ejemplo, escuchan que en la Iglesia se dice “es recomendable tener un devocional diario”, e intentan cumplirlo con todas sus fuerzas, y cuando no pueden sienten que han fallado, que son los mayores pecadores y están alejados de Dios. Cuantas más normas, ¡¡más fallamos!! (3)

Somos seres humanos y es inevitable fallar, pero a los legalistas les cuesta aceptar eso. Quieren agradar a Dios sinceramente, y no admiten el fracaso ni en si mismos ni en otros, así que constantemente se sienten culpables, enojados, fracasados, desechados por Dios e incapaces de vencer a su debilidad. Esto crea un círculo vicioso del que es difícil salir: “Me siento mal porque no cumplo “las normas” y no las cumplo porque me siento mal (porque creo que he fallado ante Dios y no me atrevo a acercarme a Él)”. Pueden estar en ese círculo por años si no descubren la gracia, la verdad de que Dios les ama aunque no sean perfectos. La ley condena a muerte, pero el Espíritu de Dios da vida (4). La ley es ciertamente el ayo (maestro-yugo-guia) que  lleva a Cristo, pero el sacrificio de Cristo trae libertad del pecado y ¡del ayo también! (5). Ya no estamos bajo el peso de la ley. Cristo nos ha hecho libres.

En el segundo extremo, las normas llevan a algunos a la rebeldía y a apartarse de la fuente de esas normas. Como hay tantas normas que no comprenden, ni aceptan, ni son capaces de cumplir, se rebelan  y pasan de todo. Ésta es la razón de que muchos hijos de cristianos no quieran saber nada de Dios ni de la Iglesia. Del primer extremo pueden pasar al segundo cuando llegan a la conclusión de que no pueden cumplir la ley y deciden no seguir intentándolo.

Cuando los apóstoles tuvieron que decidir qué normas pondrían a los gentiles que se convertían, las redujeron únicamente a cuatro (6), y Jesús puso como más importantes únicamente a dos (7). Igual que los mandamientos para el pueblo de Dios eran 10, y los fariseos añadieron sobre ellos cientos de “leyes”, en la actualidad más y más normas “evangélicas” se acumulan sobre nosotros aplastándonos bajo el peso de la nueva ley. Si nos pusiéramos a analizarlas de una en una tardaríamos una eternidad, pero el punto que quiero recalcar es, ¿Cuántas de esas normas realmente son bíblicas?. La verdad nos hace libres (8), Cristo nos llamó a libertad, desea que caminemos en libertad. No debemos hacernos otra vez esclavos de la ley (9), no es voluntad de Dios.

Como padre/madre, debes ser sabio al poner normas y enseñar qué es pecado y qué no. Demasiadas normas pueden crear rebeldía, y demasiado pocas pueden llevar a que tus hijos se descarríen. Creo que debes orar mucho, muchísimo, y pedir a Dios que te enseñe dónde trazar la línea. Cómo enseñar correctamente aquello de “todo me es lícito, pero no todo conviene” (10). No basta solo con enseñar la norma. Ellos deben entender la razón por la que la pones (sobretodo niños mayores de 8 años, cuando son mas pequeños no necesitan tanta explicación). Deben conocer que hay consecuencias por pasar los límites y entender que no se debe jugar con fuego. Poner normas no es un tema que se deba tomar a la ligera. No solo debes ponerlas, sino mantenerlas en el tiempo también. Por eso más vale que tengas bien claras que normas vas a implantar.

Mi pastora (que es mi suegra también) siempre dice “no se aprende con cabeza ajena”. Y es totalmente cierto. Por mucho que uno recomiende y aconseje o incluso imponga, algunos hijos son tan cabezotas, que hasta que no experimenten en su propia carne que “si metes el dedo en el enchufe, te electrocutarás” o cosas así, no lo creerán. Afortunadamente otros toman el consejo y aprenden de la reprensión. Sin embargo, siempre habrá aquellos que necesiten comprobarlo por sí mismos. Con algunos hijos vale aquello de “un bofetón a tiempo”, pero con otros no. Ellos necesitan “un tropezón a tiempo”. Hacer su propia voluntad, tropezar, y darse cuenta de que sus padres tenían razón. Debes conocer a tus hijos y poner normas según lo que ellos necesitan, y para ello no hay fórmulas mágicas ni atajos, necesitas muchísima sabiduría de parte de Dios.

Sólo te pido una cosa, examina las enseñanzas que has recibido a la luz de la palabra de Dios, y pídele a su Espíritu Santo que te ilumine, te lleve a toda verdad y te haga libre.

______________________________________________________

  1. Mateo 23:27
  2. Deuteronomio 22:5 Génesis 3:21
  3. Romanos 5:20
  4. 2ª Corintios 3:6 DHH
  5. Gálatas 3:24-25
  6. Hechos 15:28-29
  7. Mateo 22:37-40
  8. Juan 8:32
  9. Gálatas 5:1
  10. 1 Corintios 10:23.

Creo que todos los cristianos que llevamos mucho años en el evangelio vivimos a veces o nos vemos tentados a vivir de formas legalistas. Si te has sentido identificado con el legalismo de alguna forma o quieres asegurarte de no serlo te recomiendo encarecidamente el libro de Scott Smith “Vivimos por fe”. Todas las formas de conseguirlo aquí:  http://scottmarisa.com/vivimos-por-fe/

7- EL HIJO PRÓDIGO SE VA DE CASA

7- EL HIJO PRÓDIGO SE VA DE CASA

Creo que cuando se habla del hijo pródigo a la mayoría de padres se les ponen los pelos de punta. Nadie quiere un hijo pródigo. Nadie quiere un hijo que se vaya de casa con sus cosas y malgaste su vida alejado de Dios y su familia. Pero la verdad es que aunque no se vayan de casa de sus padres, todos los hijos son pródigos (alejados de Dios) hasta que se vuelven personalmente a él. Unos hijos se alejan más de Dios que otros, pero todos necesitan volverse a él de todo su corazón y todas sus fuerzas.

Ahora bien, ¿qué hago si mi hijo no quiere saber nada de Dios?. ¿Cómo afrontarlo, cómo tratarlo?. ¿Qué solución, qué esperanza tengo?

Quisiera compartiros el testimonio de mi padre, Joel Viljanen, escrito por él mismo. Ese testimonio que tanto me impactó en la adolescencia.

Lee como me impactó aquí: https://yoymicasablog.wordpress.com/2017/01/02/3-el-ejemplo/

“La verdad es que viví una infancia interesante y feliz hasta donde yo recuerdo. De todos modos ser el hijo mayor de un misionero al que algunos llaman apóstol, te marca quieras o no. Desde siempre, me sentí también muy responsable de mis otros 6 hermanos porque vivíamos en un país, Uruguay, y en su capital, Montevideo, donde se nos consideraba «gringos» y por lo tanto, gente a la que muchos podían odiar y envidiar libremente aunque creo que no habían razones ni para lo uno ni para lo otro. Fuimos apedreados alguna que otra vez, e insultados muchas veces. Siempre consideré a mi padre, Altti Viljanen, como un hombre valiente, trabajador y al que movía «una sola causa»: La del Evangelio de Jesucristo. Estaba con nosotros cuando podía, pero su tiempo y sus fuerzas eran casi todas para la Obra del Señor. Dios le usó en muchas ocasiones poderosamente y – si mal no recuerdo – puedo haberme sentido incluso orgulloso por ser su primogénito. Pensándolo ahora quizás mi padre y la Iglesia esperaban de mí demasiado. No lo sé. Mi madre, Hely, siempre fue mas cercana para mí. De todos modos pude tomar mis decisiones libremente y cargué con las consecuencias también, como todo el mundo. Hoy en día aprecio y quiero mucho a mi padre ¡pero no siempre fue así!

 A los 16 años volvimos a Finlandia por unos meses y mis padres volvieron pronto a Uruguay, yo me quedé a vivir sólo por decisión propia. Creía que podía con todo pero me equivoqué. Entré en el servicio militar obligatorio con 17 años y ahí comenzaron los años en los que comencé a pensar que ya no necesitaba ni de Dios ni de mi familia. Durante el servicio militar me descarrié bastante y ya no quise aparentar más. Me alejé de Dios y de la Iglesia tanto, que pensé que jamás volvería a ser cristiano. Mi crisis llegó cuando me vi sólo en la vida y con un vacío descomunal. Esto me llevó a una depresión “de caballo” que me dejó con la autoestima y las fuerzas por los suelos. No me suicidé porque Dios no lo quiso, pues estuve a punto de hacerlo.

 Llevaba 7 años sin ver a mi familia y sin hablar con mis padres. Mi madre era la única que me escribía muy de cuando en cuando. No sé porque no me escribían más (las cartas tardaban un mes en llegar), puede que haya sido porque no sabían lo que decirme, pero esto sólo es una suposición mía. Esta situación con mi familia me había resentido mucho. Cuando oí que mi familia volvía a Finlandia, intenté mudarme a Suecia, no lo conseguí y tuve que ver a mi padre sí o sí. Después de tantos años le vi muy envejecido, y cuando me preguntó si había “huido de ellos”, algo se derritió en mis adentros. Lo supe más tarde pero mi familia tomó en esos días la decisión de NO hablarme nada de Dios ni de la Biblia sino tan solo demostrarme amor. Y eso comenzó a “amansar” a la fiera que llevaba adentro. Lo llamaron “la estrategia del amor”. ¡Sus oraciones comenzaron a surtir un efecto que – ahora lo comprendo – no lo puede hacer ninguna otra cosa en el ser humano! Sentía que me querían tal como yo era y ¡eso me “confundía” mucho! No existen armas contra la Fuerza más Grande del Universo – ¡El Amor Incondicional de Dios que obra a través de personas falibles!

 Dios me dio una inesperada oportunidad cuando me invitaron a un campamento de hijos de misioneros y quise ver a muchos amigos de infancia después de mucho tiempo. Allí vi cómo yo no era el único que estaba bastante perdido y vacío. Volví a entregarle mi vida al Señor “casi sin querer”. Dicen que “por la boca muere el pez” y exactamente eso fue lo que me pasó a mí. No entraba en mis planes, pero es que tuve que reconocer que mi orgullo me había llevado a una vida sin ningún propósito más que el de vagar sin rumbo ni sentido. Tenía un trabajo humanamente inmejorable pero me faltaba algo. Al final del campamento reconocí públicamente que había perdido “el tren de la vida abundante” y ¡estallé a llorar!, entregando mi vida de nuevo a Cristo para gran asombro de todos los asistentes.

 Conocí a mi Seija en la escuela bíblica y formamos una familia basada en el amor. Ser padre es lo más maravilloso que me ha pasado aparte de volver al Camino de la Vida Eterna. Aunque somos de trasfondos muy diferentes, y tenemos formas de ver la educación y las relaciones a veces muy opuestas, ha sido una bendición casarme con la mujer de mi vida. Las diferencias crean siempre algunas tensiones pero siempre podemos llegar a entendernos si hay voluntad y cariño. Lo más importante es tener metas en común y encontrar una solución común. No mi manera de hacer las cosas, ni la tuya, sino crear la nuestra. Creo que muchos padres pensamos que nunca haremos los mismos errores que han hecho (a nuestro juicio) con nosotros, pero si no hacemos los mismos haremos otros “errores u horrores» ¡quizás aún peores!. En mi caso por lo menos ha sido en parte así.   Sólo la Inmensa Gracia de Dios nos ayuda a mantener o recuperar el buen juicio y pedirle sabiduría en ciertos momentos de tensión y crisis.

 Pienso que no existen padres que no cometan errores, pero el reto de aprender «a la par» y crecer con ellos es algo muy valioso y enriquecedor que no cambiaría por nada. La sinceridad es algo que no es sustituible por ninguna otra cualidad espiritual o humana. Creo que no hay mayor veneno para la relación con nuestros hijos que la hipocresía. Si somos una cosa en la Iglesia y otra en casa ya podemos explicarlo como queramos que ¡no va a colar! Confesar, pedir perdón e intentar mejorar lo mejorable es indispensable para una relación amorosa con los hijos. Yo no he sido perfecto ni en esto ni en nada, pero he intentado ser lo más transparente posible! Pensaba que nunca haría los errores que me parecen “de cajón”, pero los he cometido y tenido que confesarlo e intentar de enmendarlos en lo posible.

 Ahora que ya soy abuelo, pienso que podría haber hecho las cosas mucho mejor pero seguramente también lo podría haber hecho mucho peor! Cuando se es joven se tiene muchos ideales de educación pero al llegar a viejo solo te quedan preguntas y pocas ideas fijas de cómo se deben hacer las cosas. ¡Cada niño es tan diferente! No puedes tratarles igual y al mismo tiempo no debes tener favoritos. Es difícil. El único consejo que me atrevo a dar es el de pedir mucha Sabiduría, Humildad y Gracia a Dios y de ser lo mas humildes y transparentes especialmente cuando «metemos la pata» hasta el fondo como yo lo he hecho varias veces!

 Para finalizar he de decir:

  1. a) que como padres tampoco debemos sentir culpabilidad de todas las decisiones erróneas que puedan hacer nuestros hijos porque al final «cada palo ha de aguantar su vela». ¡Si te sientes fracasado debes saber que no eres el único!. El Espíritu Santo te ha de consolar como nadie si le buscas. Y
  2. b) si Dios ha podido hacer de este “hijo pródigo” un padre dichoso como pocos y me ha dado por Gracia de tener la familia e hij@s que me ha dado, lo puede hacer en cualquier caso, por imposible que te parezca, si sólo te humillas cada día a apoyarte de todo corazón en Él y no en tu propia sabiduría, fuerza o experiencia por mucha que tengas! Dios bendiga cada padre y madre que sigue en “la bella escuela” de enseñar y aprender junto a los seres más queridos que existen sobre toda la faz de la tierra para ti! Y a los hij@s que lean esto que os voy a decir… nada que no sepáis! ¡Por lo menos eso me sigue diciendo mi hijo menor muchas veces! ¡LOL! ….

Quise incluir este testimonio al hablar de este tema, porque la estrategia que usó mi abuelo fue dada por Dios para ellos. Juntos oraron y se pusieron de acuerdo en que iban a mostrarle amor a mi papá. Aún estando en otro continente, y sin saber nada de su depresión, Dios les mostró la manera de llegar a él. Mi padre no necesitaba sermones, no necesitaba regaños o castigos. Necesitaba saber, que aunque era pródigo, aún era amado en casa. Y el amor cubrió, una vez más, multitud de faltas.

Si tienes un hijo pródigo, la estrategia para ganarlo de vuelta sólo te la puede dar el Espíritu Santo de Dios. En el caso de mi padre, Dios ya había estado obrando a través de las oraciones en su vida antes de que su familia volviera, y con el amor que le mostraron, el hijo pródigo volvió a casa. Pero cada hijo es diferente, por eso necesitas la dirección del Espíritu Santo.

Recuerdo una predicación de Yanina De Lorenzo, mi cuñada, que establecía la diferencia entre la oveja perdida y el hijo pródigo. Nos explicaba que en la parábola de la oveja perdida, la oveja simboliza las personas que nunca han conocido a Dios, y esas personas necesitan que vayamos a buscarlas y les hablemos de Cristo. Pero cuando habla del hijo pródigo, habla de alguien que ya conoce a Dios y se aparta de su camino, y esas personas necesitan arrepentirse y volver a casa, porque ya conocen el camino.

Por tanto, si tu hijo no ha escuchado el mensaje de salvación por la razón que sea, debes ir a buscarlo y hablarle sin temor. Plantar esa semilla de la fe en su corazón, y Dios, a su tiempo, traerá el crecimiento.

Asimismo, si tu hijo ya ha oído hablar toda su vida de Cristo, y aún así decide seguir otro camino, probablemente los sermones no funcionen con él. El padre del hijo pródigo lo dejó marchar, seguramente oró, y esperó. Y esperó. Y esperó. Siempre amándolo, siempre con esperanza mirando al horizonte imaginándolo venir. Siempre.

Una de las mayores pruebas que nos puede tocar en la vida es esperar por largo tiempo. Hasta los más fuertes se tambalean ante la espera prolongada. Pero debemos confiar en Dios, que es el único que puede hacer esa preciosa obra de salvación, y orar, amar y esperar. No desesperes. Dios está mucho más interesado que tú en que tu hijo le conozca porque lo ama mucho más que tú, porque su amor es perfecto. A su tiempo cosecharemos si no desmayamos. Confía en Él, y Él hará. Su paz puede acompañarte cada día en esta espera. Recuerda que tú también estuviste alejado de Dios en otro tiempo y ten esperanza.

6- LA CASA POR EL TEJADO

6- LA CASA POR EL TEJADO

Cuando entregué mi vida al Señor a los 16, descubrí que no sabía orar. Bueno, en realidad descubrí que no sabía nada de Dios. Me sentí totalmente perdida. A pesar de haber escuchado una media de dos predicaciones semanales durante toda mi vida hasta la fecha, descubrí que no tenía ni idea de cómo dirigirme a Dios. Sabía el padre nuestro, cómo orar delante de la gente haciendo que sonara bien, sabía toda la teoría y las cosas que no se deben decir… me habían enseñado mucho y muy bien, pero toda aquella información estaba hueca de significado para mí. Por primera vez en mi vida me encontré delante de un Dios vivo que se había cruzado en mi vida y no sabía qué decirle. Si me hubieran puesto delante un examen del seminario creo que lo hubiera aprobado sin problema, pero me hallaba ante algo nuevo y desconocido para mí: un Dios real fuera de toda aquella información que tenía.

Poco a poco, Dios me fue enseñando cómo caminar de su mano. Él fue abriendo mis ojos y pude decir como Job: “de oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (1). Y por la gran misericordia de Dios lo he podido decir muchas veces desde entonces, experimentando cada día más de su verdad.

A esto es lo que yo llamo tener “conceptos vacíos”. Es tener un conocimiento de algo, incluso poder definirlo o explicarlo, pero sin vivirlo ni experimentarlo, sin saber cómo se hace realidad en la vida de uno.  Es como saber toda la teoría de la conducción sin haber conducido un coche. Yo tenía toda la información del mundo, pero cada uno de esos conceptos estaba vacío. Sabía qué era la oración, pero no sabía orar. Sabía que Dios es amor, pero no lo experimentaba en mi vida. Y un larguísimo etcétera.

Éste es un mal común en los hijos de los creyentes. Es un hándicap (dificultad) con el que nacemos. Es como si hubiéramos comenzado a conocer a Dios al revés. Un creyente de primera generación conoce a Dios primeramente y después empieza a conocer la palabra, los mandamientos, las tradiciones de la Iglesia, etc.  Los hijos de cristianos comenzamos al revés. Primero conocemos la Iglesia, las leyes y las rutinas religiosas y después, en el mejor de los casos, un día conocemos a Cristo. Es como si comenzáramos la construcción de una casa por el tejado. El tejado es muy bonito y nos resguarda un poco y podemos sentirnos seguros durante un tiempo, pero si nos falta el cimiento que es Cristo, tarde o temprano todo caerá.

Para un hijo de cristianos es muy fácil creer que Dios es religión, que Dios es tradiciones, que Dios es  mandamientos: porque es lo que experimenta lo único que ve al principio. Así, hasta el día que conoce a Cristo. Eso es todo lo que Dios es para él: una estructura que nos puede satisfacer más o menos, pero sin cimientos, sin contenido, sin corazón, y sin vida.

Estos “conceptos vacíos” generan dos clases de respuestas extremas muy opuestas, pero igual de malas.

Por una parte están los que comienzan a servir a Dios súper jóvenes y se ofrecen como voluntarios a todo y hacen de ese “activismo” el centro de sus vidas. Algunos lo hacen porque les gusta la Iglesia y las cosas que se hacen en ella y por tanto se vuelven una parte muy activa de ésta. Otros lo hacen por ayudar a sus padres. Quizá te preguntas ¿Por qué esto puede ser muy malo? Porque si no  han tenido un encuentro personal con Cristo, lo hacen sin entender que debemos servir a Dios por amor y que no es por obras, sino por fe. Aman la Iglesia, la obra, pero no aman a Dios. Éste fue mi caso. Servía en la Iglesia desde los 15, y entregué mi vida al Señor con casi 17. Y aún después de eso, tardé mucho en darme cuenta que a Dios le importaba mucho más mi corazón y que le dejara a él obrar en mí, que el hecho de que yo no parara de hacer cosas “para Él”. Lo malo de este extremo es que puedes caer en un engaño. Puedes creer que estas bien delante de Dios, que lo amas y estás haciendo lo correcto porque haces todo lo que se supone que hay que hacer, pero sin conocer a Dios en realidad e incluso sin haber nacido de nuevo.

El otro extremo es el contrario. Estos hijos de creyentes están decepcionados con Dios por una de dos: o están decepcionados con sus padres y/o líderes o personas de referencia en la Iglesia, o están decepcionados con la iglesia como organización. Han mirado a las personas para encontrar a Dios porque no le conocen, pero como han salido decepcionados no quieren saber nada de Dios ni de la Iglesia. Lo malo de este extremo es que mientras no miren a Cristo, eso es todo lo que van a ver: decepción.

Me maravillo viendo que hay muchos hijos de creyentes que no caen en estos extremos, que ven más allá de la religión y las personas y encuentran a ese Dios poderoso que les ama. Dios llama a la puerta, y muchos abren. ¡¡¡Qué grande es la obra de Dios!!!. Nunca podré recalcar lo suficiente la importancia de enseñar a nuestros hijos a Cristo, a un Cristo vivo fuera de toda religiosidad.

Como progenitor debes intentar asegurarte de que tus hijos conocen al Dios que hay tras la obra, que lo experimenten, que lo amen. Para Dios lo que importa no es lo externo, lo que se ve por fuera, sino el corazón. Por tanto, tú tampoco debes dejarte engañar por el espejismo de que “si mi hijo se porta bien y asiste o participa en la iglesia, todo está bien”. Puede que así sea, pero puede que no.

Para conocer la situación espiritual de tus hijos, mira sus frutos. Busca el fundamento, el cimiento, la base: ¿hay una relación personal con Cristo? De nada sirve que la vida de nuestros hijos aparente ir bien. Un edificio bonito sin cimientos, tarde o temprano caerá.

Nota para hijos: Dios es un Dios personal. Has visto y oído muchas cosas, pero deja todo eso un poco a un lado y dirígete a Dios personalmente. A veces toda esa información que nos dan otras personas entorpece un poco a la hora de acercarse a Dios, porque esperas que tus experiencias sean como las de olos demás. Deja eso. Dios trató a Moisés con una zarza, a Elías con un huracán, a Jonás con una ballena, a David con un leones, osos y gigantes, y quién sabe cómo quiere tratar contigo. Saca a Dios de los moldes de la religión y de todo lo que otros te contaron. Dios quiere tener una relación personal contigo y va a ser única e irrepetible. Sólo acércate a Él sin expectativas y Él te mostrará quien es y  lo que quiere hacer contigo.

________________________________________________________

  1. Job 42:5

5- PRIORIDADES II

Cónyuge vs hijos

En 2005 una escritora de Estados Unidos (Ayelet Waldman) escribió un  artículo en el New York Times que declaraba: “amo más a mi esposo que a mis hijos”. Este artículo levantó una gran polémica y debate, y se convirtió en un tema que comenzó a discutirse en toda clase de foros y blogs a nivel mundial, hasta hoy: a quién debe amarse más ¿al cónyuge o a los hijos? Muchas personas se escandalizaron con la sencilla idea de que esta mujer declarase que sus hijos no eran el centro de su vida, y otras muchas por fin sintieron que alguien expresaba lo que ellos no se atrevían a decir.

En éste artículo ella defiende tres puntos principales.

1- Que aunque sea madre sigue siendo una mujer, con sus necesidades.

2- Que ama a sus hijos muchísimo y les dedica todo el tiempo que puede, pero no está enamorada de ellos. También dice que en el peor de los casos podría imaginar su vida sin ellos.

3- Que está enamorada de su esposo aún más que cuando se conocieron, y que no puede imaginar su vida sin él.

Esta claro que para Ayelet, el centro de su vida es su esposo, y para sus críticos el centro de su vida son sus hijos.

Para nosotros, como creyentes, sabemos que el único centro de nuestra vida debe ser Dios. Si basamos nuestra vida en personas, es lo mismo que haberla fundado sobre la arena. Sí, aunque sean personas tan importantes como el cónyuge y los hijos. Las personas fallan, y desgraciadamente a veces las perdemos por diferentes motivos. Por eso el único fundamento sólido es Dios. Si te apoyas en una persona, sea quien sea, cuando ella cae, te derrumbas. Si amas a tu familia más que a Dios, estas cayendo en idolatría, porque estas poniendo a esas personas en el lugar dque debería ocupar Dios en tu corazón. Aunque sean tus hijos y cónyuge. Tu amor por Dios debe ser tan grande que todo otro amor palidezca en comparación. (1) El centro de todo, es y debe ser Jesús.

Ahora bien, después de Dios, ¿quién va primero? ¿el cónyuge o los hijos?

Cuando te casas te conviertes en uno con tu cónyuge (2). Ésta es una relación que se convierte en parte de ti, pasa a formar parte de lo que serás para siempre.  La unión en matrimonio te conecta física, emocional y espiritualmente a tu cónyuge. Es un lazo que, aunque se rompa, habrá cambiado quien eres definitivamente.

Esto no sucede con los hijos. Tus hijos un día dejarán a su padre y a su madre, se unirán a otra persona y serán uno. El matrimonio comienza antes de los hijos y durará hasta después de que se hayan ido de casa. Es una relación que necesita ser cuidada con amor durante toda la vida, con hijos o sin ellos. No puedes poner en pausa el matrimonio mientras que los hijos crecen y retomarla el día que dejan el hogar. No funciona así. Eso sería como dejar de regar una planta de interior durante 20 años esperando que cuando te acuerdes de ella tras ese tiempo esté como cuando la dejaste. Imposible, absurdo.

Dead_plant_in_pots.jpgLa unión con tu cónyuge es tal, que si eres infiel a tu conyuge, si pecas con pecado sexual pecas contra ti mismo.  No puedes dañar al otro sin dañarte a ti mismo, y no encontramos en la Biblia nada que nos hable de una unidad comparable entre padres e hijos.

Hay muchos progenitores (especialmente madres) que vuelcan todo el amor que sentían por su cónyuge en sus hijos. Esto hace que el cónyuge se sienta automáticamente dejado de lado y se deteriora la relación de pareja. Es especialmente probable que suceda cuando uno queda en casa cuidándolos y el otro trabaja fuera de casa. El que está en casa puede  hacer de los hijos el centro de su vida y fácilmente se generan esta clase de situaciones. Debes mantener el equilibrio. La llegada de los hijos no debe separar la pareja, sino unirla. Propón trabajar juntos para criar y educar este hijo que un día emprenderá su vida independiente, sin abandonar la relación de pareja.

 Te propongo algunas ideas para trabajar juntos en la educación de los hijos:

– Definir como pareja los puntos más importantes de la educación en los que vais a hacer énfasis a vuestros hijos (perseverancia, paciencia, amor, respeto etc.)

– Decidir como matrimonio las normas.

– Decidir como matrimonio la disciplina en caso de incumplimiento de las normas.

– Decidir las tareas que corresponden a cada niño.

– Mantened siempre un frente unido.

– Hacer actividades en familia. (deportes, excursiones, juegos de mesa, etc.)

– Marcar días especiales para hacer una actividad con cada hijo a solas. (Días de chic@s, días papá-hija, días para papá y mamá)

– Dividir las responsabilidades del hogar pero marcando algunas tareas que se hagan entre los dos padres e incluso entre toda la familia. (Por ejemplo un día de limpieza en el que todos limpian su parte).

– Marcar un momento del día en el que toda la familia se reúna para hacer algo que no sea comer. 🙂 Orar, hablar del día, jugar, etc.

Es cierto que criar  hijos al principio tiende a absorber completamente, pero no debes dejar que eso se convierta en un estado permanente. Debes deliberadamente buscar y apartar tiempo para estar como pareja. Sé que es una maravilla contemplar como ese bultito en la barriga se va convirtiendo en una personita que anda, habla y piensa por sí misma. y esa es la cuestión, cada día hará más cosas por sí misma hasta el día en que aprenda a volar y deje el nido. No es a ese hijo a quien has prometido “Hasta que la muerte nos separe”, lo prometiste a tu cónyuge.  Te toca trabajar para mantener esa promesa.

Más que preguntar quien va primero entre hijos y cónyuge, voy a preguntar, ¿cuál es el lugar de cada uno? El lugar de tu cónyuge es el de tu ayuda idónea, tu compañero de vida, quien va a estar siempre contigo, quien te va a levantar si caes y a quien levantarás cuando caiga. A quien tienes que amar y respetar. Tu cónyuge es tuyo y tú eres de él/ella.

El lugar de tus hijos es el de personas que Dios ha puesto a tu cargo, un préstamo que Dios te da para que los ames, enseñes y cuides. Ahora están, pero un día se irán. Tú te ocupas de ellos, pero ellos no son tu apoyo, son tu responsabilidad. Son la herencia que dejas a éste mundo, tu aportación. Los hijos son reflejo de los padres, si tu vida es una bendición, esa bendición se multiplicará por medio de tus hijos donde quiera que vayan. Si no tienes estas dos relaciones en equilibrio habrá consecuencias. Pide a Dios que te ayude a encontrar equilibrio en tu casa, y a esforzarte en las cosas correctas.

Nota para pastores y líderes: tus hijos tendrán su propio llamado, el tuyo no es hereditario. No pretendas apropiarte de ellos como parte de tu ministerio, Dios tiene su propio plan para ellos. Muchos pastores al encontrarse cansados en su ministerio ponen sus esperanzas en sus hijos y comienzan a delegarles su propia tarea. A veces sienten que no pueden confiar en los miembros de la Iglesia pero sí en sus hijos, así que comienzan a meterlos en todas las actividades. Si tu hijo tiene ese llamado está bien. Si en éste tiempo puede ayudarte, adelante. Pero si recibe su propio llamado no cortes sus alas, ayúdale a volar donde el Espíritu Santo le lleve porque es donde dará más fruto y la bendición de tu vida se multiplicará.

_________________________________________________

Escribir

  1. Lucas 14:26
  2. Génesis 2:24

4- PRIORIDADES

4- PRIORIDADES

En el curso de discipulado de nuestra Iglesia, hay un ejercicio, muy cortito pero muy profundo, que trata sobre las prioridades. Te animo a que lo hagas, dice así:

Ordena éstas cinco áreas en el orden de importancia que deben tener en nuestra vida con un número del 1 al 5, siendo el 1 el más importante y 5 el menos importante. (No hablamos de lo que nos lleva más tiempo sino de lo que debe ser la pasión de nuestro corazón).

–         Vocación (Trabajo, estudios).

–         Necesidades espirituales y emocionales de la familia (devocionales, tiempo en familia). Se refiere a la familia nuclear: cónyuge e hijos.

–         Vida espiritual, relación con Dios.

–         Ministerio cristiano, servicio a Dios. El ministerio no son sólo las actividades que se realizan en la Iglesia. Es una actitud de ser luz y bendición de Dios en el lugar que estemos y sea lo que sea que estemos haciendo.

–         Otras actividades (aficiones, deportes, compras, recados, la casa, etc.)

No sigas leyendo hasta que lo hayas hecho, aunque sea mentalmente, así podrás reflexionar con mayor profundidad en éste capítulo.

Bien, creo que estarás de acuerdo en que la relación con Dios debe ser el número 1. Si Dios no está en el trono, en el centro de tu vida, ninguna de las otras áreas va a funcionar como debe. Cuando Él reina en nuestras vidas, todo lo demás se va colocando en su lugar por si sólo. (1)

Seguramente también estarás de acuerdo con que el último lugar (número 5) lo ocupan las “otras actividades” por ser lo más superfluo y postergable. La limpieza, las aficiones, trámites etc. son importantes y necesitan su tiempo de dedicación, pero no pueden en ningún caso ser más importantes que las otras cosas de la lista. No puedes faltar al trabajo por quedarte  limpiando tu casa o desatender a la familia por atender tus aficiones. Si esto sucede tienes que examinarte y cambiar tus prioridades porque ahí hay algo que realmente se ha torcido.

Vayamos a lo polémico. El número 2. La cuestión está entre el trabajo, la familia y el ministerio. Tengo un punto de vista muy claro respecto a este asunto así que te lo voy a decir claro, sin rodeos ni anestesia: alguien puede sustituirte en cualquier labor que estés desarrollando en la Iglesia o en tu trabajo. Duele, pero es cierto, no eres imprescindible. Eres necesario sí, pero no eres  imprescindible en estos lugares. Alguien puede sustituirte en tu trabajo, como amigo y en muchas facetas, pero hay una cosa en la que eres irreemplazable. Nadie puede sustituirte como padre/madre. Los hijos abandonados por sus padres sienten añoranza toda su vida del hueco dejado por el progenitor ausente. Si tu madre vuelve a casarse tras la muerte de tu padre, tu padrastro puede ser muy bueno, fantástico y maravilloso, pero nunca sustituirá a tu padre completamente. Hay niños adoptados que añoran y buscan a sus padres biológicos aún después de décadas aunque amen muchísimo a su familia adoptiva. Cuando falta un progenitor hay un gran hueco vacío en la vida de un hijo.

Quizá piensas que éste no es tu caso, pero déjame decirte que hay varias maneras de estar ausente. Quizá lo primero que venga a tu mente es el abandono del hogar o la muerte, pero hay otras formas de ausencia. ¿Nunca has oído eso de “estar solo en una multitud”? Pues también sucede en el hogar. A los padres absortos en su trabajo, su ministerio o sus amistades fácilmente se les escapa la soledad y el abandono que pueden sentir sus hijos. Ausencia es no estar en los momentos importantes para el niño. Ausencia es no presenciar o no interesarse por los logros o aprendizajes obtenidos por el niño. Ausencia es mirar para otro lado (tv, móvil, ordenador…) cuando tu hijo intenta enseñarte o contarte algo importante para él (que puede ser algo insignificante para ti, como que encontró un bicho, pero que para él es un mundo). Ausencia es dar por hecho que nuestros hijos serán creyentes porque van a la iglesia, que saben que los amamos porque traemos dinero a casa o que crecerán sanos porque comen espinacas. Ausencia es no invertir tiempo, fuerzas y amor en nuestros hijos dando por hecho que «saldrán bien». Si hacemos esto un día llegarán a la adolescencia y estallarán en rebeldía y diremos: “¿de dónde viene esto de repente?” Cuando resulta que el dolor de nuestra ausencia en nuestros hijos ha ido creciendo en ellos durante años.

En algunas culturas es comúnmente aceptado pensar que la mayor muestra de amor hacia tus hijos, es trabajar de sol a sol para que a ellos no les falte nada económica y materialmente. Sin embargo estoy segura de que si das a escoger a tus hijos entre pasar tiempo contigo o tener un juguete nuevo para jugar ellos solos, escogerán el tiempo en familia. Ausencia es rodear a un niño de juguetes y dejarlo solo. Los lujos, las posesiones o el estatus social no pueden suplir la necesidad que tienen los hijos de estar con sus padres.

En la cultura evangélica, es comúnmente aceptado pensar (sobre todo en el caso de los pastores y líderes) que es correcto y necesario  que cuando alguien de la iglesia tiene una necesidad, las necesidades de nuestros hijos pueden esperar. Obviamente debes servir en la iglesia y a los hermanos en la fe en la medida que puedas. También debes discernir que no todos los reclamos que tus hijos hacen son realmente necesidades. El problema viene cuando sistemáticamente eliges satisfacer las necesidades de otros antes que las de tus hijos.

Quizá no estés de acuerdo conmigo, pero leamos qué dice la palabra de Dios en 1Timoteo 3:1-5 Si alguien aspira al cargo de obispo, no hay duda de que ambiciona algo muy eminente. Es necesario, pues, que el obispo sea irreprochable, casado una sola vez, casto, dueño de sí, de buenos modales, que acoja fácilmente en su casa y con capacidad para enseñar. No debe ser bebedor ni peleador, sino indulgente, amigo de la paz y desprendido del dinero. Que sepa gobernar su propia casa y mantener a sus hijos obedientes y bien criados. Pues si no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá guiar a la asamblea de Dios?

No quiero entrar en polémica, simplemente quiero que veas que Dios da mucha importancia al cuidado del hogar. De hecho, está poniendo la familia antes que la Iglesia. La palabra dice que antes de guiar la casa de Dios, debe uno saber gobernar su propia casa. Por tanto va primero. La Biblia según Johanna, diría “¿de qué le vale al hombre si ganare el mundo y perdiere los de su casa?”(2) y perdonadme el cambio que he hecho para explicar la idea.

Igual que los hijos aprenden en el hogar, los padres también aprendemos en el hogar. Cuando éramos hijos aprendimos a RECIBIR misericordia,  amor, paciencia,  enseñanza. Ahora que somos padres, debemos aprender a DAR misericordia, amor, paciencia, enseñanza… No menosprecies el ministerio de enseñar a tus hijos. A veces ambicionamos el ministerio, el “obispado” como dice la palabra, y pensamos que ESE es el punto principal de nuestras vidas. Eso es lo que nos da sentido a la vida y despreciamos el sacerdocio del hogar. Debemos recordar que el primer ministerio que tiene el creyente casado es para con su familia. Pablo decía: “ojalá todos pudieran ser como yo (que soy soltero y estoy feliz así), pero la casada se debe a su esposo y el casado a su esposa (e hijos)”(3).

Si te ayuda, tómalo como un campo de entrenamiento. Si eres capaz de mostrar amor a tus hijos, serás capaz de mostrar amor a otros creyentes. Si eres capaz de enseñar a tus hijos la palabra y a conocer a Dios; serás capaz de enseñar a otros creyentes.

Ministrar a tu familia es TU ministerio. Y en esa tarea nadie te puede sustituir, no lo puedes delegar o ignorar sin graves consecuencias.

Si te acabas de dar cuenta que has estado ausente para tus hijos en ciertos ámbitos, no temas. Aún hay solución. Puede que cueste, pero los hijos, por rebeldes o dolidos que estén, anhelan volver a la intimidad con los padres por mucho tiempo de ausencia que haya habido. Pídele a Dios que te ayude a mostrar amor a tus hijos, sé sincero con ellos y háblales desde el corazón. Pídeles perdón por lo que haga falta. Eso no te va a hacer ser menos a sus ojos, sino todo lo contrario. Acércate a ellos, escúchales y muéstrales de esa forma tu amor por ellos. Así ellos tendrán un buen ejemplo para seguir. Nunca es tarde para Dios. Él siempre está trabajando en nosotros y nuestra familia.

Antes de seguir quiero puntualizar algo. La familia que es tu responsabilidad es tu familia nuclear: cónyuge e hijos. También incluye otras personas dependientes que puedan estar a tu cargo como padres ancianos, etc. Remarco esto porque si bien ocasionalmente el resto de la familia va a requerir de tu atención y ayuda, creo que es necesario una cierta separación o distinción. No tienes las mismas obligaciones para con tus hijos que para con tus sobrinos, ni la misma obligación para con tu cónyuge que para con tus hermanos. Está bien que los ayudes si puedes, pero tu primera responsabilidad económica y de tiempo es la familia nuclear. La palabra enseña que cuando contraes matrimonio tu núcleo familiar cambia.  Antes tu familia más cercana eran tus padres y hermanos, pero ahora ya no. Tu cónyuge es parte de ti mismo, igual que tus hijos, aunque en otro sentido, el resto de tu familia no va incluida en este lugar de tus prioridades.(4)

Esto nos deja debatiendo el número tres entre trabajo y ministerio.

El ministerio es mucho más que tener un puesto en la Iglesia. Ministrar significa “repartir o administrar lo que Dios te ha dado”. ¿Dios te ha dado entendimiento?, pues debes repartirlo a quien lo necesite. ¿Dios te ha dado amor? ¿Te ha dado frutos de su espíritu? De gracia recibiste, da de gracia (5). Ministrar es ser luz del mundo, ser un instrumento de restauración, en la Iglesia y en este mundo herido. Demasiadas veces se limita el ejercicio del ministerio al local de culto. Cristo no vino a encerrarse en cuatro paredes sino que fue allá donde había necesidad. Por esa razón, deberíamos entender ministerio como una forma de vida más que como un puesto o título. (Ad)ministrar lo que Dios nos ha dado es responsabilidad de cada creyente.

Ahora bien, tener un puesto en la Iglesia conlleva una responsabilidad. Lleva tiempo, planificación y esfuerzo, por eso a veces choca con nuestro trabajo secular.

Obviamente debes trabajar con esfuerzo, haciendo todo como para el Señor, siguiendo el ejemplo de José, que allá donde estaba trabajaba con excelencia y el Señor lo prosperaba ya fuera esclavo, prisionero o gobernante. Con excelencia, como si sirvieras al Señor, disfrutando de tu trabajo. Es necesario que trabajes y que te esfuerces en mantener tu familia. En tu trabajo también puedes encontrar muchísimas maneras de bendecir esta sociedad y ser sal y luz.

Sin embargo creo que el ministerio debe ir antes que el trabajo en tu corazón. No quiero decir con esto que debas dejar de trabajar por actividades de la Iglesia, o faltar al trabajo cada vez que hay un evento familiar. Esa no es la cuestión. Lo que quiero decir es que como Pablo, debes “hacer tiendas”(6) para mantenerte; sin embargo, no es tu empleo el que te provee, es Diosa través de tu empleo. Dios provee para tu casa, con o sin trabajo. Con cuervos, harina o aceite que no acaban, una moneda en la boca de un pez, maná en el desierto, agua de la roca y en mil maravillosas formas.

Hoy trabajas en una empresa y el año que viene puede que trabajes en otra. Tu empresa puede irse a la ruina y tu situación laboral puede cambiar en cualquier momento. No podrás llevarte a la eternidad ningún mérito laboral que hayas obtenido. Allí ninguna posición empresarial importará lo más mínimo. El trabajo es un medio, no un fin. Necesitamos un trabajo para mantenernos mientras servimos y seguimos a Cristo. Si tu empleo no te permite asistir nunca la iglesia ni pasar tiempo con tu familia, ponlo en las manos del Señor, él proveerá lo que necesitas si tu anhelo es hacer la voluntad de Dios (7). Debes actuar con cordura, administrando todos tus bienes y tu tiempo con sabiduría, como en la parábola de los talentos (8), para obtener la mejor cosecha eterna.

Resumiendo, el orden, en mi opinión, debería ser el siguiente:

1-      Vida espiritual, relación con Dios.

2-     Necesidades espirituales y emocionales de la familia.

3-     Ministerio en la Iglesia.

4-     Vocación.

5-     Otras actividades.

____________________________________

 

1                    Parafraseando Mateo 6:33

2                    Traspolando Marcos 8:36

3                    Parafraseando 1ª Corintios 7

4                   Génesis 2:24

5                   Mateo 10:8

6                  Hechos 18:1-3

7                    Mateo 6:33

8                    Mateo 25:14-30